Capítulo 10: Siempre estás donde estoy yo.
【Paulette】
Después de hacer deportes fuimos a los vestidores y a los baños.
Debo de decir la verdad, estos baños carecen de total privacidad, son muy incómodos y cuando la gente tiene vista de tus partes íntimas y una que otras se te quedan viendo tu parte de atrás.
Esto me hace sentir mal porque no estoy acostumbrada al exhibirme en frente de nadie, ya que soy de las que no han dado nunca el siguiente paso, por eso es que tengo la cinta imaginaria en la frente que dice recatada.
—No te preocupes, yo te cubro. — Me dice Alish extendiendo mi paño mientras que termino de darme el baño.
—Tranquila, después yo te cubro a ti. — Digo mientras que me quito el champú y el jabón de mi cuerpo, lo más rápido posible, parezco un caballo desenfrenado y todo para salir de esta embarazosa situación.
—Termina rápido que me estoy cansando de sostenerte la toalla. — Me apresura Alish, abro los ojos para verle, me quema el champú.
—Su madre esta vaina arde — Me quejo quitándome rápidamente todo lo que tengo encima. Y en verdad lo hago lo más rápido posible, pero no me ayuda mucho la temperatura del agua que pareciera que la han sacado del congelador.
—Listo, ya lo hice. Me enrollo en el paño, busco la toalla de Alish para taparle. Porque cumplo mi promesa, debo de devolverle el favor.
—Vamos. — Le animo, volteo para que no tenga vergüenza de desvestirse, a lo lejos en la puerta de los...
«Mmm... ¿Cómo llamarlos?... ¿Baño/Vestidores?, no sé cómo llamarles verdaderamente».
Un pelirrojo, no diré cuál, está hablando con una chica Semi - descobijada, me emputo les clavo a ambos, una mirada penetrante, como que Zion me siente y sube la mirada buscándome no me importa, volteo dirijo mi mirada a mis pies descalzos pisando la cerámica del piso blanquecino.
«Ya van dos strikes o no sé cuántos, pero no me puede afectar».
Me recalco, una y otra vez, pero su purísima madre me quema, me arde que...
«Ahh... Nocivos celos de pacotilla ni con mi primer novio sentí todo esto, no sé por qué tengo estos sentimientos por ese pendejo».
—Tu cuerpo es de una diosa, mi pequeño melocotón. — Me susurran al oído y todo este fuego, todo lo que ardía en mí, se ha helado, no puedo mover ni un músculo. Este imbécil se me acerca a que, no lo sé.
Siento como sus manos pasean desde mi espalda baja hasta mi cintura, sujetándome, pegándome contra él y sintiendo su rigidez muy dura en mi zona lumbar.
Trago grueso, cierro los ojos con dureza, sosteniendo el paño con más fuerza para que Zion no mire el cuerpo desprotegido de Alish. Aunque cada vez me siento más débil, ya que está dejando un camino de besos desde mi clavícula hasta mi cuello, así llegando a mi mejilla y con su mano derecha me toma del mentón y hace que lo miré.
—Abre los ojos. — Me ordena. Y no sé si resistirme.
No puedo con esa voz, tan masculina, gruesa y ronca, así que abro con lentitud mis ojos para encontrarme con un Zion muy sonrojado, con las orejas todas rojas.
Lo que hace que ahora yo sienta mis mejillas arder.
—Hazte responsable por lo que causaste. — Me mira con lujuria y poder, lo que me derrite y hace que mis brazos tiemblen.
«Malvada sea, porque le estoy otorgando poder a este hombre que no sabe que es lo que quiere o por lo menos a mí no me convence».
Lo beso como si no hubiera un mañana, arraso con su labio inferior comiéndomelo con deseo y hambre, pasando mi lengua por su labio inferior, acepta y lo saboreo como si fuera mi helado preferido.
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El chico de la habitacion 04
RomancePaulette Baudelaire. Chica normal, con una vida normal. Sin embargo, tiene una de las familias más poderosas en Noruega, la cual la motiva zafarse de la sombra de su apellido y crear su propio camino y reconocimiento. Sin importar quien se le ponga...