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Después de encontrarse con Olga en el supermercado, Chava no pudo evitar pensar en el hecho de que en realidad si era muy extraño que de la nada ahora estuvieran los tres metidos en una relación tan extraña, él mismo no comprendía del todo como lidiar con la situación y ver cómo los demás reaccionaban tampoco le ayudaba de mucho.

-Chava, ¿Estás bien?-. Escuchó a Chema preguntarle.

-¿Eh? Sí, estoy bien, ¿Por qué la pregunta?-. Le respondió.

-Porque normalmente hablas como perico cuando estamos en el auto, comprendo que el niño este no hable porqué en cuanto ponemos un pie en el auto parece que le cortan la lengua, pero tú siempre tienes algo que decir-. Dijo Chema.

-¡Hey! Todavía puedo escucharte-. Intervino tocino, quién se tomó la libertad de hablar al estár en un semáforo rojo. -Pero tiene razón, no sueles estar tan callado, Miguel-.

-No es nada, solo tengo hambre-. Dijo Chava, en un intento por despistarlos y evadir la pregunta y volvió a mirar la ventana. En lo que contemplaba el exterior del auto pudo ver una persona muy parecida a Olga, pero no podía ser ella debido a que recién la había visto en el supermercado; solo había otra persona que conocía con aquella apariencia, pero no pudo identificarla antes de que el semáforo se pusiera en verde.

Llegando a casa de Tocino, Chava contempló el extenso jardín que había frente a la casa cubierto únicamente de pasto, un gran terreno completamente desaprovechado para su gusto. Entraron a la casa y Chema quiso adueñarse de la cocina casi de inmediato, estaba completamente dispuesto a defender que la receta de spaghetti con salsa verde que le dió su abuela era la mejor del mundo, esa mañana había resultado muy ofendido por el hecho de que a Tocino todas las pastas le parecían iguales.

-A un lado, niño bonito-. Dijo Chema intentando alejar a Tocino.

-Solo déjame decirte donde están las cosas, no seas tan terco-. Le respondió Tocino.

A Chava todavía le resultaba extraño verlos interactuar de manera tan cotidiana. A pesar de que ya habían pasado algunos meses desde que comenzaron a llevarse mejor, todavía le costaba sacarse la idea de que en cualquier momento encontraría a alguno de los dos con un cuchillo en medio de los ojos.
Los observó desde la entrada de la cocina, Tocino se paseaba alegremente mientras le conseguía a Chema lo que pedía.

-Chava-. Escuchó a Chema llamarle.

-Sí -. Lo miró, esperando que le dijera algo, el le devolvió la mirada.

-¿Puedes hacer una jarra de agua de limón?-. Chava puso una enorme sonrisa.

-Claro-. Era evidente que si había sobre la mesa la receta de spaghetti de su abuela, también tendría que haber agua de limón. Era la manera en que su abuela le servía ese plato siempre, él mismo llegó a probar esa receta de las mismas manos de la abuela de Chema cuando era niño. Habían comprado varios sobres de saborizante en polvo, obviamente no era lo mismo que el agua natural que tanto le gustaba a Chema, pero era lo más parecido que había.

Mientras removía el agua para disolver el polvo, sintió a Tocino rodearle la cintura con los brazos mientras le apoyaba la barbilla en el hombro, ni siquiera dijo nada, solo lo observó mientras removía el agua y de vez en cuando restregaba la cara cerca de su cuello de manera cariñosa. Cuando terminó de revolver y finalmente le puso hielo al agua, Chema los hecho de la cocina.

-Necesito toda la inspiración posible y la menor cantidad de gente estorbando-. Dijo de manera severa. Ambos lo observaron un momento desde la entrada de la cocina para contemplarlo un poco, iba de un lado a otro haciendo pequeños bailecitos.
Después de que Chema casi les aventara una cuchara se sentaron en la sala a ver la televisión, como siempre estaba en las noticias y para sorpresa de Chava, la noticia venía de Pueblo Quieto.

por qué somos muy machos! | Human Huevocartoon | (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora