《Kateye》
una palabra para referirse a una flor, las flores de Hibisco pandoriana. Significando Abundancia, alegría y bienestar. como su hijo, Kateye.
Neteyam y Ao'nung ahora tenían un nuevo reto al cual enfrentarse todos los días, llamado "vida de p...
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Neteyam caminaba tranquilo por las orillas del río, acomodando los pétalos de las pequeñas flores de hibiscos en sus manos.
Había dejado a Kateye un poco más temprano con Tonowari y Ronal, pidiéndoles que lo cuidaran por él. Su hijo de inmediato se fue a jugar con su tío Umiko, entreteniendose con los juegos que el hermano de Ao'nung (que ya tenía como 14 o 16) preparaba para él. Era muy amable, como Tsireya, pero a la vez tenía un toque muy a lo Ao'nung.
Podría no ser el chico más listo del mundo... pero tenía un enorme corazón, y era muy bueno cada que llevaba a Kateye a jugar con él, le hacía mucha competencia a Lo'ak entre quien era el mejor tío.
Les había agradecido por la ayuda con una sonrisa, indicando que ya regresaría por su bebé al caer el atardecer, como siempre.
Así fue como se dispuso a ir hasta el río, como cada vez que hacía a los 3 o 4 días de no haber asistido. Le tomaba una o dos horas estar allí, asegurando su pequeño cultivo de flores de hibiscos pandorianos, para tener siempre de donde cortar.
Se llevaba siempre consigo tres flores, siendo una en memoria de Nguway, otra por pekaya (como alguna vez llamó al viperlobo amigo suyo) y para un anónimo, siendo que este al nunca haber existido en primer lugar... no necesitaba un nombre.
Andaba tranquilamente hasta un pequeño pocillo donde el agua era mucho más fresca y agradable, pudiendo dejar caer allí todos los pétalos mientras que en su memoria, recordaba a quienes perdió.
Y no recordaba a ninguno con tristeza... si no con cariño y devoción.
Nguway había sido su fiel compañero desde los 14 años, un fuerte guerrero... que se había ganado muy bien su lugar junto a Eywa, y en su corazón.
Pekaya venía siendo aquel que, aunque intentase devorarlo , (encontrándose ambos en malos términos)... fue quien más le acompaño. Puesto que el viperlobo velaba por su seguridad y de vez en cuando le acompañaba al río durante esos largos años en que lo descubrió, rememorando a su bebé perdido junto a él.
Sonrió ante sus memorias, teniendo buenos recuerdos de un par de discusiones tontas con ambos animales, quienes parecían siempre entenderle y actuar como unos cachorros recién nacidos, o como unos viejos tercos, inflexibles y gruñones... pero cariñosos con él.
Los extrañaba mucho
Se agachó ante el pocillo de agua distraído, dejando las flores en el agua con cuidado y amor. Con aquello... ofrendaba a Eywa, e intentaba alegrar sus almas al mantenerlos vivos en su mente, queriéndolos aunque ya se hubiesen ido.
