04: Nieve y Dispararos

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     — ¡Ey, Nath! ¡Mira esto!

     Es fin de semana y nuestros horarios se reducen al de desayuno, comida y cena, también son más permisivos y apenas tenemos que madrugar. A pesar de eso el moreno ya está levantado gritando a viva voz, eufórico, al lado de la ventana del cuarto.

     — ¿Qué quieres? —respondo de mala gana mientras me tapo más con la ropa de cama, hace un frío espantoso hoy.

     —¡Deja de hacerte el perezoso! —Se ha puesto las manos en las caderas después de arrancarme el edredón de encima de un solo golpe.

     —Está bien... —A regañadientes me levanto de la cama para ir a ver qué es eso tan urgente en la ventana, el suelo está más frío que de costumbre.

     Al acercarme al cristal puedo ver como todo se ha cubierto con un manto blanco de nieve, con razón hace tanto frío. Los operarios de mantenimiento están paleando la nieve que se ha acumulado en la pista de atletismo aunque eso no quitará que sea más resbaladiza. Abro la ventana y una ráfaga de viento entra en el cuarto haciendo que se me hiele la cara. Oigo al moreno protestar por el frío y cierro la ventana. Me han dado ganas de salir a fuera a ver la nieve de cerca. En nuestra ciudad nunca nevaba y escasas veces nuestros padres pudieron llevarnos a jugar en ella.

     Me pongo rápidamente el uniforme de campaña y el chaquetón uniformado que me he comprado recientemente, me ha costado un dineral pero Dajan tenía razón en que era necesario para sobrevivir a este frío.

     Doy gracias a que el uso del móvil no tiene restricción los fines de semana y llamo a mi hermana, de otra forma no podría establecer contacto con ella. Ningún hombre puede acceder al edificio de mujeres, al igual que ninguna mujer puede hacerlo al de hombres, lo han dejado bien claro y ya han habido algunos casos de represión bastante fuertes por haber incumplido esta norma. Sucrette alcanza a cogerlo cuando suena el segundo tono, su voz suena dormida pero confío en que entienda lo que le digo.

     Conozco a mi hermana y sé que va a tardar en llegar asique decido dar una vuelta por el recinto para entrar en calor. Al principio este lugar se me hacía inmenso pero ahora se me hace a poco, supongo que se hace más pequeño cuando apenas sales al exterior.

     Se oye movimiento dentro del campo de tiro, seguro que los de cursos superiores aprovechan el tiempo libre para mejorar su puntería. Hace mucho frío fuera asique no dudo en entrar en el edificio. Ya he estado aquí en varias ocasiones con Dajan, pero a los de primer año no se nos permite disparar fuera de las lecciones, y aun no habíamos comenzado esa parte.

     En la recepción siempre está un hombre que parece totalmente distraído, no se molesta en mirar quién entra o sale del lugar a menos que tenga que entregarle un arma y munición. El edificio es un laberinto de bloques, con largos y retorcidos pasillos que llevan a las distintas zonas. Hay varias diferentes que permiten practicar todo tipo de situaciones pero la más atractiva es la de paneles móviles del interior del edificio, es esa la que está ocupada ahora mismo.

     Varias carcajadas suenan desde el lugar. Cuando entro a la sala un grupo de hombres se gira a mirarme, todos me suenan de ser instructores peros solo reconozco al Capitán Foster.

     —Ferguson.

     Se me queda mirando sin modificar su expresión, no se muestra sorprendido, ni enfadado, simplemente se limita a nombrarme, como confirmando que he entrado a aquel lugar. No digo nada, me quedo estático pensando en la mala idea que ha sido entrar a ese lugar justo ahora.

     — ¿Es uno de tus novatos? —Un hombre rubio de mediana edad y complexión muy fuerte al que no había visto nunca se dirige al pelirrojo, quien se limita a asentir— ¿Ya han empezado con las prácticas de tiro?

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