48

126 14 37
                                    

-No pensé que dejaría cosas en la casa- dijo Chema.

Habían llegado a casa de Chava y Chema había tardado un poco en recuperarse de el encuentro.

-Bueno, no podía llevarse todo el clóset- le dijo Chava que estaba sirviéndo azúcar en su café -¿Qué vas a hacer con la ropa?-.

-No lo sé, pero no quiero tenerla ahí-.

-¿Y si la vendes?-.

-Me da hueva- dijo Chema restregando se los ojos.

-Regalala entonces-.

-No tengo a nadie a quien regalarle tanta ropa de mujer-.

Chava se había quedado sin ideas, era lo único que se le ocurría para hacer con tanta ropa, a no ser...-Tal vez Majo le de un buen uso-.

-¿Majo?-.

-María José-.

-Compadre, yo me llamo José María- le contestó Chema bastante molesto.

-No seas baboso, María José del Rosal- Chava pudo ver en la cara de su compadre que ya había entendido de quién hablaba -Ella tiene una fundación y a veces anda haciendo cosa para recolectar dinero, puede que a ella le interese un buen cargamento de ropa-.

Chema lo pensó por un momento, tal vez sería una buena manera de deshacerse de todo eso, sería como hacer caridad de alguna manera -Bueno, si ella quiere la ropa entonces dile que la tiene-.

Chava de inmediato sacó su celular para mandar un mensaje a María cuando se detuvo súbitamente, repasó esas últimas palabras que su compadre le había dirigido, había dejado de ser tan formal aún que Chema no parecía haberse dado cuenta.

------------

El proceso del divorcio estaba siendo más difícil de lo que Chema tenía en mente. Cuando sé casó con Lencha lo único que necesitaron fue una persona del registro civil y 4 personas que funcionaran de testigos, firmar un acta y listo, casados; todavía recordaba perfectamente como habían sido su boda, en la mañana había sido todo un caos, todo mundo estaba preparando los últimos detalles y por alguna razón se había perdido el velo y el ramo de flores de Lencha, aún que habían sospechas de que su misma madre había los había escondido.
Aquel día por ahí de las 12:00 del día hicieron una pequeña ceremonia social en donde la persona del registro civil había asistido para casarlos legalmente. Había sido una pequeña celebración para después dar pasó a la gran boda religiosa que se hicieron en la capilla del pueblo, había asistido un montón de gente y ni hablar de la enorme fiesta que se hizo, Chema estaba completamente seguro que a la fiesta habían asistido más personas de las que habían invitado.
Solía pensar que esa boda significaba el comienzo de una vida llena de bendiciones y felicidad, ni hablar cuando se enteró de que Lencha estaba embarazada; de alguna manera pensó que todo sería sencillo. Pero no lo fue, y el gran colmo era la gran cantidad de tiempo que estaba perdiendo en el juzgado intentando que alguien lo divorciara.

Mientras estaba sentado en una escalera donde constantemente pasaban personas llevando montañas de papeles y archivos, se dedicó a observar al resto de personas que como él también esperaban a que atendieran su caso. El lugar estaba repleto de personas explicando el por qué de su separación, unas más feas que otras; también podía ver niños pequeños que acompañaban a esos matrimonios por razones que desconocía. Ver niños siempre lo volvía débil y por una vez se permitió pensar en el suyo, su pequeño António.
Cuando nació el era el más emocionado de todos, no le importaba si era un niño o una niña, ni como se viera, no le importaba como fuera, solo estaba feliz de tener una familia, pero António ya no estaba. Se detuvo a pensar en si algo hubiera cambiado de haber estado vivo, tal vez la relación con Lencha sería mejor o al menos quería pensar en la posibilidad de tener mejores recuerdos de su familia.

Después del juzgado en donde simplemente le dijeron que hacía falta papeleo, fue directamente a casa de Chava. Aquella casa se habia convertido en la suya prácticamente, había pasado cerca de un mes desde que había dejado su propia casa, tenía una recámara, había llenado el closet con su ropa, su cepillo de dientes estaba en el baño al lado del de Chava, y para su desgracia, también estaba el cepillo de Tocino.
No era que realmente Miguel viviera ahí, sólo se quedaba a dormir con Chava de vez en cuando; la primera vez que vio a Tocino en el desayuno fue la peor de todas, se sentía sumamente incómodo y extraño, aún que ninguno de los dos fue grosero con él otro, había aprendido a tolerarlo un poco, aún que de vez en cuando Tocino parecía demasiado amable con él.

Al entrar a la casa se dirigió directamente a la sala de estar, dónde se desparramó en uno de los sillones.

-¿Cómo te fue?- se escuchó la voz de Chava desde otra habitación.

-Horrible-. Le respondió Chema completamente cansado.

-¿Ningún avance?- Le dijo Chava, quién había aparecido en la sala.

-Bueno, al parecer ya se inició el proceso, debo traer a Lencha para saber cómo se van a dividir los bienes y todo eso, maldito sea el día en que dije que casarnos con bienes compartidos era buena idea-.

Chava lo miró mientras torcía la boca, ver a su compadre tan cansado en sus vacaciones no era algo agradable, sobre todo por que aquel proceso realmente parecía no avanzar nunca -¿Y que crees que Lencha quiera llevarse?-.

-No lo sé, pero no me importa, solo quiero que esto se termine. Es una tortura estar parado ahí, ni siquiera tiene bancas para esperar a que te atiendan-.

Chava suspiró, pensó en subirle un poco el ánimo y le propuso pedir a domicilio sus hamburguesas favoritas, de inmediato pareció estar de mejor humor. El resto del día fue prácticamente de limpieza y sobre todo, era día del cuidado de jardín. Aún que Chava no deja que Chema ponga un solo dedo en su jardín, Chema jamás había sido bueno con las plantas; de hecho, el frijolito que lo hicieron plantar cuando era pequeño jamás creció, lo intentó una y otra vez pero todos esos pobres frijoles solo se pudrieron en los frascos. Incluso intentó con tener cactus pero de alguna manera terminaban ahogados o completamente secos, solo se sentaba a hacerle compañía a Chava y hablar con el mientras el podaba el césped o arreglaba los arbustos.

----------

Olga estaba completamente segura de que en cualquier momento aquella mujer con la que había estado hablando por mensajes en algún momento se esfumaría de la faz de la tierra. Mariela era simplemente perfecta a ojos de ella, era una persona segura de si misma y con una gran pasión por su trabajo, siempre esperaba a que le contara algo de su vida, lo que fuera le parecía interesante. Recopiló todo lo que sabía sobre ella en una lista mental.

1. Mariela y Lencha habían sido amigas desde niñas, prácticamente habían crecido juntas. Aún que no podía entender cómo es que alguien tan amable como Mariela podía ser tan amiga de alguien tan temperamental cómo Lencha, alguien a quien Olga tenía mucho miedo.

2. Es maestra de kinder, de hecho, adora a los niños aún que curiosamente nunca se interesó en tener hijos propios. Siempre está capacitándose de todas las maneras que puede para educar a los niños.

3. Toda su vida estuvo en Pueblo Quieto y que en realidad nunca se había alejado tanto de ahí hasta el día que fue a su casa por Lencha, lo más lejos que iba era a Tejeringo y algun que otro pueblo cercano. Aún que en realidad Olga nunca había escuchado de aquellos lugares.

4. Le encantan las suculentas, los cactus, decorar su casa y las manualidades, cada vez que veía sus fotos en redes sociales podía ver qué se encontraba cubierta de pintura, encargándose de sus plantas o haciendo algún material a mano para sus clases.

Mariela le parecía particularmente alegre, muy positiva en realidad.
Por el contrario, Mariela había encontrado el Olga a una persona bastante ensimismada, alguien que se hacía pequeñita cuando los demás estaban cerca de ella, aún que de vez en cuando demostraba una valentía que le parecía simpática. Nunca había conocido a alguien que tuviera tantas perforaciones en las orejas y que al mismo tiempo tuviera un miedo intenso por las agujas, era tan contradictorio que la hacía reír.

por qué somos muy machos! | Human Huevocartoon | (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora