Capítulo 8: Adonde nos lleva las calenturas.

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Capítulo 8: Adonde nos lleva las calenturas.

【Paulette】

Zion me toma de la mano, empezamos a caminar.

—¿Por qué desapareciste? — Pregunto enojada y algo indignada, sin embargo, no lo demuestro le miro y él tiene una cara pensativa. Coloco mi cara muy seria, no soporto lo insensible que es.

—Estuve ocupado. — Se excusa, me suelto molesta me cruzo de brazos y acelero mi paso. Este igualado piensa que soy una mujer pendeja, me ofende que me tome por ignorante.

—Oye, en serio estuve ocupado. — Se sigue excusando no lo quiero ver, no quiero saber nada de él. Lo odio. No sabe lo que me hace sentir, él es muy despreocupado no se interesa realmente por nadie.

—Ah, con qué no me vas a prestar atención. — Lo último lo dice en un tono de broma lo que me preocupa y volteo.

Él me toma de la cintura y me carga como costal de papas.

—Suéltame, suéltame. — Le exijo, le golpeo la espalda baja, le golpeo las nalgas para que reaccione, él como me está tapando con una mano mi falda para que nadie vea lo que tengo dentro y con el otro recibo nalgadas bastante provocativas.

—Deja de oponerte, ¿Sabes?, te diré una frase que no le digo a nadie. — Su anuncio me asusta, ya que, viniendo de Zion, todo es posible.

—No haré nada que no quieras. — Llegamos a la entrada de la casa y me baja con cuidado, tambaleo un poco, me agarra los hombros para que no me caiga, clava su mirada oscura en mí, tratando calar hasta lo más profundo de mi alma.

—Bésame. — Le ordeno, sin titubear, sin rechistar arquea una ceja, entrecierra los ojos.

Rodeo con mis brazos su cuello, me acerca poniendo sus manos en mi cintura y después en mi zona lumbar.

Me mira como si estuviera apreciando cada facción de mi rostro, cierra los ojos y lentamente se acerca a mí. Imito tal acción antes de llegar a mi comisura de mis labios dice...

—Eres solo mía. — Su confesión derritió mi helado corazón, sin poder aguantar más junto a mis labios con los suyos acariciándolos, sintiéndolos, tan suaves como lo son los algodones de azúcar que venden en el parque de atracciones y tan exquisitos como un tiramisú.

Pasa su cálida lengua por mi labio inferior pidiéndome permiso, accedo, nuestras lenguas se rozan, juguetean, saboreando cada espacio de nuestras bocas.

Se separa de mí para tomar aliento, no obstante, no pierde ni un segundo cuando comienza besando desde mi mandíbula hasta mi hombro dejando un camino de besos y chupetones.

Creciendo un fuego en mi interior me subo a él y rodeo mis piernas en su cintura, tomándome de los glúteos empieza a caminar hacia la entrada de la casa, besando su manzana de Adán, todo su cuello, su clavícula.

¡Pum!

Suena estruendosamente la puerta, sé que no es Zion porque aún estamos en el porche de la casa.

—¿¡Qué diablos están haciendo! — Pregunta una voz muy familiar a mis espaldas?

—Mmm...— Escucho como Zion tarda en pensar una respuesta, trato de voltear la cabeza, pero se me hace imposible ver quien está frente de nosotros.

—Saben que la regla número uno de la casa es no coger entre nosotros. — Gruñe la voz femenina familiar, decido bajarme para ver finalmente quien es, volteo y es Alba con una cara de demonio.

—Tienes razón. — Mascullo sin bajar la mirada, tomándole la mano a Zion con fuerza.

—¡Entonces entra! — Me ordena Alba, pero con una mirada de desaprobación, niego con la cabeza.

El chico de la habitacion 04Donde viven las historias. Descúbrelo ahora