Capítulo 42

8.6K 766 81
                                    

Es increíble como tu mundo se puede derrumbar en apenas unos segundos. Todavía sigo escuchando la voz del presidente anunciando que los tributos serán elegidos de los vencedores existentes.

Cierro la canilla de la ducha y envuelvo mi cuerpo con una toalla. El espejo está empañado así que lo limpio un poco pasando mi mano por la superficie, mi pelo rubio chorrea y puedo ver las ojeras que cubren mis ojos.

Creo que nunca había llorado tanto en mi vida, ni siquiera cuando volví completamente destrozada de mis juegos. Pero todo puede cambiar cuando quién está en peligro es otra persona y más si es alguien a quién quieres.

Cepillo mi pelo y ajusto más fuerte la toalla a la altura de mi pecho para salir del baño. El aire frío me recibe a comparación del ambiente cálido que había en la ducha.

El rubio mantiene su cabeza entre las manos, su pierna se mueve arriba y abajo nervioso. Conecta nuestros ojos, él también tiene ojeras y se nota que está sufriendo tanto como yo.

Abre sus brazos y me deja sentar sobre sus piernas, enseguida rodea mi cintura e inspira profundamente.

—Te quiero —suelta de repente.

—Yo también te quiero —susurro contra sus labios.

—Y porque te quiero...

—No.

—Venus...

—No, Finnick. No quiero escucharlo —me levanto de su regazo—. Ambos sabemos lo que pensamos. Solo uno saldrá de ahí.

—Y serás tú —afirma serio.

—No —siento como las lágrimas se forman en mis ojos—. Serás tú.

Se acerca lentamente y entrelaza nuestras manos.

El sol entra por la ventana iluminando la habitación, se escuchan las gaviotas y el sonido de las olas chocar contra las rocas a lo lejos. Es un día hermoso, pero no lo siento así.

—Es inútil pelear por esto —digo cansada—. Ninguno de los dos cambiará su opinión.

—Lo sé —coloca un mechón mojado detrás de mi oreja—. Pero debes saber que no me voy a rendir.

—Yo tampoco —de eso estoy segura—. Voy a luchar.

—Vamos a luchar.

Sus labios rozan los míos, un beso delicado, frágil. Con miedo a lo que pasará, con temor por lo que hará el otro.

—No más compadecerse —digo cuando nos separamos.

—Tenemos varias semanas todavía antes de la cosecha —se pasea por la habitación—. Podemos entrenar, implementar un régimen de comida para ganar músculo, practicar con armas —hace una mueca.

—Ser profesionales.

—No queda otra, Vee —suspira—. Todos ya ganaron alguna vez, unos siendo más despiadados que otros —recuerdo a Brutus y Enobaria—. Hay que estar a la altura, además... conocemos a la mayoría.

—Lo sé, Johanna.

—Sí, Johanna —su semblante decae.

—¿Sabes? —llamo su atención—. Haymitch nos advirtió sobre esto, estaba preocupada por los tributos de este año, de lo que tendría que ver como mentora. Resulta que me equivoqué, ahora nosotros somos los tributos. No puedo ni imaginar lo que nos esperará en la Arena.

—No sirve pensar eso ahora —pasa repetidamente sus manos por el pelo—. Aparte, creo que sabemos por qué lo hizo.

—Si...

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora