Capítulo 51

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La ansiedad invade mi cuerpo. Mi mente se encuentra inundada de pensamientos intrusivos, de lo que pasará en pocas horas, tanto si salimos de esto como si nos conducimos a nuestro propio infierno.

Me cuesta trabajo ingresar aire a mis pulmones, una opresión en el pecho se instala junto a temblores que delatan mi estado.

Tiene que funcionar, porque no sé qué sería de mí si no lo hace.

Finnick tiene que vivir.

Termino de desenredar nuevamente mi pelo con mis manos, nunca pensé que iba a extrañar lo que Jazeera y Milos le hacían a mi cabello. Estuve luchando más de quince minutos con un nudo que no quería desaparecer.

Con el rubio nos ofrecimos a pescar algo para comer antes de partir. Luego de una cena con mariscos y salmón crudo estamos listos para el gran final.

Finnick lidera el camino, mientras que Beetee lo sigue. Johanna y Katniss van hasta el final, lo que me hace pensar que no fue una buena idea proponer eso. Voy delante de Peeta, cada pocos segundos giro mi cabeza para poder tener una visión de su persona, asegurandome que siga con nosotros y que nada pueda ser un peligro de muerte. El panadero parece que atrae a esta misma sin llamarla.

El himno nos detiene. En el cielo aparecen las imágenes de los caídos. Cashmere, Gloss, Wiress, la tributo del cinco, la del seis que salvó a Peeta, Blight, Chaff.

Todos sin una oportunidad de vivir. Todos condenados por los juegos, por el gobierno que nos rige.

Esto se tiene que terminar.

Continuamos en dirección a nuestro destino, el gran árbol donde caen los rayos. Varios insectos se escuchan a medida que atravesamos la jungla, los árboles se alzan sobre nosotros y verde es todo lo que nos rodea.

—¿Ya pensaron en un nombre? —Me giro hacia Peeta.

—¿Qué?

—Un nombre —levanto las cejas—. Para el bebé.

—Ah, cierto... —su expresión de confusión queda atrás—. Aún no.

—Creo que Venus es un bonito nombre —sonrio divertida.

—Obviamente ofrecerías tu nombre —niega con la cabeza tratando de ocultar una sonrisa—. Creo que contigo tenemos suficiente, Vee.

—Más les vale que a ese bebé le pongan mi nombre, panadero —digo en tono altivo—. No querrás conocerme enojada.

—Ya estoy temblando desde ahora.

Lo empujo, pero no se mueve ni un centímetro. O estaré perdiendo mi toque o Peeta es extremadamente fuerte. Veo de reojo cómo el ceño de Katniss se frunce, Johanna le habla pero la chica en llamas no le presta atención, está demasiado interesada en controlar que no le haga nada al rubio. Cómo corromper su inocencia o algo así.

Completamente ridículo.

—Le puedes decir a tu esposa que no tengo ninguna intención profana contigo. Parece que me está disparando flechas tan solo con sus ojos —afirmo.

—Katniss no...

—Oh, créeme que sí —paso un brazo por su cuello—. Está celosa, finalmente lo lograste —susurro en su oreja antes de apartarme.

—Yo... no sé... digo nosotros...

—No hace falta que digas nada, mi pequeño pastelito.

Él frunce el ceño confundido ante el mote a lo que yo ahogo una carcajada.

—Deberías ver tu cara, tranquilo. No intentaré nada, no quiero terminar muerta antes de tiempo —aseguro—. Además, Johanna es mejor con los nombres que yo.

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora