43: Celos

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/Sucrette PoV/

     Sigo sin creerme que ese imbécil se haya muerto, aún no puedo aceptarlo por completo a pesar de que he ido a su entierro.

     Foster me ha preguntado si sentía algo por él y me he encontrado con que no sabía qué responderle. Nunca me he parado a pensarlo seriamente, hace unas semanas habría dicho que ni en sueños, pero después de pasar tanto tiempo con él estos últimos días, darme cuenta de cómo es y de las cosas que pasaron entre nosotros...

     Me he sentido terriblemente vacía cuando Nath me ha contado lo que había ocurrido. Al contrario que yo, él no parecía demasiado afectado, ¿cómo ha podido ignorar de esa forma sus sentimiento? O, tal vez, ¿él ya lo ha aceptado?

     Tampoco Foster ha demostrado demasiada pena, tan solo durante el entierro de me veía algo decaído, aunque tal vez eso fuese por sus heridas. De todas formas, él es distinto a mi hermano, ¿tiene siquiera sentimientos? Si hasta ha estado saliendo con Ámber...

     Sigo caminando sin saber qué hacer, no sé donde se ha metido mi hermano ni tampoco dónde están mis amigas. Estoy completamente sola justo cuando tantas cosas rondan por mi mente.

     Sin darme cuenta, choco contra alguien que caminaba en dirección contraria a la mía. Son dos chicos de mi promoción, ambos me suenan de haberlos visto en los entrenamientos.

     —Vaya, vaya. ¿A quién tenemos aquí? Pero si es la hermanita de Ferguson.

     —Sí, lo siento, iba distraída —me disculpo, e intento seguir mi camino incierto, pero uno de ellos no me lo permite agarrándome por el brazo.

     — ¿A dónde vas? ¿A junto de tu hermanito? —Su voz forzada me asquea, ¿por qué me habla como si tuviera 7 años?

     —A ti eso no te incumbe. Tengo prisa, adiós —insisto, tratando de volver a sacármelos de encima.

     —Vas lista si crees que te dejaremos ir así de fácil. ¿Sabes? Tu hermanito es muy bueno, queremos comprobar si es algo de familia.

     Sin darme tiempo a reaccionar, me han agarrado y me han arrastrado al interior de una de las naves, hasta meterme en un cuarto completamente oscuro y cerrar la puerta detrás de mí. Me han encerrado, ¿qué les pasa a esos idiotas?

     — ¡Abrid la maldita puerta, gorilas! —grito.

     —Eso no sería divertido... Si no puedes salir, ¿por qué no esperas a que venga a rescatarte tu querido hermanito? Si lloras lo suficientemente alto tal vez te escuche —oigo decir a uno, forzando nuevamente una voz asquerosa.

     —Es el mejor de todo el colegio, hasta le han dado una medalla. Yo no me lo creo, pero bueno, si te volvemos a ver sabremos que realmente es tan bueno —ladra el otro chico.

     ¿Qué demonios? ¿Qué sentido tiene eso? Estos tipos no suman entre los dos ni una sola neurona.

     —Hasta la vista guapa. Cuando tu súper hermano venga a sacarte, dile que se llegue de aquí mientras pueda. Hoy estamos siendo muy generosos contigo, solo porque somos unos caballeros.

     Les oigo reír y sus pasos alejarse. No me puedo creer que me hayan dejado encerrada aquí.

     Golpeo la puerta repetidamente, con la esperanza de que alguien pase por aquí cerca y me oiga, pero es en vano. Finalmente me rindo y me dejo caer contra la puerta, en espera de oír algún indicio de que haya alguien por fuera.

     Justo cuando menos lo necesitaba, me he quedado completamente a solas con mis pensamientos.

     No tengo mi móvil conmigo, no puedo llamar a nadie para pedir ayuda. Evan, ¿tú podrías ayudarme si tan solo estuvieras aquí...?

     No es hasta un buen rato después que vuelvo escuchar unas pisadas, me levanto de un salto y golpeo la puerta nuevamente, tan fuerte como puedo, no quiero pasar desapercibida y quedarme más horas aquí.

     — ¡¿Hay alguien ahí?! ¡Ayuda!

     — ¿Sucrette?

     Una voz me responde. ¿Es Foster? Detengo mis golpes instintivamente al oír su voz e intento decir algo coherente para que me saque de aquí.

     —Sí, soy yo. ¿Puedes abrir esta maldita puerta?

     — ¿Qué haces ahí dentro? —Veo como remueve la manilla de la puerta que nos separa, me ha encontrado— No consigo abrirlo. Apártate un poco, ¿de acuerdo?

     — ¡¿Qué?!

     —Haz lo que digo, joder.

     Le hago caso y me aparto, quiero salir de aquí. Oigo colisionar algo varias veces sobre la chapa metálica que va cediendo hasta deformarse lo suficiente como para abrirse por completo. Allí delante tengo al chico pelirrojo, quien me mira un poco confuso, y dolorido.

     — ¿Estás bien? —Asiento y salgo de ese maldito lugar.

     —Gracias por sacarme de ahí, y eso... —agradezco con reparo, no sé cómo debería afrontar este momento.

     —Es parte de mi deber. La cuestión es ¿qué hacías ahí dentro?

     —Unos tíos me han encerrado —suelto con desprecio al recordar mi conversación con ellos.

     — ¿Por qué?

     —Celos, supongo. La hermanita de Ferguson se ha vuelto muy popular desde que condecoraron a Nath.

     — ¿Conocías de algo a esos tíos?

     —No, no lo sé. Son compañeros de promoción, supongo. Nunca he hablado con ellos ni sé sus nombres.

     —Descríbemelos —exige.

     — ¡No pienso hacer eso! —niego, reacia a sus palabras. Ya empieza a cansarme su interrogatorio repentino, yo solo quería salir de ahí.

     — ¿Estás de coña? ¿Así agradeces que te ayude?

     — "Es parte de tu deber"... —repito, reproduciendo las palabras que instantes antes había pronunciado— Y ahora, si me disculpas, tengo cosas que hacer.

     Me ha agarrado con brusquedad por el brazo y, prácticamente, me ha empujado contra la pared. Su mirada es más amenazante que antes y siento que va a atravesarme con ella en cualquier momento.

     —Dime, ¿quién te ha encerrado? —insiste.

     — ¡Eso a ti no te incumbe! —exclamo, enfadada por cómo me está tratando.

     —Todo lo que ocurre con mis cadetes me incumbe, por algo soy instructor. Ahora, dime quién te ha encerrado. Y, por si no ha quedado claro, es una orden.

     — ¡Te he dicho que no lo sé! No los conozco —Sigue mirándome, insistente, mientras me aplasta el brazo contra la pared. Sé que no va a darse por vencido—. Me han amenazado, Castiel. Sabes como funcionan las cosas aquí, lo que le hacen a los chivatos.

     —Mira, el Castiel que has conocido este tiempo atrás se ha esfumado, ahora vuelvo a ser Foster, tu instructor, y como tal, exijo que me des esa información.

     —No puedo darte una información que no tengo, Foster —recalco su apellido, está forma de ser suya me desespera.

     — ¿Sabes por qué te han hecho eso? —cambia la pregunta.

     —Porque están celosos de Nath desde que lo condecoraron, te lo he dicho. ¿Eres sordo?

     —Y si a ti te han hecho eso, ¿qué piensas que harán a él? —Me ha vuelto a mirar directamente a los ojos. Me da repelús, tengo que admitirlo— Me da igual si tu quieres o no ser mi "amiga", pero tu hermano no tiene nada que ver con tus tonterías y yo tengo que asegurarme de que nada le ocurra.

     Me quedo callada. No me había parado a pensar en que todo esto es por Nath, y que mucha gente debe tenerlo en su punto de mira. Debería decirle a Foster quién me ha hecho esto, aunque me meta en problemas a mí misma. Ellos me lo han advertido, sé que mi hermano puede acabar muy mal y sé que, por idiota que sea, ese pelirrojo se jugaría el cuello por mantenerlo a salvo.

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