Capítulo 14

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—¿Estabas nerviosa?

Me giro cuando escucho la voz suave de mi hermana. Lleva dos coletas y sus mejillas están algo coloradas por el sol.

—Un poco...sí —contesto sincera.

Gia se acerca unos pasos y me rodea con sus brazos. Me agacho un poco para que pueda alcanzarme.

Ayer fue mi primera cosecha, y decir que estaba nerviosa es poco. A mi hermana todavía le quedan dos años antes de que su nombre ingrese. Pero el mío fue ayer y sentí como me iba a desmayar allí mismo. Sentí un gran alivio cuando el nombre de otra persona salió escogido.

Lo mismo con mi hermano, este fue su segundo año y el consuelo que sentí cuando no fue su nombre el que pronunciaron fue enorme. Lo lamento por el niño que tenga que ir a los 65° juegos del hambre, no creo que dure mucho, se nota que es uno de los más jóvenes este año.

—¿Vee? —dice aún abrazándome.

—¿Si?

—Te quiero —se separa un poco y sus grandes ojos verdes me miran.

—Yo también te quiero —sonrío.

Luego de eso desaparece por la puerta de mi dormitorio.

Suspiro.

Las cosas no están yendo bien en casa y que algunos de nosotros hubiese salido cosechado sería peor. Definitivamente no tengo ninguna oportunidad de ganar, tal vez Wade, pero no lo sé. No quiero averiguarlo.

Papá tiene problemas con el trabajo. No tuvo una buena temporada y empieza a notarse en la ropa que usamos y la comida que hay en la mesa. No es que seamos ricos, para nada. Pero la comida cada vez es menos, aunque él no nos diga nada.

Wade también se dió cuenta, Gia por el momento no entiende lo que está pasando, todavía es muy pequeña para preocuparse por eso. Pero no nos está yendo bien y no sé qué hacer para ayudar.

Salgo de mi habitación y me dirijo hacia la cocina. Gia se encuentra desayunando con papá. Wade habrá salido, porque no lo veo por ningún lado.

—¿No vas a comer nada? —la voz de papá me frena cuando estoy saliendo por la puerta.

Me fijo la poca comida que hay en la mesa, luego miro a Gia que está comiendo el pan que quedó de ayer.

—No, no tengo hambre —me encojo de hombros.

La cara de papá cambia a una expresión seria, está preocupado pero trata de no mostrarlo por nosotros.

—Hoy tengo una reunión —trata de sonreír pero sale más como una mueca—. Tal vez las cosas comiencen a cambiar —menciona en voz baja.

—Estoy segura que sí, papá.

Se levanta de la mesa y camina hasta donde me encuentro. Me mira por unos segundos y me estrecha en un abrazo. Enseguida le devuelvo el gesto.

—Ten cuidado, cariño —me besa la frente.

—Siempre.

Camino un par de calles hasta llegar a la playa. Se siente tan pacífico siempre en este lugar. Como las olas chocan contra un costado de las rocas y el sol calienta la piel.

De todas las cosas malas que están pasando vivir en el cuatro se siente un privilegio, solo por tener la posibilidad de estar cerca del mar. Sin pensarlo dos veces entro al agua. Está algo fría pero enseguida me acostumbro y comienzo a nadar.

Podría haber ayudado pidiendo teselas, pero ni papá ni mi hermano me lo permitieron. Lo mismo con Wade, papá no lo dejó. En serio quiero ayudar, pero no sé cómo hacerlo. Y me siento mal, desde que mamá murió papá tuvo que criarnos él solo, y aunque no lo diga sé que no fue fácil.

La Sirena del Capitolio | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora