23: Cena Familiar

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     Regreso a mi habitación y registro el número en la agenda de mi móvil. Me quedo mirándolo indeciso durante un rato hasta que finalmente presiono la tecla verde de llamar. Pasan los segundos y los tonos siguen sonando.

     — ¿Diga? —Me quedo paralizado, no pensaba que fuese a contestarme, ¿para qué le he llamado?— ¿Quién llama?

     —Eh... Yo... —No sé qué decirle, "Hola, soy Nath. Te llamo para acosarte y eso..."

     —Lo siento, creo que se ha confundido...

     — ¡Castiel, espera! —alcanzo a decir antes de que cuelgue. Su nombre sigue sonándome raro cuando sale de mi boca, de alguna forma me he acostumbrado a usarlo tras nuestra fugaz relación familiar.

     — ¿Nathaniel? ¿Cómo tienes mi número?

     —Bueno, Ámber me lo ha dado, más o menos...

     —Ah... Quiero decir, ¿por qué me llamas?

     "Te quiero acosar y eso..." Rebusco entre mi mente algo coherente que decir que no suene demasiado turbio. Aunque ya es bastante turbio que llame a mi instructor de la militar a su número personal durante las navidades.

     — ¿Nath...?

     —Eh... ¡Sí, sigo aquí! Yo... Bueno, tú... Me ha habías contado que no tenías familiares asique me preguntaba si ibas a pasar el fin de año solo y eso...

     ¿Por qué acabo todas las frases con "y eso"? Parezco un idiota...

     —Bueno, no tenía pensado nada especial, la verdad —Su voz suena algo confusa al otro lado. Normal, ¿qué me esperaba?

     —En ese caso, si te apetece podríamos quedar...

     —Si quieres, por mí bien.

     — ¡Genial! —sonrío. Ahora le sonrío a los móviles, ¿qué me pasa?

     —Puedes venir a mi casa, si quieres. Supongo que a tu hermana no le apetecerá demasiado verme por ahí. A ninguna de las dos realmente.

     —Claro, por mí perfecto.

     —Guay, te paso la dirección por mensaje.

     —Vale, adiós.

     —Adiós.

     ¡¿Qué demonios acabo de hacer?! Eso es lo único que se me pasa por la cabeza tras colgar.

«...»

     Termino de abrocharme la camisa negra que he escogido y me pongo la chaqueta del traje por encima. Esto es raro.

     —Demasiado oscuro...

     Mi hermana pequeña se las ha arreglado para colarse en mi cuarto sin que me enterase y ahora rebusca entre las cosas de mis cajones.

     — ¡Oye, no me desordenes todo! —protesto.

     —Esto puede servir...

     Ha ignorado lo que le he dicho y se ha acercado a mí para atarme una corbata amarilla alrededor del cuello. Acomoda las solapas del cuello de la camisa y da un paso atrás para observar el resultado con satisfacción.

     —Perfecto. Sabía que algún día te sería útil esta corbata.

     Me vuelvo a mirar al espejo. Está bien, me gusta como queda, pero me sigo viendo raro. Es inevitable, hace demasiado tiempo que no uso ropa tan arreglada. Además, pensar que voy a encontrarme con él...

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