26: El Principio del Fin

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     —Nunca pensé que me alegraría tanto de que terminasen las vacaciones... —Oigo decir a mi hermana.

     —Bueno, es normal. Las cosas no están demasiado bien en casa ahora... —suspiro y me vuelvo a centrar en la carretera. Estas navidades han sido bastante inquietantes, no es de extrañar que los dos estemos de tan buen humor de vuelta a la escuela.

     —Aun no me has contado cómo es que papá te ha dejado quedarte con el coche.

     —Ah, eso —caigo en que nunca llegué a explicarle el motivo por el cual ahora podíamos conducir tranquilamente hasta la escuela en vez de tener que usar los trenes—. Creo que está pensando en comprarle uno nuevo a Ámber, así este lo puedes usar tú también cuando consigas la licencia.

     —La princesita siempre con privilegios, ¿eh? —refunfuña y yo me río. Aunque es totalmente cierto, yo conduzco mucho mejor que mi gemela, el coche nuevo tendría que ser para mí.

     —Esta vez nos favorece. Ahora no tendremos que ir andando hasta la ciudad.

     —Tienes razón, supongo —dice, aunque presiento que no está convencida de ello—. ¡Oh, en serio! ¡Esto no se mueve!

     Llevábamos ya un rato embotellados entre el tráfico, a pesar de que habíamos madrugado para tratar de salir lo antes posible y así evitar encontrar tanta gente. Pero parecía que no éramos los únicos en pensarlo.

     —Es normal que haya atascos, las vacaciones han terminado y todo el mundo vuelve a sus ciudades estos días. Pon algo de música si eso te relaja.

     —Estás demasiado tranquilo, incluso ya hablas como un militar —se burla mientras rebusca en la guantera para ver los discos que hay.

     —Se supone que eso es lo que nos enseñan en la escuela, ¿no? —respondo despreocupadamente.

     —Sí, supongo... ¿Qué tienes pensado hacer después? Parece que te has adaptado bien a ese ambiente.

     ¿Después? La verdad nunca me había preocupado por eso, siempre tuve presente que iría a la universidad para estudiar Economía. Pero ahora, al estudiar aquí, me abría las puertas a continuar una carrera militar. Aunque ¿eso realmente encajaría conmigo?

     —Aún no lo he decidido. ¿Y tú?

     —Primero, matar a Ámber por no tener más que discos de mierda... Luego ya veré lo qué hago.

     Trato de no reírme. ¿Qué clase de respuesta es esa?

     La caravana discurre lentamente por la carretera, a este paso tardaremos horas en llegar. En sentido contrario los coches avanzan a velocidad normal, sin retención alguna, eso me tienta a dar media vuelta y buscar otra carretera, pero sé que no sería lo más legal.

      Me apoyo en la ventanilla e intento ver el principio de la fila de coches que se ha formado, aunque sin mucho éxito, se extiende más allá de lo que mis ojos alcanzan a ver.

     Miro inconscientemente el espejo retrovisor, una furgoneta blanca parece haberse desesperado y acelera por el carril contrario, esquivando a varios conductores que venían de frente.

      — ¡¿Qué demonios?! —grito.

      — ¡Idiota! —lo insulta mi hermana, pero el vehículo ya ha desaparecido de nuestra vista.

     Pasado un rato volvemos a poder movernos con normalidad. Tal vez la mejor idea sería que busquemos una ruta por carreteras secundarias, pero ninguno de nosotros conoce esta zona y la cobertura de nuestros teléfonos deja bastante que desear... Sería un problema que nos perdiésemos y no llegásemos a tiempo a la escuela. Tras debatirlo dentro de mi cabeza, decido entrar a la autopista, dispuesto a seguir la ruta que ya conocemos.

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