15: Expediente

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     Acabo de salir del último de los exámenes finales. Podría haber ido peor, con todo el ajetreo de estos días no le había podido dedicar todo el tiempo que hubiese debido, pero toda la práctica de estos años como empollón me han servido para aprovechar al máximo el tiempo de estudio.

     Hemos terminado por hoy, pues han suprimido las horas de estudio de la tarde, no tendrían sentido ahora que ya no teníamos nada para estudiar.

     Aun quedan unos días de clase antes de que volvamos a casa durante la Navidad, y nos han dicho que los usaríamos para aprender a disparar. Me muero de ganas, no puedo negarlo. Aunque me da miedo lo que pueda volver a sentir al tener de nuevo ese trozo de metal entre las manos, a que me recuerde cosas, como el incidente de la misión. Pero tampoco puedo quitarme de la cabeza la sensación que tuve la primera vez que disparé en el club de tiro, esa adrenalina corriendo por mis venas, el calor que desprendía el arma y el olor a pólvora que te rodea justo después de apretar el gatillo. Quiero volver a sentir eso, no me cabe duda.

     Igual por eso estoy caminando de nuevo hacia aquel campo, con mi hermana al lado, a pesar de que sabemos que no habrá nadie allí y ni de broma dejarán que nosotros practiquemos.

     Abrimos la puerta de aquel lugar, el vigilante nos mira por encima del periódico que está leyendo y enseguida vuelve la vista a él, sin prestarnos más atención. Caminamos hacia el patio trasero, donde se extienden las pistas de dianas fijas, como esperábamos, está vacío. Mi hermana camina a lo ancho de toda la sala y luego se apoya en una de las barreras, sé que ella también se muere de ganas de disparar.

     —Pronto podremos probarlo —trato de animarla.

     —Tú ya lo has hecho, has tenido toda una lección privada por parte de Foster.

     La veo hacer una mueca, ¿tanto le ha molestado que yo haya podido disparar antes? No, eso no es algo por lo que ella se molestaría. Tal vez si Foster estuviese hoy aquí practicando nos dejaría intentarlo, después de todo cuando hace unas semanas se unió a nuestro grupo fotográfico parecía bastante amigable. Tal vez lo habíamos juzgado mal y también tuviese su parte divertida.

     —Podemos ir a pedirle que nos enseñe ahora —bromeo. Ella frunce el ceño.

     La sigo a través de la puerta y volvemos a la salida, pasando por delante del guarda quien ni se digna a apartar la mirada de su periódico. "Podrían dispararle y ni se enteraría" pienso.

     Reparo en mirar a mi hermana, ha estado como tristona desde que salimos de los exámenes. Me detengo para llamar su atención, aunque tarda unos pasos más en darse cuenta de lo que he hecho.

     — ¿Qué ocurre?

     —Eso debería decir yo, estás rara —Ella esboza una sonrisa triste, confirmando mis sospechas de que algo le pasa ha ocurrido.

     —Creo que me han abierto un expediente —confiesa.

     — ¿Qué? ¿Cómo ha podido pasar? —Me sorprende lo que acabo de oír, mi hermana nunca ha sido de meterse en líos. Bueno, sí. Pero nunca tan graves como para que abran un expediente.

     —Le discutí a Foster... El otro día estaba de mal humor, él estaba por allí y vino a molestarnos como de costumbre... Y... no me contuve, le canté las cuarenta. Incluso traté de pegarle. Estoy muy harta de él, Nath.

     —Pero... ¿cómo?

     Creo que estoy en un sueño, no, en una pesadilla. ¿Cómo se le ocurre hacer tal cosa? Foster es un imbécil, hasta ahí concordamos, pero es nuestro instructor y puede jodernos mucho la vida si le da la gana. ¿Cómo no se ha parado a pensar en eso?

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