41: Vuelta a la Normalidad

229 21 4
                                    

     Las clases han vuelto a la normalidad, vuelven a ser iguales a las de antes de Navidad, aunque en lugares distintos.

     Se hace extraña la falta de Mills, es solo una persona pero se siente como si la mitad de nosotros hubiese desaparecido. No ha venido nadie a sustituirlo, ahora solo tenemos dos instructores: Foster y Brown. Aunque tampoco sé si me haría a la idea de que viniese alguien nuevo y tuviéramos que adaptarnos a él, comenzar de cero, quizás sea mejor así.

     —Sois lentos, ¡debéis montarlo por completo en la mitad de tiempo!

     Hemos comenzado las clases de tiro con el resto de las armas. Para ser sincero, me esperaba algo más emocionante, las veces que disparamos con las pistolas había sido mas entretenido. Por ahora solo estamos empezando y, de momento, tan solo nos han enseñado a montar algunos tipos de armas. Supongo que saber disparar no sirve de mucho si no puedes montar tu arma... Pero todos estamos cansados, llevamos más de una hora montando y desmontando un rifle sobre unas lonas en el suelo, al menos mi espalda no resistirá mucho más.

     — ¿Cuándo podremos disparar? —pregunta uno de mis compañeros, haciendo evidente su exasperación.

     — ¿Cree que están preparados para acá avanzar en las lecciones de tiro? —El Teniente Brown se ha acercado a su posición, enfrentándole.

     —Aprendí a disparar a los 14 años, ¡creo que estoy más que listo!

     —En ese caso... Foster, ¿podría escoger a otro cadete?

     —Claro, será divertido... —obedece, con una sonrisa juguetona. Están tramando algo —. Ferguson, usted y yo teníamos un asunto de desobediencia pendiente, ¡en pie!

     Ahora me mira con dureza, sin piedad. ¿Un asunto pendiente? ¿De qué habla? ¿Acaso se refiere a cuando me subí a su coche sin permiso para acompañarle a por Mills? Es cierto que no había tenido repercusiones por eso, pero él también parecía contento de que lo hubiese acompañado. Y gracias a mí sigue vivo.

     Obedezco y me pongo donde me señala, quedando frente al chico que había encarado a Brown y de espaldas a una pared de hormigón. Veo como el castaño carga el fusil que hasta hacía poco estaba montando el chico y se lo entrega.

     —Quite el seguro y dispárele —ordena el castaño, impasible.

     ¿Qué? ¿Va a dispararme? Miro a mi alrededor, el resto de mis compañeros parecen sorprendidos y horrorizados, aunque no tanto como aquel castaño que ahora sujetaba el arma cargada.

     — ¿A qué espera? ¿No quería disparar? Le estamos dando la oportunidad, no sea cobarde —El pelirrojo tampoco parece afectado en absoluto, más bien parece divertido.

     ¿Debería sorprenderme? ¿No le importa que esté así? Se supone que somos algo. Con todo lo que hemos pasado deberíamos ser algo, al menos.

     Aunque parándome a pensar, yo tampoco estoy afectado. Debería estar temblando, como en la fábrica cuando dispararon a mis dos instructores. Pero no. Tal vez en aquel momento perdí toda la humanidad que tenía.

     Levanto la mirada, mi compañero ha levantado el arma contra mí y me está apuntando, o lo intenta al menos, puesto que sus brazos parecen incapaces de mantener la posición sin temblar. Miro el cañón del arma. Debería estar horrorizado, pero estoy tranquilo, demasiado. Quizás sea mejor así, que me dispare y todo acabe. Quizás así pueda librarme de este maldito pensamiento que está rondando sin cesar por mi mente desde que he vuelto aquí. Sí, es mejor así.

     —No puedo hacerlo... —dice tan bajo que estoy seguro que la mitad de nosotros no lo ha oído.

     — ¿Qué dice, cadete?

     — ¡Qué no puedo hacerlo! —Ahora lo grita y deja su arma en el suelo, con impotencia.

     — ¡¿No era que estaba preparado para disparar, cadete?! —El instructor también grita y todos estamos atentos a la escena.

     — ¡Pero no a una persona! —Parece que va a llorar.

     — ¿De qué le sirve saber disparar si no puede acabar a nadie? Somos soldados, no deportistas de tiro al plato.

     Mi compañero no dice nada, se ha limitado a bajar la cabeza y estoy seguro de que está comenzando a llorar.

     —Espero que esto le sirva para no dudar de nuestros métodos, al igual que al resto.

     Brown parece satisfecho, contemplando la escena que él mismo ha creado. Está orgulloso de haberle dado su lección al chico que le ha enfrentado. Estoy seguro que hace años era el típico mocoso con el que todos se metían en el instituto y ahora disfruta exhibiendo su poder contra sus alumnos.

     — ¿Y usted, cadete?

     Noto como el pelirrojo se ha aproximado a mí y me mira. Tengo que levantar un poco la vista para verle a los ojos debido a la diferencia de estatura.

     —Sigo vivo —me limito a contestar.

     —Sí, lo está. ¿Ha sentido miedo?

     —No, Capitán.

     Le sostengo la mirada, como si intentar probar la veracidad de mis palabras. Él saca su pistola de la funda y une el cañón con mi frente.

     — ¿Lo siente ahora, cadete? —ha alzado su voz, para que todo el mundo lo oyese, a la vez que quita el seguro— Yo no soy un novato, no tengo miedo de disparar, se lo aseguro.

     —En lo absoluto, Capitán.

     — ¿Por qué cree que es?

     —Porque confío en usted —confieso sin pensar.

     —Le aseguro que aunque se tratase de otra persona y no de mí, no lo tendría, cadete.

     Ha bajado el arma y la ha enfundado de nuevo después de asegurarla.

     —Teníamos planeado hacer esta prueba más adelante. Pero siempre hay uno de vosotros que se pone gallito y nos obliga a adelantarla —explica el mayor—. Consiste en que os deis cuenta de que poder disparar no significa poder matar a alguien. Primero dejaréis de tener miedo a que os maten, luego a matar y quizás, más tarde, dejaréis de temer cuando veáis morir a vuestro lado a un compañero.

     —El hecho de que vuestro compañero no haya flaqueado cuando le apuntábamos demuestra dicha evolución, aunque por causas externas él ha tenido que asumirla antes de lo previsto —vuelve a hablar el menor más calmado, más profesional, volviendo a esconder su parte de matón.

     —La clase ha terminado, vuelvan a sus cuartos para prepararse para la hora de estudio —ha anunciado finalmente el pelirrojo tras comprobar la hora en su reloj.

     Todos hemos ido saliendo lentamente, tras recoger el material que habíamos estado utilizando durante la clase. A mi alrededor la gente aún está conmocionada. ¿Por qué ya no puedo ser cómo ellos? ¿Por qué he llegado el punto de dejar de valorar mi vida? ¿Por qué mi compañero no me ha disparado y acabado con esto?

━━━━━━━━━━ 🤍 ━━━━━━━━━━

EfímerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora