—Ya que están tan calientes, les ayudaremos a bajar la temperatura. Creo que sé la forma idónea —Se dibuja en su cara la misma sonrisa maquiavélica que vi el día de las pruebas, un escalofrío recorre mi cuerpo. Definitivamente no nos espera nada bueno—. ¡Desnudaos!
— ¿Qué? Pero si nosotros no... —trata de explicar mi compañero.
— ¿Dudan de lo que hemos visto, cadetes?
—No... Nosotros... ¿Cómo vamos a hacer eso aquí? —protesta.
—Aquí y ahora. Inmediatamente si no quieren que abramos un expediente de esto —amenaza el pelinegro.
Ambos nos rendimos y vamos quitando nuestra ropa hasta quedar únicamente con los bóxers puestos. El grupo de chicas se muestra incómodo, pero los dos capitanes no dejan que se vayan aun. Este también es un castigo para ellas, aunque parece mucho menor que el nuestro.
— ¿Así está mejor su temperatura? —se mofa.
Al cabo de un rato comienzan a dolerme los pies del frío. Los dos oficiales siguen impasibles en frente nuestra, disfrutando de ver como el clima empieza a afectarnos cada vez más. Espero que no decidan prolongar esto mucho más tiempo o tendremos serios problemas.
—Es una lástima que deba irme, pero confío en que los vigile durante una hora para asegurarse de que se les baje el calentón, Foster.
—Sabe que soy de confianza, aunque... —Veo como se acerca hasta mí con grandes zancada y posa una de sus manos sobre mi abdomen. El tacto helado me obliga a ahogar un gruñido, ahora tengo la certeza de que me ha cogido manía—... no creo que tarden demasiado.
—Es solo para asegurarnos, no conviene arriesgar con estas cosas.
Se ha ido ahogando una leve risa y es ahí cuando noto que el grupo de chicas ha aprovechado para escabullirse sin que se diesen cuenta, aunque tengo por seguro que ellos sabían perfectamente cuando han huido.
—Bien, les estaré vigilando desde mi cabaña, aquí empieza a refrescar —dice el pelirrojo con sorna, mientras se frota los brazos con las manos simulando sacarse el frío—. Más les vale no intentar nada si no quieren hacerme enfadar.
Nos ha dejado solos, tiritando del frío, desnudos en medio de la nieve. Le pegaría un manotazo al rubio pero temo que si lo hago uno de mis brazos se parta. Creo que a mis padres no les haría demasiada gracia tener un hijo manco.
«...»
Realmente me siento muy cansado ya, no sé cuánto tiempo llevábamos aquí parados pero deduzco que más de lo que el Capitán Mills había acordado. Las puntas de mis dedos comienzan a verse azuladas, síntoma del principio de hipotermia que ya tengo. Miro a mi compañero y no parece estar mucho mejor, su piel bronceada es ahora de un tono apagado casi blanquecino. Tiene la mirada perdida en alguno de los infinitos puntos que nos rodean y, que en estos momentos, cualquiera de los dos podría pensar que son dignos de admirar.
—Lo siento, me he entretenido por el camino.
El pelirrojo ha aparecido por el lado contrario al que se ha ido y eso logra confundirme durante unos instantes, parece divertido de vernos en estas condiciones.
—Maldito, lo has hecho a posta... —mi voz apenas suena pero lo digo lo suficiente claro para que ambos puedan oírme. Dake me mira atónito y Foster se acerca más a mí. Es entonces comprendo que ha sido un error.
—Por supuesto —dice con tranquilidad. Siento el impulso de golpearle hasta saciarme pero mi cuerpo está al límite. Lo miro con desprecio, es lo único que puedo hacer—. Bebed algo caliente y abrigaos, no quiero muertes clínicas cerca de mi cabaña.
Nos da un pequeño golpe en la espalda y se va sin decir nada más. Al contrario que antes, ahora el roce de su mano contra mi piel me proporciona una intensa sensación de calor en la zona, casi quemazón. Me apuro todo lo que puedo a ponerme la ropa, aunque a penas la siento sobre mi cuerpo. Caminamos juntos hasta el edificio y al entrar el calor nos invade, haciéndonos suspirar. Ese imbécil teñido casi nos mata y ni siquiera parecía haberle afectado.
Ya en mi cuarto me meto dentro de cama tras quitarme únicamente los zapatos y la chaqueta. Dajan me mira preocupado y prácticamente se tira de la litera de arriba para acercarse a mí. Cuando le cuento lo ocurrido gruñe, aunque parece no sorprenderle demasiado, igual ya ha visto ese tipo de castigos extremos por cortesía de los capitanes. Pero no tengo ganas de pensar en eso, ni tampoco fuerzas, tan solo quiero dormirme cuanto antes en la agradable calidez que me proporciona mi cama, aunque mi cuerpo no parece querer dejar de temblar.
«...»
No sé cuánto tiempo llevaba dormido cuando oigo sonar la sirena de emergencia. Desde el pasillo se oye gritar la voz del Teniente Brown:
— ¡Atención novatos! Este es el primer simulacro, formen delante de las puertas del cuarto.
Salgo de la cama y me doy cuenta de que sigo teniendo el uniforme del día anterior puesto. Lo agradezco, así no tengo que preocuparme de ponerlo. Mi cuerpo está cansado y dolorido pero de alguna manera ha conseguido entrar en calor durante las escasas horas de sueño.
—En el primero solo participáis los de primer año, buena suerte —me desea mi compañero antes de taparse los oídos con la almohada, intentando volver a dormir en medio del jaleo.
Me pongo las botas lo más rápido que puedo y salgo del cuarto. Algunos ya están fuera frente a sus puertas, aunque no todos están completamente vestidos y esfuerzan por abotonar los botones de sus chaquetas. Me doy el tiempo de tratar de alisar la tela de mi uniforme, el tejido me facilita el trabajo y nadie diría que me he puesto a dormir con él.
El instructor castaño se pasea a paso rápido delante de todos nosotros, dándonos instrucciones de lo que debíamos hacer a continuación.
— ¡Atención! En este primer simulacro debéis dirigiros con orden y rapidez a la Plaza de la Bandera, allí habrá un autobús que os llevará a vuestro primer escenario. En cada asiento os hemos preparado un lote con todo lo que necesitaréis, solo hay uno por cabeza asique procurad no perder nada—explica—. ¡Adelante!
Salgo trotando hacia las escaleras cuando nos da la señal, mezclado entre mis compañeros. Mis pies no tardar en recordarme que siguen quemados tras pasar más de una hora de castigo infernal. No me detengo, cuanto antes acabe esto, antes podré volver a mi cuarto.
Tardamos escasos minutos en acomodarnos todos en los dos buses que habían preparado. Como nos había adelantado el Teniente Brown, en cada asiento había preparada una bolsa de tela llena de cosas. Debajo de ella había un forro polar y una cinta negra de tela.
Recorro con la mirada todo el autobús tratando de localizar a mi hermana, presiento que vamos a tener un largo camino y ella, a pesar de poder caminar, su tobillo aun se resiente. En el asiento delante de mí reconozco a una de sus amigas, le tiro de la manga para llamar su atención.
— ¿Has visto a Sucrette Ferguson?
—El Capitán Foster le ha mandado volver al cuarto porque está lesionada —contesta, sin dejar de mirar al frente.
Le doy las gracias por la información y agradezco de paso a todos los cielos que ese imbécil tenga algo de humano dentro de él.
— ¡Silencio!
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Efímeros
RomancePrimer libro de la saga SOMOS. La vida cotidiana de Nathaniel termina el día en que se ve obligado a asistir a una escuela militar. Ni su cuerpo ni su mente están hechos para pertenecer a este lugar, pero él ya ha diseñado su plan de supervivencia:...