Capítulo 4

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No pude dormir en toda la noche.

El Capitolio es demasiado ruidoso, no se compara al sonido de las olas contra las piedras o las gaviotas en la mañana. Todo es mucho aquí, desde esta cama hasta las personas.

—¡Al comedor niña! —la voz de Darya me hace doler la cabeza.

Un día nuevo, eso es solo un recordatorio de que cada vez estoy más cerca de los juegos.

Me cambio la ropa que usé para dormir por un pantalón parecido al de ayer y una blusa celeste, zapatos y dejo mi pelo suelto.

Camino hacia el comedor, al llegar ya se encuentran Mags, Blake y Darya. No hay rastro nuevamente del chico dorado.

Luego de esa conversación que tuvimos no hablamos mucho más. Nos dedicamos a mirar el paisaje en silencio. Agradezco que no me quisiera hablar de estrategias y tácticas para los juegos, creo que no lo hubiese soportado.

Cuando me fui a la cama porque ya me estaba incomodando un poco la presencia de él tan cerca, el rubio no se movió. Me deseó buenas noches con la voz cansada y volvió a su tarea de mirar la ciudad.

Es...raro. Aunque no sé si esa es la palabra adecuada para describirlo. No cenó con nosotros, hoy tampoco está en la mesa, agregando la expresión cansada reemplazando a la juguetona que siempre lleva para todos lados. Y por supuesto, lo que dijo ayer en la noche.

Es verdad, hay cosas que prefiero no decirlas. Tanto por mí como por la otra persona. Todos tenemos secretos, y por cómo se tensó es algo grande.

Pero no me interesa. Yo también tengo cosas por las que preocuparme y ahora se le suman los malditos juegos del hambre.

—Hoy es el desfile de tributos —menciona Darya, tomando asiento en la mesa—. ¿Están emocionados?

Nuevamente me contengo a responderle de mala manera. Es increíble. Todo es un show para ellos. Me acerco lentamente a la mesa y tomo asiento a un lado de Mags, frente a Blake.

—Lo estoy deseando —responde el castaño sin apartar la vista de mí.

—Lucirás fenomenal —comenta con una sonrisa la mujer—. Ya lo verás, Blake.

—Disculpen la tardanza.

El rubio entra al comedor con una sonrisa que le cubre toda la cara. Se encuentra algo agitado por como luce su respiración y por las pequeñas gotitas que le decoran la frente.

Al parecer ninguno de los presentes se percata de este detalle, ya que Darya y Mags le sonríen mientras que el castaño lo ignora deliberadamente.

—Llegas en el momento justo, Finnick —la mujer del Capitolio se levanta de su silla para dejársela al chico, mientras que ella toma asiento a un lado de Blake—. Estábamos hablando de lo emocionados que estamos por el desfile.

—Cierto, el desfile —toma asiento y busca con su mirada al castaño y a mí—. ¿Qué tal se sienten con eso?

—Listo para ganar patrocinadores —responde Blake con arrogancia.

El rubio suelta una carcajada.

—Qué actitud.

—Bueno, los necesitamos, ¿no? —levanta una ceja en señal de reclamo.

—Si, los necesitamos —dirige su vista a mi—. ¿Y tú cómo te sientes?

—Estoy bien —digo segura, sin mostrar demasiada emoción en mi cara.

—Seguro...

Algo me dice que no me cree.

—Sus estilistas vendrán luego del desayuno —anuncia—. Los arreglarán y luego bajaremos para el desfile. Traten de no pensar demasiado en ello.

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora