06: Ligando

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     La mañana siguiente es realmente tranquila, supongo que la mayoría estarán con resaca en sus cuartos, rezando porque se les pase antes de tener que volver a clases mañana.

     Dajan se ha levantado hace ya un rato, a pesar de que ha bebido algo anoche parece que cumplió su palabra de contenerse. Realmente me siento culpable por haberme ido sin haberlos avisado, pero tras mi encuentro con Foster en lo único que podía pensar era en desaparecer de allí lo antes posible.

     —Dajan... —le llamo tímidamente cuando lo veo volver del baño—. Siento haberme ido anoche sin avisar, yo...

     —No pasa nada —me sonríe, parece que lo dice sinceramente—. Dakota te vio irte, dijo que tenías mala cara. ¿Te encontrabas mal?

     —Sí, bueno... El ruido y las luces me hicieron ponerme un poco enfermo... —miento y no sé por qué lo hago, supongo que es más fácil que admitir que me ha sentado un poco mal que mi instructor me haya besado estando borracho.

     —Deberías habernos avisado de eso antes, podríamos haber salido más de vez en cuando para que te diese el aire o acompañarte hasta aquí.

     —Sí, lo siento. La próxima vez haremos eso. Tan solo pensé que podía manejarlo y no quería estropearos la fiesta —Bueno, esto no era del todo mentira—. Gracias por tomártelo bien.

     —No hay de qué. Y no tienes que preocuparte por eso, se supone que salimos a divertirnos y eso te incluye a ti ­—dice amablemente.

     Reparo en mirar el móvil y veo un mensaje de Sucrette, me pide que me reúna con ella en nuestro lugar habitual porque necesita hablar conmigo. Me despido de mi compañero y bajo hasta la división de los dos edificios, mi rubia hermana está apoyada en la pared, tecleando en su móvil. Cuando me ve hace una señal para que la siga y yo camino a su par hasta una de las zonas verdes del recinto, ahora mismo, más blanca que verde a consecuencia del invierno.

     — ¿Qué ocurrió ayer? Kim me contó que te había visto hablando con Foster y cuando nos dimos cuenta ya te habías ido.

     —Sobre eso... No ha sido nada, él estaba muy borracho y se ha reído un poco de mí. Ya sabes, ha estado metiéndome más caña desde lo de tu tobillo.

     — ¿Y qué te ha dicho que tanto te ha afectado? Sabes que te ayudaré a denunciarlo si ese imbécil...

     —No me ha dicho nada grave —la interrumpo—, simplemente no quería aguantar su aliento de vagabundo, por eso me fui.

     Parece que se lo cree. Estoy decepcionado conmigo mismo de haber llegado al punto de mentir a mi propia hermana, aunque técnicamente no es del todo mentira, es lo que realmente ha pasado, solo he omitido el beso. Solo ha sido un beso, un detalle sin importancia alguna que puedo simplemente olvidar gracias a que nadie conocido nos ha visto.

     —Está bien... Por cierto, siento tener que dejarte pero he quedado con las demás en un rato. Nos vemos luego, Nath.

     —No te preocupes. Adiós, Su —me despido.

     Se va correteando entre los árboles. Me parece increíble la facilidad que tiene de cambiar de papel de hermana madura y protectora al de niña de 5 años. Suelto un suspiro y reprimo una sonrisa, supongo que esto es lo que conlleva tener una hermana menor.

     Decido matar lo que queda de día en el gimnasio. Realmente me asombra todo el músculo que he conseguido en tan poco tiempo. A ver, no soy un musculitos pero ya he dejado de ser el niño enclenque que era antes. Los pulmones ya no me duelen cuando termino el entrenamiento y hasta puedo decir que me gusta gastar así la adrenalina. Antes de venir aquí apenas practicaba deporte, lo que hacíamos en Educación Física y poco más, es de las pocas cosas positivas que veo de este lugar.

     Al terminar me encuentro con Dake en los vestuarios, él es un amigo de Dajan de tercer año. Es rubio, bronceado y tiene unos ojos verdes que hipnotizan a todas las mujeres, quizás por eso tenga tanto éxito entre ellas. Es un ligón empedernido pero en el fondo es un buen amigo y resulta divertido estar con él, anima bastante a todo el grupo.

     —Ey, hola. ¿Tú también estabas entrenando? —me pregunta mientras termina de cambiarse de ropa.

     —Sí, ya he terminado.

     —Yo también, he hecho mi entrenamiento especial para atraer gatitas —alardea. ¿Gatitas?

     Salimos juntos del edificio. Con las bolsas deportivas aun colgando en nuestras espaldas damos un rodeo antes de volver a nuestros cuartos. Pasamos por la zona de bungalós donde se alojan los instructores, que está detrás de la zona verde más grande, la más alejada de la entrada principal. Hay quien dice que existen otras salida, pero parece ser algo que solo sepan los instructores.

     El grupo de amigas de mi hermana está paseando por allí también, nos saludan con la mano en cuanto nos ven y enseguida se acercan para charlar con Dake. Va a ser cierto que su entrenamiento funciona.

     —Dime que no estás interesada en Dake... —Me aparo un poco del grupo para poder hablar con mi hermana, quien frunce el ceño en señal de desaprobación.

     — ¿Y qué si lo estoy? Ni Foster, ni Dake... ¡Nadie te parece bueno, Nath! —Ahora sonríe y sé que lo está interpretando todo. Me alivia, en parte.

     —Soy tu hermano mayor, es mi obligación espantar a todos tus pretendientes. Aunque reconozco que es mejor Dake que Foster...

     —En ese caso yo, como hermana pequeña, espantaré a todas las mujeres que se te acerquen.

     —Creo que no te llevará demasiado tiempo... —Finjo una expresión triste y ambos rompemos a reír.

     Miramos de nuevo al rubio. Está tonteando con dos de las chicas del grupo, rodeándolas con un brazo a cada una. Mi hermana chasquea la lengua y finge estar enojada.

     —Se han esfumado mis posibilidades... —Le doy un codazo, ella me mira y se echa a reír una vez más.

     — ¡Qué bien os lo pasáis, eh!

     Una voz nos interrumpe. Todos miramos al lugar de donde ha venido la tan familiar voz. El Capitán Mills está observándonos desde un poco más allá, detrás de él resalta el cabello rojizo de nuestro otro Capitán quien se va acercando con tranquilidad hasta ponerse a la par de su compañero.

     —Parece que algunos no entienden cómo funcionan las cosas aquí. Qué poco caballerosos... —continúa— ¿No os suena de algo la norma que prohíbe el romance entre los estudiantes?

     Me doy cuenta de que en algún momento el rubio se ha separado un poco de las chicas y ahora mira a los capitanes con impaciencia.

     —Deberíamos hacer algo. ¿No cree, Foster?

     —Creo que sería lo más apropiado —responde siguiéndole el juego.

     Ambos lucen serios pero se ve a leguas que lo están disfrutando muchísimo. Sea lo que sea que tengan pensado, no nos espera nada bueno.

     — ¿Qué propone, Foster?

     —Ya que están tan calientes, les ayudaremos a bajar la temperatura. Creo que sé la forma idónea —Se dibuja en su cara la misma sonrisa maquiavélica que vi el día de las pruebas, un escalofrío recorre mi cuerpo. Definitivamente no nos espera nada bueno.

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