36: Calmar los Nervios

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Atención: en este capítulo hay dos escenas sexualmente explícitas. 

Para que los lectores a quienes no les agrade este tipo de contenido puedan evitarlas, añadiré una anotación en el texto localizándola y que remitirá al extra correspondiente a los que sí estén interesados en leerla.

Podrán leerlas en el "Extra 2" y el  "Extra 3", que encontrarán situados a continuación de los capítulos finales.

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     Haber pasado la tarde en la piscina había estado bien. Daba gusto volver a relajarse un poco tras todo lo que estábamos pasando, aunque para Mills parece que la situación no mejoraba en absoluto.

     Paramos en un pequeño local de comida para llevar, para comprar la cena en lo que nos dirigíamos al edificio que había visto Castiel el día anterior. Se trataba de un hotel, pero por alguna razón todas sus luces estaban apagadas y una serie de verjas metálicas lo rodeaban.

     —Parece que está en obras —advierte mi hermana—. ¿No sería un problema si los trabajadores llegan por la mañana y nos descubren?

     —Mañana es sábado, no creo que los obreros regresen hasta el lunes —contesto, revisando la fecha que marca mi reloj.

     —Echemos un vistazo en el interior —propone el moreno, ya dispuesto a retirar una de las vallas.

      Castiel le ayuda a abrirla y nos colamos al interior. La puerta está cerrada, por supuesto, pero no parece un problema para Mills, quien la consigue abrir en un momento.

     — ¡Qué pasada! Yo quiero aprender a hacer eso —Mi hermana parece realmente impresionada ante sus habilidades y el chico ha sonreído ante sus halagos.

     —Te enseñaré —le promete. Parece que ha conseguido mejorar un poco su humor—. Pero ahora no perdamos el tiempo y entremos antes de que alguien nos vea.

     Dentro, el recibidor está casi vacío. El suelo y un bulto que debe de ser el mostrador, están cubiertos por plásticos.

      Encendemos nuestras linternas y subimos por las escaleras. A partir del tercer piso ya dejan de verse plásticos colocados y el aspecto del lugar se siente más acogedor.

     —Subamos un piso más y miremos las habitaciones —propone el pelirrojo, liderando nuestro pequeño grupo a través de los pasillos.

      Cuando llegamos, ha abierto la puerta de una de las habitaciones con su imán. Todo parece bastante normal, incluso las camas están hechas y hay toallas limpias preparadas en el baño.

      —Parece que estaremos cómodos —afirma mi hermana. No es para menos, hoy podremos dormir en una cama cómoda—. Abre alguna más, podemos tener una para cada uno.

     —Os lo dejo a vosotros —proclama Castiel pasándome el imán y su mochila—. Yo necesito comprobar algo, ahora vuelvo.

     Muevo ligeramente aquella pieza de metal sobre la cerradura de la siguiente puerta y oigo un chasquido que indica que se ha abierto sin problemas. Mi hermana ya se ha adueñado de la que ha abierto antes, asique le dejo paso a mi otro instructor para que pueda instalarse mientras me dirijo a la siguiente.

     — ¿Quieres una para ti solo o prefieres quedarte con Castiel? —consulto al niño, quien espera sentado en el pasillo al lado de nuestra comida.

     — ¡No la compartiré!

     No puedo evitar reírme y abro la última de las habitaciones que usaremos.

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