Capítulo 70

5.8K 608 229
                                    

La guerra terminó.

No más juegos, no más clientes, no más temer por nuestras vidas, por la vida de nuestras familias. Snow está muerto.

Yo lo maté.

Y Coin también está muerta. Tal vez Panem pueda descansar en paz, pueda ser lo que nunca pudo a causa de gobiernos corruptos y gobernantes que sólo querían poder.

Haymitch nos comentó que se van a llevar a cabo elecciones, probablemente Paylor salga elegida, es la más sensata de todos y la que hará las cosas bien sin buscar un beneficio propio.

A Katniss la liberan mañana, pero Finnick, Annie y yo partimos hoy para el cuatro. Creo que Peeta también toma el tren hoy hacia el doce, no quiere ver a Katniss por el momento, no luego de que intentara suicidarse por matar a Coin.

Tienen que sanar.

Todos tenemos que hacerlo.

—¿Me perdonas?

—Obvio que te perdono, Vee —responde—. Me tomó por sorpresa, creo que nunca sé qué pensar con ustedes dos —hace una mueca.

—¿Estarás bien? ¿Yendo solo?

—Si... necesito un tiempo para mí.

—Vendrás a visitarme, ¿cierto? —Un sentimiento de angustia me invade—. Podrías conocer la playa y el mar, te encantará.

—Sí, iré a visitarte y te escribiré y también te llamaré —me abraza—. No es una despedida, vamos a volver a vernos.

—Lo sé... lo sé. —Una lágrima se me escapa.

—Eres mi mejor amiga y no me alcanzan las gracias por todo lo que hiciste por mí, pero tengo que reencontrarme y llevará tiempo.

—Te quiero mucho —susurro con mi cabeza escondida en su cuello.

Al separarnos, Peeta le da un apretón de manos a Finnick pero este lo atrapa en una abrazo también. Pasamos por mucho juntos y las rivalidades ya quedaron atrás.

—Mi tren sale en quince minutos, ya tengo que irme.

—Si ella hace algo siempre eres bienvenido con nosotros, ¿cierto, amor? —giro hacia el rubio.

—¿Cómo pareja? —levanta una ceja—. Bueno, podríamos ser un trío.

Las mejillas de Peeta se sonrojan y ese gesto me recuerda a la primera vez que nos vimos, con esa inocencia en sus ojos. Nos saluda una última vez y lo veo irse a través de las enormes puertas de la mansión.

Ahogo un sollozo.

—Estará bien, es fuerte —afirma—. Vamos, tenemos que despedirnos de Johanna.

Johanna también vuelve a su distrito, le dijimos con Finnick que puede venir al cuatro con nosotros pero también quiere un momento para sí misma. Atravesamos varios pasillos, los guardias de Paylor se encuentran controlando cada entrada pero no se sienten como los agentes de la paz, es diferente.

Llegamos al cuarto de la castaña y golpeo la puerta.

—¡Si son Venus y el caballito de mar pueden pasar! ¡Si no lo son, largo!

Finnick suelta una carcajada a mi lado, abro la puerta. Está sentada en un sofá, de cara al gran ventanal que tiene vistas hacia el invernadero.

—En un rato nos vamos, venimos a despedirnos.

—No quiero nada emocional, nada de llantos —agita las manos—. No estamos yendo a la guerra —bromea.

Niego con la cabeza y me acerco hasta el sofá, antes de que diga otra cosa la abrazo, Finnick se une a nosotras. Al parecer hoy estoy más sensible porque también se me escapan algunas lágrimas.

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora