16: Conflicto

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     Hoy hemos comenzado con las clases de tiro. Tal como nos habían dicho al terminar los exámenes, la primera arma que nos enseñarían a usar sería una pistola 9mm, la misma que había disparado con Foster hace ya tiempo.

     Tras un breve repaso de la parte teórica que se suponía que ya debíamos saber para los exámenes, nos dividieron en grupos de diez alumnos para poder comenzar las prácticas en el local de tiro. Cada vez le tocaría disparar a un grupo distinto, mientras los demás recibirían lecciones sobre el montaje, desmontaje y mantenimiento del arma.

     Mi grupo fue de los que les tocó quedarse en el aula, donde el capitán Mills nos daría las lecciones. El grupo de mi hermana fue el afortunado, siendo los primeros en ir con Foster a disparar.

     —Como es la primera vez, dispondrán de una sola arma por grupo —nos explica el oficial, mientras repartía en cada grupo de mesas un pequeño maletín plateado—. Más adelante cada uno tendrá la suya propia.

     Bajo sus indicaciones y supervisión, tuvimos que identificar cada una de las partes de la pistola y luego desmontar y montar las piezas principales para poder darle el mantenimiento apropiado. Sin duda fue una lección larga, pero de cierta manera resultaba relajante.

«...»

     Había quedado en reunirme con mi hermana después de las clases. Durante nuestro paseo le informo sobre la resolución de su altercado con Foster, omitiendo por supuesto los detalles surgidos por mi intrusión. Ella parece aliviada, si llegasen a suspenderla por eso mis padres la habrían matado, y no me extrañaría que lo hiciesen de forma literal.

     Seguimos caminando por el patio. Foster está rondando por el lugar, aunque por lo distraído que está dudo que esté en medio de una guardia. Es la primera vez que reparo en pensar lo joven que es. Aunque nuestros tres instructores son realmente jóvenes por alguna razón lo de él me extraña más, tal vez sea por la cantidad de veces que he escuchado acerca de sus hazañas y condecoraciones.

     Cuando estamos lo suficientemente cerca, mi hermana lo saluda. Parece que las buenas noticias sobre su expediente y la clase de tiro de esa mañana han servido para que le deje de tener tanto asco. Él devuelve el saludo y se une desinteresadamente a nuestro pequeño grupo de paseo. Mi hermana y él hablan sobre las lecciones de tiro mientras seguimos avanzando entre los árboles. La conversación parece amena sin embargo, yo no me siento totalmente cómodo después de todo lo ocurrido ayer.

     — Estoy seguro de que su hermano logrará ser de los mejores tiradores de su promoción —afirma en lo que creo que es un intento de que me una a su conversación—. Yo lo fui en la mía.

     — ¿Por qué dejó de ser piloto? —pregunto, ya un poco cansado de no saber qué pensar sobre él.

     Mi hermana me mira sorprendida, como si me hubiese vuelto totalmente loco, pero la ignoro. Nuestro instructor se ha tensado, como si acabase de tocar un tema del que está prohibido hablar.

     — ¿Cómo sabe que he sido piloto?

     —Rumores —respondo, encogiéndome de hombros—. Que me enseñara a pilotar un helicóptero también ha ayudado un poco —añado intentando hacerme el gracioso, pero enseguida me arrepiento.

     —En ese caso, no es de su incumbencia, mocoso.

     Su mirada es amenazante y debajo del cuello de su chaqueta, se puede observar cómo se le marcan las venas del cuello. Está claro que esconde algo. No puede ser alguien de fiar cuando se le ha insinuado sexualmente a uno de sus alumnos.

     —Entonces, sí es cierto que lo echaron —añade Sucrette, tal vez aun guardaba algo de rencor para él.

     Ha dado un paso hacia ella, encarándola. Veo como su mano se debate entre agarrarla o darle un empujón, pero finalmente se controla y se aleja un poco de ella. Me alegra, sé que mi hermana no tenía pensado quedarse atrás y eso habría desencadenado un montón de problemas.

     —Primero, no me echaron, fui yo quien se fue. Y segundo, no pienso tolerar que me trate así —suena incluso más enfadado que de costumbre, sin duda deberíamos detener esto aquí—. Un día puedo pasarlo pero esto ya es demasiado. Soy su instructor, ¡debe mostrar respeto!

     — ¡No voy a respetar a alguien que no respeta a mi hermano, para empezar!

     Sucrette ha avanzado hacia él, amenazante. El último grito del chico ha conseguido enfadarla lo suficiente como para que le dé absolutamente igual volver a tener problemas. Trato de separarlos, pero ninguno parece interesado en prestarme atención.

     —Le he salvado el culo cuando podría haberlo dejado morir, creo que eso es más respeto que...

     —No venga ahora de buen samaritano. Todos sabemos lo que le habría pasado si algo le hubiese sucedido, ¡un piloto que acaba como instructor por violar a sus compañeras no consigue trabajo con facilidad! —le grita, acercándose peligrosamente a él.

     — ¡No voy a tolerar más ninguna de sus insolencias! —Ahora está incluso más enfurecido que antes, mi hermana ha conseguido avivar la situación— Síganme, ¡los dos!

     Agarro a mi hermana por el brazo y la arrastro mientras le sigo. Con lo cabezota que es, estoy seguro que de lo contrario se quedaría inmóvil y acabaríamos ambos en un aprieto mayor del que ya estamos.

     Le seguimos hasta el edificio de clases, y yo espero que el pequeño paseo consiga enfriarles la mente a los dos. Hacemos el trayecto en completo silencio, estoy convencido de que cualquier frase conseguiría meternos a los tres en una nueva pelea.

     El edificio está vacío y sus pisadas suenan fuertes contra el suelo mientras subimos varios tramos de escaleras hasta una puerta metálica. Es la puerta que da a la azotea. La abre y nos manda pasar. Es un lugar desierto, una simple placa de hormigón armado sin ninguna barandilla alrededor, destinado únicamente a trabajos de mantenimiento.

     Empiezo a temerme lo peor, conmigo puede hacer lo que quiera pero si mete un solo dedo encima de mi hermana seré yo quien pierda el control. Y ahí la situación se pondrá realmente fea.

     El oficial agarra a Sucrette por el brazo y la arrastra hasta el borde del edificio. Ella se resiste y trata de patearlo, a mí el pánico me tiene inmovilizado.

     — ¡Suba!

     Exclama, indicándole que se suba al pequeño escalón que corona todo el lugar. Ella obedece, la tiene atrapada, no puede hacer nada más.

     — ¡Foster!

     Un grito sale de mi boca con rabia cuando veo que la empuja fuera del borde. Ella logra mantenerse agarrada con una de sus manos y recobro la compostura por un instante.

     —Ni se te ocurra acercarte —me advierte enfurecido.

     Su voz da miedo, y nadie sabe que estamos allí. Nadie puede ver que mi hermana está colgando de la cornisa, en la pared trasera del edificio, esa que da a los límites del recinto. Bajo ella, una gran pendiente que la montaña ha formado de forma natural. No puedo acercarme más, temo que si lo hago él la haga caer. Solo veo de ella el final de sus dedos, que tornan entre un color blanquecino y rojo por la fuerza del único agarre que la separa de la tragedia.

     Comienza a temblar y mi cuerpo se mueve solo corriendo hasta donde está. Foster no me detiene, simplemente se aparta y contempla como la subo a duras penas para luego estrecharla entre mis brazos.

     —Lamentable, son ridículos.

      No controlo mi ira cuando le oigo responder. Suelto a Sucrette y me lanzo sobre el pelirrojo, consiguiendo desestabilizarlo y tirarlo al suelo. Quedo a horcajadas sobre él y me sacio a base de golpes, los cuales la mayoría consigue esquivar y terminan impactando contra el duro cemento.

     Noto que se cansa de mí cuando salgo despedido de un empujón y aterrizo contra el suelo. Ahora es él quién está sobre mí y veo un inminente puñetazo en mi boca cuando un grito nos detiene.

     — ¡¿Qué coño pasa aquí?!

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