Capítulo 63

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Le vengo dando vueltas en mi cabeza varios días. Siento que perdí demasiado tiempo, y llegué tarde a la conclusión de que Gia no está a salvo en el distrito cuatro. Si Snow quiere ir nuevamente contra mí, irá por ella y solo estoy calmada porque hablo todos los días con mi hermana. Pero no es suficiente.

Así que lo tengo decidido. Voy a ir a buscarla, no importa cómo.

—¿Qué piensa esa cabecita tuya? —aparta un mechón de pelo de mi frente y lo coloca detrás de mi oreja.

Por un momento decido no contarle, ir directamente con Coin y hacer valer mi nombre y estar dispuesta a suplicar para que me deje ir con mi hermana. Pero me prometí no ocultarle cosas a Finnick.

Me acomodo mejor en la cama, mis ojos mirando directo a los suyos, ahora serenos, sus largas pestañas acarician sus mejillas cuando pestañea y sus rizos están dispersos a lo largo de la almohada. Tiene mi mano sujeta contra su pecho, es un avance cuando antes ni podía tocarlo.

—Quiero ir a buscar a Gia —afirmo—. Traerla aquí, al trece. Si Snow todavía está queriendo torturarme lo hará con ella, no está a salvo en el cuatro.

—No será fácil...

—¿Eso quiere decir que me ayudarás?

Sus labios tiran hacia arriba formando una sonrisa, roza mi nariz con la suya y luego deja un beso sobre esta. Nuevamente empiezo a sentir la corriente eléctrica por mi cuerpo, mis latidos acelerados. Pero no por miedo. No. Por lo que Finnick me hacía sentir, me hace sentir.

—Haría cualquier cosa que me pidieras.

—Cuidado, tal vez te pida que bailes desnudo para mí.

—Encantado lo haría —deja un corto beso en mis labios y enseguida una sonrisa bobalicona aparece en mi rostro.

—Estoy segura que sí.

Siento los latidos de su corazón debajo de mi mano, la calidez de su piel que traspasa la camiseta que está usando de pijama. Por un momento en el Capitolio, creí que nunca más estaría así. Con él, juntos.

—Te amo —susurro contra sus labios.

—Te amo —responde y deja un casto beso en mi boca.

Desde que lo dije hace unos días atrás no puedo parar de decirle lo que siento cada cinco minutos. Pasé tanto tiempo sin poder hacerlo que ahora lo necesito reafirmar constantemente.

Lo amo intensa y profundamente. Con cada parte de mi cuerpo, con cada latido de mi corazón. Se convirtió en la primera persona en entenderme, en hacerme sentir como la verdadera Venus y no como a esa chica que la perseguían los rumores o a esa mujer que la usaban para un rato.

Él me vio como realmente soy, con imperfecciones, inseguridades, traumas. Con todo lo bueno y lo malo. Y no puedo creer que alguien así me quiera, me ame. Incluso cuando estoy rota y destruida.

Haría cualquier cosa por él, y eso me asusta, porque en mi mente aparecen escenarios en dónde hago cosas que tal vez a otra persona le parecerían atroces. Pero mataría por él, moriría por él. No podría vivir sin Finnick, y no como algo de dependencia emocional, porque estoy segura que pude sobrevivir bastante bien sin él. Sino como un compañero con quién quiero compartir el resto de mi vida, porque lo elijo. Porque fue la primera vez que pude elegir y fue a él. Siempre lo elegiría a él.

Y siento que finalmente puedo ilusionarme, puedo tener esperanza que la guerra terminará y que ganaremos y que finalmente seremos libres para vivir cómo queramos, para mostrarle al mundo que no nos vencieron.

Tal vez sería lindo vivir en la playa, siempre me sentí bien cerca del mar. Un lugar donde no tengamos miedo, donde podamos crecer y tener...

—¿Amor? —siento sus dedos acariciando mi mejilla—. ¿A dónde te fuiste ahora?

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora