18: Ira

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Atención: en este capítulo hay una escena sexualmente explícita. 

Cuando publiqué esta historia hace años nunca llegué a desarrollarla, pero mientras la editaba me di cuenta de que sería interesante para saber más de ambos.

Para que los lectores a quienes no les agrade este tipo de contenido puedan evitarlas, añadiré una anotación en el texto localizándolas y que remitirá al extra correspondiente a los que sí estén interesados en leerla.

Podrán leer la escena en el "Extra 1", que encontrarán situado a continuación de los capítulos finales.

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     Toco dos veces en la puerta y entro, una mirada dura se posa en la mía y un escalofrío recorre mi espalda. ¿Qué hace él allí?

     No sé si entrar en la sala o salir corriendo lo más rápido que pueda. Mis piernas tiemblan en señal de que lo más favorable para mí es lo segundo. Ambos se han quedado callados, mirando como entro a la sala y me acerco a la camilla; mi hermana con pena, mi padre con rabia.

     —Nath... —rompió el silencio la rubia— ¿Qué haces aquí?

     —Quería pasarme antes del toque de queda. ¿Qué tal estás? —pregunto, tratando de ignorar el ambiente incómodo que reina en el ambiente.

     —Bien, no ha sido nada grave...

     Miro de reojo y veo como la mandíbula de mi padre se tensa. Parece que está a punto de tirárseme encima, aunque dudo que solo lo parezca.

     — ¿Por qué le has pegado a tu hermana?

     —Ha sido en un ejercicio de combate, papá... —explica en un intento de calmar el ambiente.

     — ¡Deja que él se explique! —la interrumpe.

     —Ha sido en un ejercicio, nunca le haría daño a propósito —repito.

     —Idiota... —gruñe— Te mandé aquí para que aprendas disciplina y me llaman diciendo que has mandado a tu hermana a la enfermería. ¡¿Crees que eso es lo que un hombre de verdad hace?!

     —Yo... —trato de decir algo pero las palabras no me salen.

     Mi padre se ha levantado de su asiento y la altura que me saca hace que solo quiera encogerme aún más. Yo no quería herir a mi hermana.

     — ¡No lloriquees, maldito! ¡Tendría que darte vergüenza!

     Ni mi hermana ni yo lográbamos que nuestro padre dejase de montar semejante escena en la enfermería, ya había incluso gritado a una de las enfermeras que se había acercado a ver qué pasaba.

     — ¡Vamos! No molestes más a tu hermana.

     Me ha cogido por el brazo y me ha sacado al pasillo. Estaba desierto, él había logrado espantar a todos. Me ha empujado y he caído al suelo. Me agarra por el cuello, obligándome a levantarme. Intento librarme de su agarre, pero no tengo la suficiente fuerza en las manos. Podría pegarle y eso sí serviría, pero no quiero hacerle eso a mi padre.

     Algo choca contra mis costillas, es la hebilla de su cinturón. ¿Cuándo se lo ha quitado? Me ha vuelto a tirar al suelo y esta vez el golpe acaba en mi espalda.

     —Yo te enseñaré a no manchar el nombre de los Ferguson. ¡¿Qué cara te crees que tenía cuando tu superior me ha llamado diciendo que tu hermana estaba en la enfermería por tu culpa?!

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