40: Despedida

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     Toda la base se había reunido para el acto de despedida del Capitán Mills, vestíamos nuestros uniformes de gala y lucíamos perfectamente firmes abre el féretro.

     He procurado colocarme cerca de Castiel, necesito tenerlo cerca. Además está con Owen, por quien siento debilidad en estos momentos.

     ¿Le habrá contado su tutor que ha visto morir al pelinegro? ¿Que no ha podido salvarlo? Y, si es así, ¿de qué manera? El pelirrojo ha demostrado que no tiene demasiado tacto con los niños, a pesar de que la relación entre los dos había mejorado notablemente desde que me había inmiscuido en sus vidas privadas. Aunque el niño no es ajeno a las bajas militares, ya ha perdido a su padre de esa manera y no sé si eso lo ha acostumbrado o si le ha creado un trauma.

     Aun así, no parece buena idea ni de lejos contar con demasiados detalles la escena en la que nos hemos visto envueltos hace poco más de un día. No a él ni a nadie.

     Yo parece que lo he aceptado con demasiada facilidad, no sé cómo. Mi hermana parecía seriamente afectada cuando hemos vuelto a la base y se lo he contado; sin embargo yo estaba allí, delante de su cuerpo, y estoy perfectamente bien, sin secuelas aparentes.

     He pasado mucho miedo en ese momento, miedo a morir, miedo a perder a Castiel... Pero, una vez he aceptado la realidad de que esa mujer estaba muerta, todo se ha acabado, todo ha vuelto a la normalidad. A pesar de que he acabado con la vida de una persona, de una adolescente huérfana a la que aun quedaba mucho por vivir, yo seguía mi vida con total normalidad.

     —Nath...

     El niño me mira con preocupación, no parece tan alegre como siempre, pero no llora. Desde que lo conozco, pocas veces ha dejado ver su lado de niño inocente y siempre se ha estado comportado como un adulto.

     Todo el mundo parece haberse retirado ya, excepto la familia de mi antiguo instructor, con la que ahora está hablando Castiel. Tampoco veo a mi hermana por aquí cerca, es como si todo el mundo se hubiese desvanecido. Me pregunto si habrá pasado lo mismo con mis sentimientos.

     Veo como la familia del chico se aleja y como el pelirrojo se acerca a donde nosotros estamos, cogidos de la mano, ambos ahora mirando al horizonte, como intentando divisar la figura del chico volver con nosotros, como si nada hubiese ocurrido. Y yo sigo sin sentir nada.

     Owen agarra con su mano libre la de su tutor, quien se une en nuestra vigía. Ninguno dice nada, el silencio se vuelve ensordecedor, si es que eso es posible, y yo comienzo a desesperarme. No soy consciente de cuánto tiempo ha pasado cuando el rubio habla.

     —Creo que de mayor quiero ser como vosotros.

     El mayor y yo nos miramos, y luego miramos al chico, sorprendidos por la repentina declaración. Él continúa con la vista fijada en el horizonte, inmutable.

     —Quiero ayudar a la gente, para que nadie muera y nadie esté triste —explica.

     Sonrío. Suena como un adulto, pero su inocencia le delata como el niño que es. No digo nada y vuelvo a mirar al frente, el sol se está poniendo aunque aún es temprano, esa es la magia del invierno.

     —Eso está bien... —murmura su tutor con dulzura, él también mira al horizonte.

     Es un día triste y todos estamos algo tristes, aunque todo a nuestro alrededor se ve bonito bajo la puesta de sol, será la magia del invierno.

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