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Chava, quién esperaba en la sala del hospital comenzó a sospechar que finalmente habían dejado pasar a su compadre, así que se levantó y fue a la máquina expendedora más cercana. Ese día apenas había disfrutado el desayuno y habían corrido a Tejeringo, había estado de un lado para el otro y aún que ya había tomado agua de los garrafones que habían disponibles le apetecía algo dulce. Un té helado por ejemplo. Una vez lo sacó de la máquina pensó en sentarse nuevamente, pero creyó que realmente Tocino se veía extraño y si no habían noticias tristes entonces debía ser otra cosa. Fue directo a la salida del hospital y buscó a Tocino con la mirada, estaba sentado en las escaleras frente al hospital a una distancia prudente de la entrada, con unos lentes de sol y la gorra de la sudadera puesta mientras tenía un cigarro en la mano y definitivamente se notaba cabizbajo. Chema fue a sentarse junto a él.

-Hola, ¿Necesitas algo?-. Preguntó Tocino, quien había captado su presencia inmediatamente.

-Solo venía a hacerte compañía-. Se acercó más a él. -Dejaron entrar a Chema y no quería que estuvieras solo aquí afuera-. Tocino sonrió levemente. -¿Te sucede algo?-.

Chava vió a Tocino algo indeciso, dió una calada al cigarrillo y luego habló. -En realidad debo preguntarte una cosa-.

Chava sintió que su corazón daba un vuelco. -Dime-.

-¿Me odias?-. Era una pregunta desconcertante.

-¿Qué?-. Chava lo miró. -No, por su puesto que no, ¿Por qué preguntas eso tan de repente?-.

-Bueno...hace rato que Don José y yo estábamos solos hablamos un poco, se veía alterado y dijo que era un encimoso y que por eso me odiabas-. Dió una calada profunda al cigarro.

Chava estaba ligeramente molesto por como había actuado Chema, si bien era cierto que a veces se sentía incómodo por tener tanta cercanía de repente, tampoco era verdad que le odiara por eso. -Mira, eso no es lo que está pasando-.

-¿No?-. Los ojos de Tocino reflejaban una mezcla de confusión y esperanza, aún que era difícil de ver a través de los lentes oscuros.

-No, bueno, si eres un poco encimoso-. La cara de Tocino se volvió algo aplastada por el golpe que habían sido esas palabras. -Pero eso no debería de ser tomado como algo malo, solo no estoy muy acostumbrado a eso-.

-Ah, comprendo-. Automáticamente el rostro de Tocino se vio más relajado. -¿Debería darte un poco de espacio?-.

Chava lo pensó un poco. -Tal vez, en realidad hay varias cosas con las que no me siento tan cómodo. A veces quisiera algo de tiempo para mí, entre el trabajo y que Chema ahora vive en mi casa, muy pocas veces puedo estar yo solo en algún lado-.

-Ya veo, puedo hacer eso-. Sonaba un poco más alegre.

-Ah y también...-. Chava bajó el tono de voz ligeramente sonrojado. -A veces es algo cansado seguirte el ritmo en la cama...-. agachó la cabeza y se encogió en sus hombros avergonzado.

-Oh...-. Tocino también se encogió un poco sonrojado. -Creo que me dejé llevar demasiado-. Ambos se quedaron en silencio por un momento, sintiéndose algo cohibidos. -Bueno, puedo ser menos intenso si eso es lo que quieres. No me gustaría que te sintieras incómodo conmigo-.

Chava asintió, feliz de haberse expresado y haber resuelto lo que le estresaba, al final el comentario de su compadre le había servido para algo. Tocino apagó su cigarro y quiso darle un gran abrazo a Salvador, pero en su lugar le dio un pequeño beso en la mejilla. Se quedaron un rato más sentados en la escalera, cuando de pronto Chava pudo observar a una muchacha que iba corriendo a toda prisa en dirección a ellos; cuando la tuvo más cerca pudo ver de quién se trataba. Era la encargada de su vestuario, Olga, quién había pasado al lado de ellos sin prestarles mucha atención y subiendo los escalones alterada para entrar al hospital.

Olga había recibido la noticia del ataque esa mañana y aprovechando que el director les había dado el día libre a todos decidió salir de su cómodo departamento y manejar su moto hasta Tejeringo, y aún que se había perdido un poco por el pueblo, había dado con el lugar rápidamente. Cuando se dirigió a recepción y pidió ver a Mariela pensaron en negarle el paso; sin embargo, habían revisado los registros de Mariela y se habían dado cuenta de que en realidad ella no tenía ni un solo familiar vivo. De toda una familia extensa solo quedaba ella por alguna razón, así que dejaron pasar a Olga después de preguntar a Mariela si quería recibir la visita.
Cuando Olga estuvo en el marco de la puerta se encontró de frente con Chema, casi se le bajó la presión al verlo. Aún que ella no era la encargada de sus vestuarios, si era una persona a la que ella le tenía bastante miedo por su aspecto y su manera tan tosca para hablar. Aquel hombre solo le hizo un gesto de despedida y salió de la habitación sin decirle nada, cosa que ella agradeció.

Cuando vió a Mariela casi no la reconoció, era una persona completamente diferente a la que había visto en sus fotos o al día que apareció en su departamento. Estaba ojerosa y con la mirada perdida, pálida y acostada sobre su costado derecho. Mariela alzó la vista para ver a Olga el la puerta y pareció que sus ojos volvían a la vida.

-¿Olga?-.

-¿Sí?-.

-¿Qué haces aquí?-. Mariela se levantó para sentarse en la cama, aún mirando a Olga con la boca entreabierta y pensando que en el momento en que parpadeara ella desaparecería.

-Vine a verte-. Dijo en un tono algo obvio, aún que le sorprendía que estuviera tan extrañada de verla ahí parada cuando los mismos doctores le habían preguntando a ella si podía pasar. -¿Cómo te sientes?-.

Esa pregunta pareció ser la gota que había derramado el vaso, las lágrimas comenzaron a salir de los ojos de Mariela, Olga comprendió de inmediato que todo aquello que había vivido le iba a dejar una marca, una que no solo era física.
Se acercó a intentar reconfortarla, sin saber si tocarla o no, acercó la mano lentamente a su mejilla esperando no molestarla, pero Mariela la dejó acariciar su mejilla.

-No te preocupes, ahora estás en un lugar seguro-. Le dijo Olga. Mariela levantó la vista una vez más para mirar los ojos de la persona que la acariciaba con tanta delicadeza. -No dejaré que nadie te vuelva a lastimar-. Mariela pareció reaccionar y de inmediato abrazó con fuerza a Olga, escondiéndo su cara entre su cuello.

Lencha solo podía mirarlas atentamente. Ver cómo la chica con la que había compartido la cama una noche estaba ahí abrazando tan tiernamente a su mejor amiga le había ocasionado un sentimiento extraño, uno repulsivo, pero no el mismo tipo de repulsión que sentía hacia Chava de manera casi obsesiva, está vez sintió un pequeño nudo en alguna parte entre su pecho y la garganta.

por qué somos muy machos! | Human Huevocartoon | (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora