oasis

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Mariela nunca había despegado un pié de esa casa, había puesto tanto empeño en hacerla suya una vez la tuvo para ella sola que nunca en su vida había considerado que tendría que dejarla. Al principio pensó que era por su propio bien, pero en el momento de cargar las cosas al auto y tener que darle un último vistazo simplemente no quiso salir de ahí.
Recorrió cada rincón, cada pared albergaba cientos de recuerdos, pero por última vez quiso visitar su recuerdo favorito. La mesedora de su abuela.

Había reemplazado prácticamente todo de aquella casa, cada mueble había sido sustituido, cada espejo, pared y hasta el piso habían sido cambiados a su gusto, pero esa vieja mesedora que rechinaba permaneció ahí, en la esquina favorita de su abuela. Mariela había odiado a toda su familia, pero esa señora mayor era la mejor madre del mundo. Cuando se raspaba las rodillas ella se encargaba de curarlas y darle un beso en la frente, si tenía un mal día ella le preparaba su comida favorita, la llenaba de regalos el día de su cumpleaños aún cuando todos los demás lo olvidaban, pero lo más importante es que aún cuando se enteró de su secreto más profundo la aceptó sin siquiera pensarlo. Su abuela era la única que sabía sus sentimientos por Lencha desde que tenía 15 años.

Por una serie de sucesos desafortunados, su abuela dejó caer su diario por accidente en la página donde relataba todo lo que sentía por Lencha, su abuela la llamó y en esa misma mesedora le dió un beso en la frente y le acarició la mejilla mientras le decía que no había nada de malo en ella, pero que debía tener cuidado con que la gente lo supiera, las palabras de su abuela fueron: "La gente es cruel y horrible cuando descubren una pequeña diferencia en alguien. Si alguna vez se enteran, corre y no dejes que te atrepen".

-Lo siento abuela, se enteraron, todos lo saben ahora-. Se sentó una última vez en la mesedora y se dejó llevar por el vaivén y el rechinido que siempre le habían resultado familiares, era increíble, pero aún con el enorme nudo en la garganta no era capaz de llorar. -Debo correr-.

Una vez salió de la casa, cerró la puerta con llave. Aún que realmente estaba segura de que una vez fuera del pueblo su casa no tardaría mucho en arder. Se subió al auto, donde Lencha ya la esperaba de copiloto.

-¿Te encuentras bien?-.

-Sí-. Dijo Mariela de manera seca.

-Lo siento mucho, se que adoras está casa-.

-No te preocupes, de todos modos no tenemos otro camino. Si nos quedamos aquí quien sabe si seguiremos con vida en un mes-.

-¿Segura de que quieres dejar la mesedora?, Puedo pedirle la camioneta a José y traerla mañana, o dejarla encargada con Briana y después venir por ella...-.

-Briana no lo hará, intenté llamarla pero no contestó, incluso la busqué en su casa pero en cuanto abrió y me vio cerró la puerta, a demás...creo que es momento de dejarla ir-.

Hubo un corto pero incómodo silencio.

-No te preocupes, las personas que amamos siempre están con nosotros-.

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-Y tengo las 8, gané-. Dijo Chema, quién dejaba caer sobre la mesa los 4 ases de la baraja.

-Ah, no es justo. Hoy te levantaste con suerte-. Le dijo Tocino, quién dejaba ver qué solo necesitaba un 3 de espadas para ganar.

Ambos habían intentado acercarse el uno al otro sin mucho éxito varias veces, eran como dos mundos completamente distintos que solo se unían por Chava; sin embargo, recientemente habían encontrado una manera de convivir por medio de la baraja, nunca apostaban nada pero se lo pasaban bastante bien.

-Vamos niño bonito, no puede ser que tengas tan mala mano-. Dijo mientras volvía a barajear las cartas.

Chava solo los miró un segundo antes de salir a su jardín, estaba feliz de verlos y saber que aún que los dejara solos aún intentarían llevarse bien.

A Chema se le fue la mirada de la bajara por un momento y algunas cartas se desparramaron torpemente sobre la mesa, Tocino supo inmediatamente lo que había causado aquella distracción.

-Es un tipo muy lindo, ¿No es así?-. Le dijo Tocino.

-¿Eh?-.

-Salvador, es bastante guapo-.

-Ah... sí-. Chema estaba nervioso, no es exactamente el tipo de conversación que quieres tener con el novio de la persona que te gusta. Removió sus dedos torpemente encima de la bajara intentando volver a agarrar el ritmo.

-Oh vamos, no hace falta que finjas demencia, lo sé todo-. Finalmente acorraló a Chema con sus palabras.

Chema suspiró. -Mira, si quieres empezar con esas mierdas de ser celopata no es necesario, estoy fuera del camino-.

-Hombre no, no es lo que estoy intentando decir. En realidad quiero disculparme por entrometerme en todo esto, estoy seguro que al inicio me odiabas precisamente por haberme puesto en medio y si ahora me toleras es solo por él-.

Chema casi quiso arrancarse las orejas después de escuchar eso. -Oye, no es necesaria la disculpa-. Suspiró. -Es verdad que te detestaba por haber aparecido en la vida de Chava, pero realmente no tenía ningún derecho a estar enojado con ninguno de los dos, cuando tú apareciste yo estaba en un momento donde quería complacer a mi ex-mujer y prácticamente la paseé enfrente de él sin tomar en cuenta como se sentía respecto a eso, y después de que empezaste a hacerle compañía dejé de pensar con la cabeza. El merecía a alguien como tú, alguien que lo eligiera; es feliz contigo y no voy a meterme con eso-.

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En cuanto Mariela vió la nueva casa pensó que estaba soñando. Ella nunca habia pensado que algún día podría pisar esa casa para quedarse, la última vez que había estado ahí había sido para sacar las cosas de Lencha y era casi poético que ahora tuviera que volverlas a meter.

La casa estaba prácticamente igual a como la habían dejado, a excepción de que ya no había sala, comedor, no había televisión y tampoco había ningun servicio pagado; el plan inicial era dejar esa casa abandonada, así que solo cancelaron los contratos de agua, luz, gas, etc.
Estarían prácticamente a oscuras por la noche, pero por lo menos habían alcanzado a reestablecer el agua y el gas. Cocinar con la luz apagada y una vela al lado era una experiencia que Mariela había experimentado muchas veces, pero está vez se sentía completamente diferente, era como una humillación, como si el mundo se burlara de ella.

Lencha por su parte había estado haciendo varias llamadas desde que llegaron, Mariela no estaba muy segura de con quienes hablaba pero había pensado que lo más probable es que estuviera intentando contactar a alguien para que la ayudarán con algo, despues de eso realmente no quiso escuchar nada más de sus conversaciones.

La primer noche ambas compartieron un colchón que Mariela no sabía muy bien de dónde había salido, tal vez alguien lo había traído y ella no se había dado cuenta, de todos modos era como si su cerebro se hubiera puesto en piloto automático, lo único que si recuerda es que mientras ella finjir estar dormida para evitar cualquier conversación pudo escuchar a Lencha murmurar.

-Siento mucho que haya pasado todo esto, es prácticamente mi responsabilidad y te arrastré conmigo-.

por qué somos muy machos! | Human Huevocartoon | (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora