Realmente no tengo muy claro qué pintamos nosotros aquí. Uno de los superiores está gritando a la tropa todos los detalles de la misión mientras el camión en el que vamos hace un sonido ensordecedor. Nosotros estamos en la parte delantera, intentamos prestar atención y comprender lo que está diciendo aquel hombre, pero al menos yo no logro entender demasiado. Veo que cuando termina intercambia unas palabras con nuestro instructor, quien vuelve hacia nosotros esquivando ágilmente a todos los soldados.
—Faltan varios kilómetros hasta que lleguemos a la zona de reconocimiento. Nos mantendremos en la cola, delante del la retaguardia —nos explica.
Luce serio, en el buen sentido de la palabra. Se ve profesional, no serio como el capullo malhumorado al que estamos acostumbrados. Supongo que a fin de cuentas es un militar, más allá de sus pasatiempos de hacernos sufrir en la instrucción.
El camión se para y todos los soldados salen ordenadamente con sus armas a la espalda. Al verlos no puedo evitar sentirme un poco desprotegido, aunque nos han asegurado que esto es completamente seguro. Me bajo del camión de un salto y camino a la par de mis compañeros. Algunos lucen más seguros que otros y me pregunto si es cosa de la personalidad de cada uno o si ya habrán venido a más misiones como esta.
Es de noche y no se oye nada más que nuestros pasos chocando contra el pavimento arenoso. Aquí no ha nevado, supongo que estaremos cerca del mar. A lo lejos se distinguen unas luces de un improvisado campamento, siento como la adrenalina avanza por mis venas a medida que nos acercamos y yo no dejo de tocarme el brazalete que indica que solo somos estudiantes. Estamos yendo hacia un campamento terrorista, parecemos suicidas.
Soy consciente de que todo está bajo control, que han calculado y recalculado la estrategia minuciosamente para que todo salga bien. Solo vamos a recoger información, como en una excursión de campo, con la diferencia de que en vez de torcernos un tobillo aquí pueden meternos un tiro entre ceja y ceja. Calma, Nath, has leído demasiadas novelas de gánsteres.
Nos han mandado esperar a una distancia prudencial mientras unos cuantos hombres rodean el asentamiento. Veo como no soy el único de mis compañeros que está nervioso, algunos miran a su alrededor y otros al suelo, yo prefiero lo primero, si me matan al menos me gustaría verle la cara de quien lo hace. En serio, Nathaniel, tienes que dejar de pensar en que vas a morir cada dos minutos.
«...»
No sé cuándo ha ocurrido ni por qué, pero ahora estoy corriendo entre mis compañeros hacia el asentamiento como si nos fuese la vida en ello y, por la conmoción que se ha montado a mi alrededor, deduzco que así es.
Gritos y más gritos resuenan de todos los lugares, algunos de hombres dando órdenes, otros de pánico y otros de dolor, todos se juntan para crear un ambiente en el que reina el caos. Estoy agachado detrás de una montaña de cajas de madera, esperando a que milagrosamente alguien venga a buscarme para sacarme de este espantoso lugar.
Cada instante que pasa sirve para que me ponga más nervioso, si es que eso es posible. Trato de tranquilizarme centrándome en cualquier cosa a mi alcance y esta vez le ha tocado a las cajas que me rodean, sin embargo lo que veo tiene el efecto contrario. Se trata de una fórmula pintada en algunas de ellas, gracias a mis clases de química logro distinguir que se trata de azufre, sodio y carbón vegetal. Esto es malo, muy malo. Es pólvora. Tengo que salir de aquí.
Miro a mi alrededor y no veo ningún sitio más en el que esconderme, corro hasta donde unos soldados de tropa se han asentado, al menos podré advertirles de la pólvora.
—Tus compañeros han vuelto al camión, está unos tres kilómetros al este desde esta posición. Si vas tras ellos ahora podrás alcanzarlos. ¿Has usado antes un arma?
He asentido en automático. Aquel soldado no parecía demasiado convencido pero igualmente me ha pasado su pistola, "por si acaso".
Sigo su consejo y salgo corriendo de aquel lugar lo más rápido que puedo. Tres kilómetros no son nada comparado con los que solemos correr a diario pero aun así siento que no podré llegar.
No tardo en oír disparos detrás de mí, me están siguiendo. Seguro que se piensan que soy un espía que quiere informar de todo. ¡No sé cómo me he metido en esta mierda! Corro más rápido pero sé que no llegaré al camión, mis pies arden como el mismo infierno y casi puedo sentir como la sangre va encharcándome el calzado. Tengo que esconderme en algún lugar.
Cambio el rumbo y sigo corriendo hacia una zona más rocosa, con suerte podré escóndeme entre ellas.
No tardo apenas nada en llegar. Me voy adentrando cada vez más entre las rocas más altas intentando perder a mis perseguidores sin demasiado éxito. Cada vez me siento más atrapado, toco con la mano el arma que me dio aquel soldado, la había sujetado al cinturón con la esperanza de devolvérsela sin haberla utilizado. Detengo mis pasos y la sujeto con las dos manos y suspiro, no tengo más opción.
Solo había disparado una vez en el recinto de tiro y me siento abrumado. Me sitúo firme, enfrentando a mis perseguidores. Alzo el arma y me preparo para apretar el gatillo. Debería estar nervioso pero apenas siento nada, solo fijo mis ojos en la mira como me ha enseñado Foster.
Algo impacta sobre mi costado sin darme tiempo de hacer nada. Oigo un sonido sordo de un disparo antes de que todo mi cuerpo se estrelle contra el suelo. Una punzada de dolor recorre mi hombro pero no le presto atención. Dos disparos sobre mi cabeza hacen que me piten los oídos. Dos casquillos ruedan al lado de mi brazo y veo caer como un peso muerto a un tipo un poco más allá de mi posición, al parecer solo él me perseguía.
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Efímeros
RomancePrimer libro de la saga SOMOS. La vida cotidiana de Nathaniel termina el día en que se ve obligado a asistir a una escuela militar. Ni su cuerpo ni su mente están hechos para pertenecer a este lugar, pero él ya ha diseñado su plan de supervivencia:...