❜ ⌗ dificil de explicar ⌗ ❜

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Sobraba decir que para cuando terminaron

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Sobraba decir que para cuando terminaron... El omega quedó rendido y adolorido, dejándole ver su carita sonrojada y avergonzada entre las sábanas con las que se escondía.

Le tomó un par de horas matar el calor, dejando a su pareja agotado y sin fuerzas para levantarse.

Pero por unos buenos días.

Él se lo había advertido desde antes, y Neteyam siguió toqueteando su límite, se lo había buscado por completo.

— bestia — le escucho decir con la voz ronca, teniendo destrozadas las vías vocales con tanto grito y gemido. Aquello le hizo reír mientras se ponía de píe.

— no fui yo quien suplicó por más hace unas dos horas — le recordó, sonriendo divertido al ver su enorme sonrojo y labios apretados en un lindo puchero que no dudo en besar, enternecido — "metela de una vez" — burló con una vocecita chillona, haciendo que el otro terminará por esconderse completamente, avergonzado. Ao'nung rió divertido y le beso donde sabía estaba su hombro, por sobre las sábanas.

— te odio — murmuró el otro, provocando que sus risas sólo acrecentaran más.

— yo también te amo, bebé — prosiguió a decir tras unas cuantas carcajadas, estando bastante fresco y ya sin mal humor alguno como el de la mañana.

Y como tener mal humor, después de tremenda sesión antiestrés.

— mejor vete a buscar a nuestro hijo ya — le contesto de mala gana, asomando la carita otra vez y denotando adorable, con las mejillas rojitas y regordetas al hacer presión en estas con las sábanas envueltas.

No pudo evitar tomarle el rostro con una de sus manos y robarle un pequeño beso, encantado.

— como mande el capitán — canturreo de forma alegre y haciéndolo sonrojar más, si es que se podía.

A él le encantaba la manera de ser de su Neteyam, cada que terminaban por consumir alguna calentura que siempre se llevaba a más.

El omega se enojaba (apenas, y fingiendo) y siempre se ponía tímido o se ruborizaba con gran facilidad. Además de que después le costaba levantarse y andar, pareciendo un lindo cervatillo que a duras penas sabía caminar.

Se dispuso a dejarlo sólo para ir por Kateye, revisando algunas cuantas marcas que tenía por aquí o por allá que tendría que cubrir, para no ofrecer explicaciones. La espalda le ardía y parte del cuello también, gracias a cierta mordida de un Omatikaya desesperado.

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