29: La Cabaña

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/ Sucrette PoV/

     Esa noche una gran tormenta estalló en el puerto de montaña, los truenos retumbaban haciendo vibrar las ventanas y filtrando un leve destello de luz por las ranuras. La puerta de nuestro cuarto se abre lentamente, para luego volver a cerrarse con la misma lentitud. Como se tratase de uno de los dos capitanes intentando asustarnos me iban a oír. Ellos y la gente del otro lado de la montaña, en especial si fuese ese degenerado pelo-teñido.

     A medida que el intruso se iba acercando a la cama me di cuenta de que era el renacuajo rubito. ¿Qué hacía colándose en nuestro cuarto en mitad de la noche? ¿Se había perdido? Se ha acercado al otro lado de la caja, donde estaba mi hermano durmiendo.

     — ¿Puedo dormir aquí?

     Lo susurró tan bajo que temía incluso que no lo oyese, pero, para mi sorpresa, mi hermano asintió y levantó las mantas para que el pequeño se acomodase a su lado a modo de repuesta.

     Era extraño ver la facilidad con la que había aceptado al crío. No es que a Nath se le diesen mal, pero apenas acababa de conocerlo. Aunque, estando a cargo de Foster, tal vez lo haya conocido antes en la escuela.

     Me levanto al rato de la cama, aún es de madrugada pero la tormenta y mis pensamientos me habían desvelado. Si menos podría aprovechar para ir al baño sin que nadie me metiese presión de acabar rápido en la ducha.

     Le dedico una mirada a los dos chicos antes de salir, están durmiendo tranquilamente abrazados. El niño se parece menos al malhumorado de Foster mientras duerme. Al menos eso es un alivio.

     Nada más salir me encuentro con el pelirrojo dando vueltas por la sala. Se me ha quedado mirando, sorprendido de mi presencia cuando se ha dado cuenta de que estoy ahí.

     — ¿Qué haces despierta? —pregunta cuando paso por su lado.

     —Voy al baño. Soy un ser humano, ¿sabes?

     —Ah —murmura.

     No dice nada más, ¿es que es idiota?

     — ¿Qué haces tú despierto? —imito su pregunta, solo por romper la situación incómoda.

     —Buscar a Owen, ha desaparecido de la cama sin que me dé cuenta.

     —Está con Nathaniel. Puedes quedarte con ellos si quieres, yo no tengo pensado volver a la cama.

    —Es igual, si está con Nath estará bien.

     —Como quieras —le respondo encogiéndome de hombros.

     Es un tipo raro, tanto que esta vez parecía incluso preocupado.

/Nathaniel PoV/

     Cuando me desperté, Sucrette ya no estaba en el cuarto. Me sorprendió encontrarla dormida en uno de los sillones de la sala. Mills también estaba en el salón, limpiando las heridas de su cuerpo con una gasa.

     Decido no molestarlos y me dirijo al baño para darme una ducha, tal vez eso me ayude a despertarme, estoy cansado a pesar de que he dormido bastante bien toda la noche.

     He abierto la puerta del baño y me he encontrado con Castiel, quien acababa de salir de la ducha. ¿Acaso no sabe usar el pestillo?

     — ¿Qué pasa?

     —Nada, pensaba que estaba libre —me explico, dispuesto a irme de allí.

     — ¿Te incomoda acaso? —se burla— Todos los baños de cadetes son comunes, no pensaba que fueses tan tímido.

     No es timidez, he compartido baño con un montón de tíos a los que no conocía de nada desde que empecé en la escuela, no me da vergüenza. Pero con el me resulta extraño, y no sabría decir por qué.

     —Te he dicho que pensaba que estaba libre. Me ha sorprendido encontrar a alguien, eso es todo —insisto.

     —Ajá... —pronuncia mientras termina de vestirse— Puedes ir duchándote, yo voy a afeitarme.

     Me he metido en la ducha sin decir nada más, no tengo ganas de darle la razón. Además, sentir vergüenza con él sería algo totalmente estúpido.

     El agua estaba algo tibia, aunque seguía siendo más cálida que el ambiente, lo que se agradecía. El pelirrojo estaba rasurándose la barba con su cuchillo de combate, un paso en falso y acabaría con un corte en la cara. Hay que ser bruto...

     Cuando cierro el agua un escalofrío recorre todo mi cuerpo, ¿cómo puede ser que este baño no se haya calentado con la chimenea? Apenas me doy cuenta cuando Castiel me envuelve en una toalla atrayéndome hacia él mientras me da un corto beso sobre los labios, para luego alejarme y mirarme a los ojos.

     A veces no sé qué pensar. Son estos momentos los que me dejan sin aire y con el corazón latiendo desbocado. Pero, luego, simplemente ignora que hayan sucedido y vuelve a ser el Foster duro conmigo. Nunca sé qué hacer, ni cómo tratarlo. Ni siquiera sé algo tan simple como la forma en que debería dirigirme a él.

     Alguien llama a la puerta y entra, es mi hermana. Me alarmo, ¿qué pensará al verme así con él? Pero él ya se ha alejado de mí y vuelve a estar frente al espejo, revistando que toda su barba haya desaparecido.

     —Pensé que no había nadie, lo siento —se disculpa al vernos.

     —No hace falta que te vayas, podemos compartir el baño todos juntitos —De nuevo ataca con sus comentarios fuera de lugar y enarca una sonrisa que me hace querer pegarle, pegarle fuerte.

     —Sí, tú ya has acabado —digo empujándolo hacia la puerta. Si mi hermana tiene que compartir baño con alguien, será solo conmigo.

     —Oye, no he acabado...

     —Estás perfecto —concluyo.

     —Me halaga que digas esas cosas de mí —Esta vez es a mí a quien dedica una sonrisa burlona mientras se va sonriendo triunfante, ha conseguido que me sonroje.

     Mi hermana se ha metido en la ducha y yo continúo vistiéndome evitando mirar en esa dirección. Todo ha cambiado mucho desde que nos bañábamos juntos de niños. Ahora se hace incómodo, a pesar de la confianza tan grande que tenemos.

     —Parece que Foster y tú os lleváis bastante bien —Su voz me saca de mis pensamientos y me hace darme cuenta de que llevo unos minutos intentando abrochar un botón que ya está abrochado.

     —A veces se comporta como una persona normal en vez de como un gilipollas —explico sin darle demasiada importancia—. Yo ya he terminado, vigilaré que ninguno de los dos se intente colar.

     — ¡A la orden, Nathaniel! —exclama con voz militar. Me hace gracia y consigue sacarme una sonrisa, como siempre.

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