Capítulo 20

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En el tren, de regreso al distrito, me cambio de ropa por una más cómoda, me deshago del maquillaje y me retiro a un vagón tranquilo, con la vista del paisaje como compañía.

Darya no apareció en ningún momento, según Finnick quería que Blake ganara. No me importa, es mejor si se queda lejos de mí.

El rubio no me presionó para hablar, ni tampoco Mags. La mujer solo me volvió a abrazar y se retiró a su habitación.

Me hace sentir como cuando mamá estaba viva.

Llevo mis dedos al collar. Ojalá estuviera aquí conmigo.

—Aquí estás...

—Aquí estoy —me arrodillo en el sillón.

—Llegaremos en pocos minutos —se sienta frente a mí—. Creo que deberías saber que la estación estará llena de gente.

—No soy muy querida en el distrito, no creo que alguien este —me encojo de hombros.

—Estará lleno, te lo aseguro.

—¿Incluso si maté a mi compañero de distrito?

—Venus... no tenemos que hablar de eso ahora si no quieres —las arrugas se pronuncian en su frente, los rulos rubios caen sobre su frente—. Y en todo caso, fue para sobrevivir.

—¿Eso digo para que no me carcoma la culpa? —aparto mi vista de él para llevarla al paisaje de afuera, el mar se empieza a ver a lo lejos.

—La culpa no se va... no por completo —suspira—. Aprendes a vivir con ella, se que luce como un pozo oscuro sin fondo del que no puedes salir, pero mejora... con el tiempo.

—¿Para ti mejoró? —vuelvo a verlo.

Hace una mueca.

—Es complicado...

—Si —susurro—. Lo mío también es complicado.

A pesar de que no digo nada más él entiende a qué me refiero. Vio los Juegos. Escuchó los comentarios de Blake, lo qué quiso hacer Einar.

—Tenemos todo el tiempo del mundo para eso —esta vez sonríe de manera juguetona—. Vamos a ser vecinos, ¿no?

Yo lo empujo bromeando.

Creo que todo el proceso será un poco mejor con Finnick a mi lado. Eso espero.

A los pocos minutos llegamos al distrito cuatro y a penas salgo del tren, los gritos de la gente me recibe, pero también el olor mar.

Busco con la mirada a Gia, empiezo a desesperarme cuando no la encuentro y miles de pensamientos e imágenes horribles invaden mi mente.

—Allí —apunta el rubio hacia un lugar apartado de todas las personas.

Llevo mi vista hacia donde señala Finnick. Es Dennis con Gia. Mi hermana.

Salgo corriendo hacia ella, haciéndome paso entre los demás habitantes del distrito cuatro que gritan mi nombre con emoción y triunfo cuando antes apenas podían mirarme.

La abrazo apenas llego donde se encuentra, ella me sujeta con fuerza y lágrimas se empiezan a formar en mis ojos.

—Volviste... —menciona contra mi cuello—. Sabía que ibas a volver, te extrañé tanto, Vee.

—Yo también te extrañé, Gia —mi voz suena cortada, un nudo se forma en mi garganta.

—Bien hecho, niña —la voz de Dennis hace que me separe de mi hermana.

Asiento en su dirección aún con los brazos de Gia rodeándome.

No hay señales de mi padre por ningún lado y me lo confirma él cuando niega con su cabeza.

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora