Capítulo 64

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No lloré cuando regresamos, tampoco lo hice mientras hablaba con Finnick todas las cosas que dijo mi padre. Los soldados no preguntaron por las armas que faltaban, ni por la pequeña mancha de sangre que había en mi mejilla. Cuando Gia llamó esa noche, todo continuó como estaba antes.

Así, como si nunca hubiera existido, mi padre se borró de la faz de la tierra. Y no me importa.

No. Me. Importa.

Estoy bien, hablé con Finnick sobre esto, de no estar arrepentida pero sinceramente... si él hubiese tenido la oportunidad lo hubiera matado. Creo que todos estos años nunca lo hizo por mi.

Pero lo maté. Desapareció de mi vida, ya no estará allí cuando vuelva al distrito cuatro. Si vuelvo al distrito cuatro.

Ese es otro tema.

De acuerdo a la presidenta Coin, las tropas están partiendo a la guerra. Katniss sigue entrenando, y aunque Coin le dijo que no luchará en el frente, es de opinión popular que Katniss aparecerá en el medio del campo de batalla. No importa si le prohíben hacerlo.

Johanna intentó unirse a los entrenamientos, pasar la prueba que demostraba que su estado mental estaba, justamente, estable. Pero no superó la prueba, al parecer nunca me dijo en el Capitolio que usaban también agua para torturarla. Le dejó un trauma.

Otra razón más para asesinar a Snow. La lista ya es larga y sigue aumentando.

Así que en cualquier momento estamos esperando la orden de Coín para partir hacia el centro de todo. Vamos a luchar.

Coin dejó bien en claro que Katniss se nos unirá en algún momento. Con tal de que pueda matar a Snow haré lo que sea. Incluso ser niñera del sinsajo.

Me dirijo al ala médica, Peeta está mejor aunque tiene un largo camino por recorrer todavía. Al menos no está más encerrado, sino que una cortina lo separa de los demás, como estaba al principio de mi llegada al trece.

Sus comisuras se levantan en una sonrisa cuando me ven.

—Panadero.

—No se vale, no tengo una profesión para ti —bromea.

—Bueno... de niña arreglaba botes, ¿eso cuenta?

—Entonces te diré arregladora de botes... suena horrible, Vee.

Suelto una carcajada.

—¿Cómo estás?

Su pelo rubio recuperó un poco el brillo que faltaba, sus huesos ya no sobresalen por lo que está comiendo sus comidas, tiene mejor aspecto aunque sus ojos no reflejan al mismo Peeta que antes. Hay momentos en los que se pierde en su mente, como sucedía con Annie luego de sus juegos.

—Bien.

—La verdad.

—Estoy bien... —suspira—. Solo algo cansado y aburrido. Todo lo que veo son estas cuatro paredes, bueno tres, una es una cortina.

Se acomoda en la camilla, apoyando la espalda en la pared mientras tomo asiento en la silla de al lado.

—No importa. ¿Cómo estás? ¿Cómo van las cosas con Finnick?

—Estamos bien, mejorando —sonrio—. Gracias por apoyarme todo este tiempo, eres un gran amigo.

—Y tu eres una gran amiga —inquiere—. Y puedo decir que ya te conozco lo suficiente, algo está pasando, ¿no?

—Partimos mañana —anuncio—. Finnick y yo, hacia la guerra.

—Oh. Una parte de mí decía que no ibas a luchar, pero eso era imposible.

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora