10: Estúpido

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     Algo impacta sobre mi costado sin darme tiempo de hacer nada. Oigo un sonido sordo de un disparo antes de que todo mi cuerpo se estrelle contra el suelo. Una punzada de dolor recorre mi hombro pero no le presto atención. Dos disparos sobre mi cabeza hacen que me piten los oídos. Dos casquillos ruedan al lado de mi brazo y veo caer como un peso muerto a un tipo un poco más allá de mi posición, al parecer solo él me perseguía.

     — ¡¿Eres estúpido?! —La conocida voz de Foster hace que me vuelva para verlo tirado detrás de mí en el suelo— ¡¿En qué pensabas?!

     —Yo...

     Sin toda la presión encima mi idea no parece tan buena, no había siquiera pensado en que aquel tipo podía tener también un arma y, por supuesto, ser mucho más rápido que yo usándola.

­     — ¿Y de dónde ha salido esa pistola? —continúa interrogándome.

     Trato de explicarle lo mejor que puedo todo lo que ha sucedido y le cedo el arma para que la custodie, de todas maneras ya he demostrado que sirve de nada conmigo.

     Toco mi hombro y veo que la mano se me llena de sangre aunque siento que la bala apenas me ha rozado. Bajo la mirada y noto como una gran mancha de sangre se está formando en el costado derecho de mi instructor, le ha dado a él cuando me tiraba al suelo. Aprieta con su mano la zona y se levanta.

     —Vamos, debemos irnos de aquí.

     Su voz suena más tranquila ahora. Me levanto y le sigo de cerca, camina despacio pero no deja que le ayude. Caminamos en completo silencio, todo está en calma ahora, la luz de la luna es lo único que ilumina tenuemente el recorrido, permitiéndonos ver que el bulto que solía ser una persona sigue tirado sobre la arena, inmóvil.

     El pelirrojo toquetea los botones de un teléfono satelital con su mano libre, se da por vencido y frena en seco, mirando a su alrededor como si buscase algo. Segundos después parece que lo encuentra y camina hacia ello.

     Llegamos al borde de una inmensa pared rocosa vertical que se extiende varias decenas de metros hacia el cielo. Se sienta en el suelo, apoyando su espalda en otra roca más pequeña.

     —Dudo que este trasto vuelva a funcionar —me dice cuando me siento cerca de él—. Necesitamos descansar. Pasaremos aquí la noche, cuando amanezca buscaremos la forma de volver.

     Asiento, mis heridos pies agradecerán un buen descanso. La pomada que me había recetado el médico había actuado de forma rápida y cuando veníamos casi no notaba el dolor, pero tras la carrera de hace un momento ha resurgido. Paso mis manos instintivamente por el suelo, que está cálido en comparación con el frío del ambiente. Parece que el pelirrojo se da cuenta pues me mira con atención.

     —Este tipo de roca retiene bien el calor, al menos no moriremos de frío —explica

     Con que era eso lo que estaba buscando, ha venido aquí deliberadamente. Me recuesto por completo sobre el suelo, es agradable y logra reconfortarme un poco después de todo lo ocurrido.

     — ¿Qué tal su hombro? —vuelve a ustearme. Cada vez empiezo a ser más consciente de nuestros deslices en el protocolo para tratarnos cuando nos enfadamos.

     Se ha impulsado con una mano para acercarse a donde estoy. Ha retirado con cuidado mi chaqueta y el forro polar de esa zona y examina la herida. No me muevo, estoy demasiado cansado para eso.

     —Gracias —suelto sin pensar y continuo cuando veo muestras de confusión en su rostro—. Por haberme salvado.

     Él se recuesta boca arriba, apoyando su cabeza sobre uno de sus brazos, manteniendo el otro sobre su herida. Quiero ayudarlo, es culpa mía que esté así, pero sé que no me lo va a permitir. Tampoco sabría bien qué hacer por él estando en mitad de la nada sin ningún tipo de material.

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