17: Combate

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     — ¡¿Qué coño pasa aquí?! —El Capitán Mills ha aparecido por la puerta que lleva a las escaleras. Nos mira asombrado cuando aleja al otro capitán de mí de un tirón— ¡Foster!

     —Nada serio, solo les enseñaba a pelear —miente, limpiando un hilo de sangre que sale de su nariz a causa de los pocos de mis golpes que han llegado a alcanzarlo.

     — ¡Dudo mucho que sea el lugar apropiado, Foster!

     —Tiene toda la razón, Capitán Mills —admite, probablemente con algún tipo de plan en mente—. Mejor vayamos todos al gimnasio, sé la forma perfecta de que los dos hermanos resuelvan sus problemas.

     Caminamos hacia el gimnasio bajo la atenta mirada de Mills, quien aún duda sobre la veracidad de las palabras de su compañero. Pero parece poco dispuesto a decir nada al respecto.

     El ala del gimnasio en donde está el ring de boxeo está completamente desalojada, seguramente porque la falta de aislamiento de ese lugar lo convierte en el más frío de toda la escuela. Foster pasa un par de guantes a mi hermana y otros a mí, enseguida comprendo lo que piensa hacer.

     —Ninguno saldrá hasta que uno de los dos caiga —ordena con semblante serio.

     Quito mis zapatos y la chaqueta y me cuelo entre las cuerdas, mi hermana me imita, es mala idea desafiarle delante de Mills. Comenzamos a pivotar y a medir nuestras fuerzas con unos golpes suaves, no quiero pegar a mi hermana ni ella a mí, pero ¿qué otra opción tenemos? Dejo que me dé varios golpes y encajo uno en su brazo, quiero caer yo, que ella reciba lo menor posible.

     La miro y entiende lo que le pido, pero la falta de acción entre nosotros ha empezado a desesperar a los instructores. Llevamos ya demasiados minutos moviéndonos, estoy realmente cansado y las piernas comienzan a fallarme.

     —Cuando quieran pueden dejar de jugar y entrar en materia, no tenemos todo el día —protesta el pelirrojo.

     Incremento la intensidad de mis golpes, podría incluso decir que esto me divierte si no estuviese luchando contra mi hermana. La adrenalina me presiona las venas y mi cabeza está mucho más fría que al inicio del combate. Sucrette no se queda atrás, ha conseguido darme un par de golpes que aun siguen picándome sobre la piel. Lanzo un gancho y cae al suelo, me alejo un poco pivotando mientras espero a que se levante, pero no lo hace. Mills parece sorprendido y Foster sube al ring y se agacha al lado de la rubia. Me acerco a ella, apurado.

     —La has dejado KO, bien hecho —anuncia. Sus palabras me hielan. ¿Qué he hecho?

     Le veo sonreír de lado, sabe perfectamente que me siento como una mierda, y eso hace que me den ganas de golpearlo. El capitán Mills pone su brazo delante de mi pecho antes de que logre tirarme encima del pelirrojo de nuevo.

     —A las duchas, Ferguson —ordena con voz tranquila—. Capitán Foster, lleve a la chica a la enfermería.

     Veo como se alejan de allí, Mills por un lado y Foster por el otro con mi hermana en brazos. Debería ser yo quien la llevase. No, debería ser yo quien quedase inconsciente y no ella. No sé en qué estaba pensado. Me duele la cabeza.

     Me voy hacia las duchas. Aunque vaya a la enfermería sé que ese idiota no me dejará entrar, ¿para qué intentarlo? Iré más tarde cuando no esté. Esta me la va a pagar.

/ Castiel PoV /

     He dejado sobre la camilla a la rubia y me he sentado en la banqueta que había al lado mientras esperaba a que llegase la enfermera. No pensaba que ese idiota fuese a dejar inconsciente a su hermana después del espectáculo de amor fraternal que había dado en la azotea. Igual no es tan niño bueno como pensaba y la sed de sangre se apodera de él cuando pelea.

     Levanto la mirada y noto como unos ojos ambarinos me miran con asco, son los mismos que los de su hermano. Me río, no es así como me suelen mirar las mujeres cuando despiertan a mi lado.

     — ¿Qué hace aquí?

     —Debo asegurarme de que esté bien. ¿No se alegra de que esté aquí? —esbozo mi mejor sonrisa. Si alguien me oyese me caería una buena bronca, pero no puedo evitarlo, me sale natural.

     — ¿Dónde está Nath? —Ignora completamente lo que le he dicho. Es más malhumorada que su hermano, incluso.

     — ¿Aun quiere verlo? Si es por él que está aquí.

     — ¡Eso es porque tú le has obligado! —Mi comentario le ha hecho perder completamente los nervios, esto va a ser interesante.

     —No se engañe, yo solo los mandé luchar—explico lo más calmadamente que puedo—. Nunca se me ocurriría obligar a dejar inconsciente a una chica tan linda como tú... Y, menos, si fuese su hermanita pequeña.

     —Hijo de...

     Se levanta repentinamente y lanza un puñetazo directo a mí mandíbula. Trato de separarme, pero está agarrando con rabia mi chaqueta para evitar que me vaya. Aunque de momento eso no entra en mis planes.

     —Qué manía con pegarme... —digo mientras me froto la cara donde me ha dado. Ha acertado justo en donde su hermano me golpeó antes— Si eres tan agresiva no conseguirás nunca novio.

     —No saldría con alguien como tú, no te confundas.

     —No sabe lo que se pierde... —contesto coquetamente mientras paso mi pulgar sobre sus labios.

     Puedo oír pasos acercándose a la sala, salgo al pasillo y saludo a la enfermera antes de irme hacia mi cabaña, necesito una ducha para sacar de mi mente el tono rubio de cabello.

/Nathaniel PoV/

     Mi hermana me ha mandado un mensaje diciéndome que ya la han examinado. No le han encontrado nada preocupante pero igualmente le harán pasar la noche en la enfermería por si acaso. Eso me alivia un poco, aunque no hace que me sienta mucho mejor por lo que he hecho.

     Decido ir a verla antes de que suene el toque de queda, necesito pedirle disculpas por ser un idiota.

     Camino despacio por el patio, no me he puesto la chaqueta y hace frío, otra de mis grandes ideas del día. Llego a la pequeña recepción y pregunto a una de las enfermeras en qué cuarto está mi hermana. Doy las gracias y me dirijo a dónde me ha indicado.

     Se oye el murmullo de una conversación asique deduzco que alguien más ha ido a visitarla. Toco dos veces en la puerta y entro, una mirada dura se posa en la mía y un escalofrío recorre mi espalda. ¿Qué hace él allí?

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