Capítulo 45

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Sus dedos recorren mi cuello, presiona mi garganta y suelto un jadeo cuando siento sus dientes rasgar mi piel. Pasa su lengua por la zona y vuelve a chupar, arrastrando sus dientes, dejando un reguero de besos húmedos a lo largo de mi garganta.

Con una mano sostiene mis muñecas arriba de mi cabeza, la otra baja, tomándose su tiempo, generando calor con su toque, pasando por mis pechos hasta llegar a la altura de mi vientre. Y se detiene allí, esperando, torturándome.

Sus labios cambian de lugar, chupa el lóbulo de mi oreja y tira de este. Besa mi mandíbula, mi nariz, mis mejillas, párpados y cuando está por llegar a mi boca se detiene unos centímetros y se aparta con una sonrisa ladeada.

—Finnick...

Mis dedos hormiguean por tocarlo, por recorrer sus brazos, su abdomen, y bajar más. Pero me tiene aferrada contra la cama, una rodilla separa un poco más mis piernas y la deja cerca de mi centro.

La humedad crece con ese gesto, todo mi cuerpo arde queriendo una caricia, un toque, algo que tranquilice esa necesidad.

Enfoco mi vista en su rostro. Mejillas sonrosadas, labios hinchados, rizos revueltos que caen pegados en su frente. Es una obra de arte, una pieza de música singular y es para mí. Completamente.

—Finnick... por favor...

Levanto mis caderas rozando mi zona íntima con su rodilla, ese efímero toque me hace estremecer pero no basta. Necesito más. Sus ojos verdes se oscurecen y su respiración se vuelve más agitada. Poco a poco desciende sus dedos por mi vientre, metiendo la mano debajo de los pantalones cortos del pijama. Se mantiene quieto sobre la tela que separa mi necesidad. Siento la humedad empapando las bragas y sé que con un solo toque podría correrme si quisiera.

Antes de que pueda replicar otra vez me besa. Presiona mis labios con fuerza y mete su lengua sin más. Siento como acaricia cada parte de mi boca, lame mi labio inferior y vuelve a besarme. Con furia, con hambre, con deseo.

Mis pensamientos se encuentran a miles de kilómetros, siendo lo único coherente que puedo formar es la súplica de sentirlo.

Muerde mi labio cuando se separa. Un jadeo ahogado sale de mí junto a un sonido gutural de parte de él. Otra corriente que va a mi centro. Su voz ronca hace estragos en mí.

Siento la presión, justo ahí, a pocos centímetros de mi entrada. Se abre paso a través de mis bragas y toca mis pliegues.

—Finn... —suelto en medio de un gemido.

Abre mis labios, pasa sus dedos de arriba a abajo, arrastrando mi humedad en el proceso. Pero no es suficiente. Y se da cuenta cuando sus ojos se conectan con los míos.

Empieza a introducir un dedo, lento, muy despacio que tengo que morder mi labio para no gritar. Él sonríe ante esto. Una vez que logra introducirlo por completo acaricia mis paredes, con el dedo pulgar encuentra mi clítoris y empieza a ejercer presión en ese nudo de nervios haciéndome suspirar.

—Más...

Suelta una carcajada ronca, como un sonido ahogado de lo más profundo de su garganta y mientras me besa con fuerza introduce un segundo dedo. La respiración se me corta en medio del beso y el placer crece.

Bombea con sus dedos, adentro y afuera. La humedad escurre por mis piernas, puedo sentir las bragas y el short mojado a este punto, pero él no se detiene. Continúa embistiendo con sus dedos, fallándome de esa manera.

Suelta mis muñecas y enseguida tiro de su cuello para besarlo, para acallar mis gemidos en su boca. Quiero que se los lleve todo él, nadie más. Cuando siento un tercer dedo no puedo unir dos ideas. Mi corazón late acelerado y algo se empieza a formar en mi vientre.

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora