Capítulo 23

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Jazeera me abraza, mientras que Milos a su lado no para de criticar el aspecto que tengo. Que tengo muchas ojeras, que estoy demasiado flaca, que el pelo parece seco, que esto y lo otro. Me trago todos los insultos que quiero decirle porque se que no lo dice con odio.

Por otro lado, Darya...

—No te sentó ser vencedora, ¿verdad, Sirena? —dice con gesto altanero.

—Darya... —advierte Finnick.

—Solo soy sincera —responde despreocupada—. Y claramente la estoy preparando para cuando vea a nuestro querido presidente.

Un escalofrío me recorre el cuerpo cuando lo menciona. Todavía se encuentra en mi cabeza la primera y última conversación que tuvimos.

Los dirijo hacia mi casa y le hago un gesto a Finnick para que no me deje sola con Darya. Está vez lleva el pelo azul y dorado, varios accesorios cuelgan por su cuello y orejas, zapatos demasiado altos y un vestido rosa chillón. Extravagante.

Bufo.

Abro la puerta y dejo pasar a Jazeera y Milos, el rubio viene atrás con Darya tratando de... contenerla.

—¿Vee?. —La voz de Gia suena tímida.

—¡Aquí!

Llega al recibidor y se sorprende al ver las personas que me acompañan. Si bien le conté algunas cosas antes de ir a los juegos, como que Jazeera y Milos eran mis estilistas, no indague mucho más.

—¿Es tu hermana? —pregunta emocionado Milos—. Es hermosa...

—Hola, linda —continúa su compañera—. ¿Cómo te llamas?

—Gianira —dice en voz baja.

—Eres más bonita que nuestra Sirena aquí presente —se encoge de hombros Darya como si hubiese dicho un comentario sobre el clima.

—Eso no es verdad —contesta más alto mi hermana.

—Mejor vamos al comedor, estaremos más cómodos allí.

Finnick los acompaña hacia el comedor, me acerco a Gia y le sonrio.

—Eres hermosa, ¿lo sabes, no?

—Tú también lo eres, no escuches a esa mujer —hace una mueca—. Además, no tiene un lindo pelo.

Suelto una carcajada y nos dirigimos hacia los demás.

—¿Pensé que iban a llegar en unas semanas? —inquiere Finnick confundido.

—Cambio de planes, órdenes del presidente Snow.

Giro rápidamente mi cabeza hacia el rubio, muestra una expresión seria, pero yo trago saliva a medida que un nudo en mi garganta se empieza a formar.

—¿Y eso por qué?

—No reprochas al presidente, Sirenita.

En serio, me estoy aguantando las ganas de llevar mi puño a su nariz. Entiendo que quería que ganará Blake, pero aquí estoy. Y ella seguramente escuchó lo que decía de mí.

—Gia, ¿Qué está pasando? —mi padre aparece.

—Usted debe ser el señor Harkin —se apresura a presentarse Darya—. Un gusto conocerlo, yo soy Darya, y ellos Jazeera y Milos, los estilistas de su hija —hace una mueca de desagrado cuando me menciona que mi padre no nota.

—Si, claro —le da un beso en la cabeza a Gia y evita mi mirada—. Me voy al taller, cariño. Luego nos vemos —le regala una sonrisa forzada.

Pasa a mi lado ignorándome, Finnick mantiene sus ojos en mi postura. Veo que se está debatiendo entre querer preguntarme y dejarlo pasar.

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora