51: Remordimientos

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/Castiel PoV/

     Una vez llegamos al hospital, dos enfermeros llegaron a llevarse a Nathaniel en una camilla.

     — ¿Él es Nathaniel Ferguson? —pregunta uno de ellos mientras ayuda a su compañero a colocar al chico.

     —Sí, yo he sido quien ha llamado hace un rato y he dado la valoración de daños inicial.

     —Perfecto, necesitaré que firme unos documentos. Pase dentro, por favor.

     Camino detrás de los enfermeros hacia el interior del edificio mientras Brown aparca el jeep. Una vez dentro no tarda en aparecer una señora con una larga bata blanca y una carpeta en la mano.

     —Capitán Castiel Foster, imagino —me recibe—. Soy la doctora López, estaré a cargo de Nathaniel. Necesitaré que firme estos papeles como su instructor a cargo.

     Me pasa la carpeta que lleva en la mano mientras los otros dos hombres se alejan atravesando una puerta con la camilla.

     — ¿Cuál es el procedimiento?

     —Ahora lo están llevando a una sala para un chequeo básico, si todo es correcto lo prepararán para llevarlo a quirófano lo antes posible.

     Estando en este lugar y con esta mujer hablándome de quirófanos comienzo a sentirme nuevamente intranquilo. Sabía que estaba mal, yo mismo lo revisé, pero mi mente no estaba preparada para procesarlo tan rápidamente.

     —No se preocupe —me tranquiliza notando mi inquietud—. Está en buenas manos y en principio no se prevé nada crítico. En cuanto tengamos más información se la haremos llegar, hay una sala de espera al fondo de este pasillo.

     Una palmada de Brown hace que repare en que ya ha llegado.

     —Vamos —propone, empujándome hacia la sala de espera que nos ha indicado la doctora antes de irse.

«...»

     Las horas se me hacen eternas esperando en aquel lugar y la compañía de Brown no resulta demasiado acompañante, aunque agradezco que se tome la molestia de esperar aquí conmigo en vez de volver a su trabajo.

     Por la puerta de la sala aparece una chica rubia aparentemente muy alterada, quien se acerca a ambos tan pronto como nos ve sentados.

     — ¿Dónde está? Me dijeron que viniese aquí pero solo estáis vosotros.

     —No puedes verlo aún, no ha salido de quirófano —explica mi compañero quien se ha levantado en un intento de calmarla.

     — ¿¡Qué!? ¿En quirófano? Nadie me había dicho eso —protesta, sin dejar de dar vueltas por la sala—. Necesito hablar con él.

     —Tranquila, Sucrette —me interpongo en su camino y la agarro por las muñecas para que deje de moverse tanto—. Va a estar bien.

     — ¡No lo entiendes! —vuelve a protestar, librándose de mi agarre de un manotazo.

     Kentin se ha acercado a nosotros vacilante, como si no supiese si debe o no reducirla y sacarla por la fuerza de aquel lugar antes de que monte un espectáculo. Sin embargo, eso solo empeoraría aún más la situación.

     —Está bien —le digo a mi compañero—. Vamos a tomar un respiro, ¿sí?

     Trato de ser amable, sé lo desesperada que debe estar por tener a su querido hermano en esta situación. La envuelvo con mi brazo y la saco de la sala, guiándola hasta el extremo del pasillo.

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