34: Pasado

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     —Deberíamos buscar un nuevo lugar para quedarnos esta noche. No sería bueno que alguien note que nos estamos quedando en el cuarto de la limpieza.

     El pelirrojo ha hablado mientras caminábamos tranquilamente por las calles, sin prestar demasiada atención a lo que ocurría a nuestro alrededor, tal como haría un grupo común de civiles.

     — ¿Qué propones, buscar otro hotel? —contesta el otro capitán.

     —No, con cambiar de cuarto creo que será suficiente. Tal vez la caseta de la piscina puede ser buena opción.

     — ¿Esas cosas no son del tamaño de un baúl o así? —hago notar, visualizando mentalmente el gran baúl de plástico donde se guardaba todo el material de la piscina de nuestra casa.

     —Eso sucede en las casas. Pero lo normal en los hoteles es que sea más grande, con un vestido para el personal y sitio para guardar las hamacas y colchonetas.

     — ¿Entonces nos la jugamos? —inquiere con desinterés la rubia.

     —Nada de eso... —replica el chico, frunciendo el ceño— Un militar no deja las cosas al azar. Owen lo investigará esta tarde.

     El niño al que llevo de la mano mira a su tutor intrigado, como si lo que acabara de decir no tuviera sentido ni para un niño como él.

     — ¿Crees que soy un ninja?

     —No, mejor aún, eres un niño. Puedes fisgonear por ahí sin tener más problemas que una leve bronca con el socorrista.

     —Oye Castiel... No está bien que uses a un crío para que te haga el trabajo sucio... —le repente el mayor.

     Sin embargo, el rubio parece nada disgustado con la idea. Parece incluso que le divierte. Quién sabe, es solo un niño inocente, probablemente no sepa las consecuencias que eso podría suponernos a nosotros como adulto.

     —En ese caso, ¡esta tarde iremos a la piscina! —anuncia de la nada mi hermana.

     — ¿Es el momento de las malas ideas? ¡Estamos en pleno invierno, ¿o es que no lo ves?! —protesta el pelinegro, perdiendo nuevamente la serenidad.

     —Ayer cuando volvíamos había gente en la piscina y eso que ya era tarde. ¿Por qué no iríamos nosotros?

     — ¿Porque tenemos el juicio sano?

     Ambos se han puesto ha discutir sobre quién tiene razón, mientras el pelirrojo se une a nosotros dos para evitar que lo involucren en su disputa.

     — ¿Cuánto vamos a quedarnos aquí? —pregunto, en un intento de evitar del tema de la riña.

     —Hasta que nos avisen de que es seguro que volvamos. De momento aún no sabemos con seguridad por qué ha pasado eso.

     —Evan dijo... es decir, mencionó que era culpa suya. ¿Sabes a qué se refería? ¿Ha podido ser porque se ha peleado en la escuela con los que lo causaron? —Dudo en si es buena idea preguntarle algo así. Aunque ya nos han metido de lleno en esto, no creo que suponga demasiado problema el que nos cuenten algo más.

     —No tengo ni idea. Nunca ha mencionado nada sobre el tema... —responde, pasando su mano por el pelo para acomodarlo.

     — ¿Queréis saber qué pasó? —nos interrumpe de pronto, sorprendiéndonos a ambos— En ese caso os lo contaré.

     Nos quedamos en silencio. ¿Estaba escuchando nuestra conversación? Al parecer sí. Lo miramos en silencio hasta que él comienza a hablar.

     —Hace un par de años me destinaron a una misión de infiltración en una organización clandestina. Supuestamente se encargaban de tratar pacientes con enfermedades raras con sus terapias, pero su actividad resultaba sospechosa y quisieron investigar —comienza a contar, tras acomodarnos en una plaza de ambiente tranquilo.

     »Consiguieron colocarme como vigilante en una de las naves en las que trabajaban para que consiguiese la información necesaria, hasta que el ejército pudiese actuar.

     »La verdad, al principio no paraba de pensar en que todos los miembros allí eran alguna clase de demonios o genios malvados que hacían eso por vocación. Pero, al pasar algo de tiempo, empecé a darme cuenta de que muchos de los que estaban allí solo trataban de salir adelante al no tener recurso alguno. Gente con carreras de medicina, enfermería, ingenierías... todos ellos abandonados a su suerte y a los que la organización les prometió una situación de estabilidad económica. Entre todos ellos, conocí a una mujer —se le ha dibujado una sonrisa amarga en su rostro.

     »Era una de las tantas enfermeras que había en aquel lugar, pero a diferencia de las demás ella nunca se acostumbró a la forma en que trabajaba la organización. Desde que la conocí, la vi sufrir innumerables veces cada vez que le administraba esa falsa medicación tan cara a esas personas a las que ya no les quedaban esperanzas, siempre forzando una sonrisa.

     »No pude evitarlo, me enamoré de ella y comenzamos una relación. Durante un tiempo todo iba bien y yo le prometía que algún día acabaría todo, que podríamos salir de la Organización y que encontraría un trabajo de enfermera real y podría ayudar a la gente, como ella tanto deseaba.

     »Pero cuando llegó el momento de desmantelar la organización, cometí un error y me descubrieron. Y como sabían que no conseguirían nada matándome, ellos le... —ha tragado saliva violentamente antes de continuar, ahora con un hilo de voz entrecortado. Se nota perfectamente lo importante que es esa persona para él—... Le dispararon, delante de mí... La vi morir y...

     —Ya basta —ordena su compañero con frialdad—. ¿Qué tiene que ver todo eso con lo que está pasando ahora?

     Me quedo de piedra. La historia de Mills me ha dejado la piel erizada, y que Castiel lo haya tratado tan duramente a pesar de que esté al borde del llanto no me ayuda a recomponerme. El pelinegro parece aún más asombrado que yo, pero se recupera rápidamente y prosigue su historia, adaptándola a las exigencias de su compañero.

     —Aún así ese día conseguimos desmantelar toda la Organización. Yo mismo me ocupé de volarles la cabeza a un número considerable de los beneficiarios —cuenta, está vez con rabia—. Sin embargo, hace unas semanas uno de los contactos de esa época me informó de la posibilidad de que algunos de los miembros que lograron escapar, estuvieran buscando vengar la muerte de su jefe. Buscándome a mí en concreto. Creo que lo que sucedió en la escuela y luego en la cabaña pudo ser un intento de esto.

     — ¿Y consideras que la fuente de esa información es de fiar?

     —Totalmente, me jugaría un brazo si fuese necesario.

     — ¿Por qué no informó de esto antes, Capitán? —ha dejado su papel de civil a un lado y ha recuperado el de superior implacable.

     —No pensé que...

     —Ha puesto en peligro la vida de cientos de militares y cadetes. Bajo mi punto de vista, no merece llamarse Capitán —prácticamente ha escupido las palabras en su cara. Se le nota realmente enfadado—. Me pondré en contacto con la base e informaré de todo esto. Ya discutiremos las consecuencias cuando todo vuelva a la normalidad.

     Se ha alejado de donde estábamos, dejándonos solos de nuevo y sin decirnos a dónde va.

     Miro al otro instructor, está hecho polvo. Mi hermanafrota suavemente su espalda en un intento de reconfortarlo, aunque dudo que esopueda hacerle sentir mucho mejor.

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