Capítulo 55

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Los gritos se vuelven a escuchar, pero está vez sé de quién son, sé a quién pertenece esa voz, qué le están haciendo.

Johanna.

No sé qué logra el presidente con esto, ¿desestabilizarnos? ¿nos tortura por placer? Es obvio que está asustado, sus acciones lo demuestran, está desesperado. Y eso que dijo el hombre de hace unos días... algo está planeando, algo en contra del distrito trece.

¿Pero cómo saben dónde se encuentra el distrito trece? Se supone que era un secreto, nadie sabía de su existencia.

Los gritos se intensifican, Peeta lleva sus manos a sus oídos para amortiguar un poco el ruido. Tiene oscuros círculos bajo sus ojos, su mandíbula está más acentuada, el pelo graso, la falta de peso. Tiene golpes alrededor de sus ojos y pómulos. El labio partido.

Peeta está peor.

Y no sólo por su aspecto físico. Su mente no es la mejor en estos momentos, me dijo más la última vez que se lo llevaron. Al parecer están usando veneno de rastrevíspulas, como en sus juegos. Están alterando sus recuerdos introduciendo unos nuevos, cambiados mejor dicho.

La perspectiva que tiene de Katniss es... errónea. Piensa que por culpa de ella está en el Capitolio, que nunca quiso salvarlo, que nunca la quiso, o que los rebeldes la usan. Y cada vez que vuelve de esa tortura, nos tomamos de la mano a través de los barrotes e intento calmarlo. Contarle la verdad, lo que sí pasó, los hechos. Que Katniss no tuvo la culpa de nada, que Katniss siempre buscó salvarlo, que Katniss lo quiere.

A veces funciona... otras no.

—¿Qué le hacen? —pregunta cuando los gritos disminuyen.

—Electrochoques.

—¿Cómo sabes?

Digamos que no le conté lo que sucedió cuando me llevaron. Porque contarle implica decirle todo, y no estoy preparada para eso... todavía no.

—Escuché rumores...

—¿Te hicieron eso? —inquiere—. ¿Por eso no quieres decirme qué fue lo que pasó cuándo te llevaron?

—No... no me hicieron eso —ojalá me hubiesen hecho eso—. Me ordenaron que no podía decir nada —miento.

—Pero me dijiste que Snow está planeando algo...

Sí, lo sé. Mi plan tiene muchos fallos.

—Tenemos que estar atentos, ¿de acuerdo?

—¿Para ayudar a Katniss? —frunce el ceño confundido.

—Para ayudar a personas inocentes, no quieres que más gente muera ¿o sí?

—Claro que no —se apoya contra la pared—. Es sólo que... lo sabes... mi cabeza no ayuda mucho en estos días.

No digo nada, porque no sé qué decirle. A este punto no sé si saldremos de aquí, que pasará con nosotros. Peeta poco a poco está perdiendo su mente, Johanna está siendo torturada y yo... creo que me quebré por décima vez.

—Venus... —su voz suena diminuta, temblorosa—. Eres mi amiga, ¿no?

—Sí, lo soy.

—¿Puedo confiar en ti?

—Puedes confiar en mí.

Su expresión se relaja, las líneas en su frente se destensan e inhala profundamente intentando capturar esas palabras en lo más profundo de su ser.

Hace más de cinco días me viene haciendo esa pregunta y todas las veces le respondo lo mismo. Tal vez todavía piensa que estamos en los juegos, que tenemos una alianza que se romperá, pero desde la primera vez que vi a Peeta supe que nunca podría matarlo, hacerle daño.

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora