33: Reconfortante

212 25 1
                                    

     Hemos caminado por el hall del hotel con naturalidad, pasando por delante de los recepcionistas hasta llegar a las escaleras. Subimos un par de plantas y nos dirigimos al fondo del pasillo. Castiel parece realmente convencido en lo que hace, tengo curiosidad por saber de qué manera ha desarrollado esas habilidades, pero no creo que sea un buen momento.

     Ha pasado el imán sobre el lector de llaves de la puerta, este ha emitido un pitido y una pequeña luz verde se ha encendido, indicando que se había abierto con facilidad. No se podría decir que es el mejor cuarto del hotel, eso sin duda. Es un cuarto pequeño y estrecho en donde solo hay unas taquillas, un banco de madera y un pequeño aseo; probablemente se trate de un vestuario para que el personal de limpieza se cambie.

     El pequeño se ha ido directo a la ducha mientras nosotros dos nos quedábamos sentados en el banco, con las espaldas apoyadas contra la pared. Noto como él me mira, pero yo no tengo demasiadas ganas de hablar, sigo molesto con él, aunque no sé bien por qué.

     — ¿Podrías dejar de mirarme con esa cara? —me pide, esbozando una pequeña sonrisa que interpreto que trata de suavizar mi humor.

     —No hago ninguna cara. Tan solo me alegro de que no te haya pasado nada —respondo sin pensarlo demasiado.

     —Pues más bien parece justo lo contrario —fanfarronea—. No has dicho ni una palabra desde que he vuelto.

     —Tú tampoco has dicho nada de a dónde ibas antes de irte...

     —No pensaba que fuese necesario.

     — ¿Y qué ha pasado con lo de informar de tu posición en todo momento? —le reprocho, recordándole las normas que él mismo me enseñó.

     —Soy el superior al mando, no soy yo quien debe cumplir eso.

     — ¡Deja de tomarte todo como una misión! Sólo tú y Mills sois soldados reales... —Me irrita, pero sé que no debo levantar demasiado la voz si no quiero que el niño se entere de nuestra discusión. Ya bastante ha pasado hoy como para tener que presenciar esto.

     —Eres tú el que está usando esos ejemplos estúpidos... —suspira y se inclina hacia atrás. Y Yo sigo apoyando mi cara sobre las palmas de mis manos, "escondiéndome" de él.

     —Owen estaba preocupado, le has dejado solo sin decir nada —murmuro, más calmado. Aunque es una falsa tranquilidad, ya que ahora me invaden las ganas de llorar más que la rabia.

     —Pensaba que si lo dejaba contigo estaría bien —su voz suena más suave—. Últimamente le has cuidado más de lo que lo he hecho yo desde que se ha venido conmigo.

     —Eso no significa que no se preocupe por ti, ahora eres su familia...

     —Ya sé que soy pésimo como padre... Pero de todas formas, sé que esto no tiene que ver solo con Owen —Ha agarrado mis hombros y me ha obligado a mirarle. Mis ojos están llorosos desde hace un rato y realmente no tenía especial interés en que él se diese cuenta—. ¿Vas a decirme qué ocurre?

     No sé qué responderle a eso, no yo sé qué es lo que ocurre. Se ha formado un abrupto silencio y la estancia se ha visto invadida por el sonido del agua de la ducha. Él ha terminado por soltarme y ha apartado su mirada de mí.

     —Bah, déjalo.

     —Yo también estaba preocupado —confieso finalmente. Me siento mal por no responderle, aunque no estoy seguro de que mis palabras sean lo más adecuado para decirle—. Te fuiste sin decir nada y luego pasó... eso. Pensé que te había podido pasar algo y me asusté.

     —No soy tan débil como para que acaben conmigo de esa forma, he pasado por cosas peores.

     —Pero por aquel entonces estabas solo. Ahora tienes a Owen y yo... —hago una pausa breve para pensar en qué diablos voy a decir ahora. Suspiro—... también me tienes a mí.

     Sus ojos grises me miran con intriga. Siento que analizan cada parte de mí y de cierta forma me arrepiento de haber dicho todo eso, pero ya no puedo hacer nada más que aceptar las consecuencias. Cada segundo que prolonga el silencio se me hace eterno y me desespera. ¿Por qué habré dicho eso?

     Bajo toda premisa, el pelirrojo me rodea con sus brazos y me acerca más a él. Me rindo y apoyo mi frente contra su clavícula. Huele bien, se siente bien. No quiero moverme de ahí nunca.

     —Nunca me alejaría de vosotros... —me susurra con suavidad.

     Su voz detrás de mi oreja hace que me calme y que mis ganas de estar entre sus brazos se incrementen. Ninguno de los dos se atreve a deshacer el abrazo, hasta que oímos en el pasillo las voces de Sucrette y Mills. Ahora que estamos todos, el cuarto parece mucho más pequeño.

     — ¿Hay ducha? —pregunta con expresión agotada al oír el sonido del agua correr.

     —Sí, Owen está duchándose aún. Aunque ya lleva bastante rato dentro...

     —Siempre se pasa una eternidad debajo del agua, creo que se cree un pez o algo así.

     Le doy un codazo de desaprobación y él se ríe. Sin duda me alegra haber arreglado las cosas.

     —He comprado cosas para comer, podéis escoger —ofrece.

     — ¿No es un poco cruel que escojamos sin tu crío? —recae en preguntar Mills.

     —Para nada, así aprenderá a darse duchas más cortas.

     Ha agarrado uno de los bocadillos y comienza a desenvolverlo del papel que trae a su alrededor. Todos le imitamos y comenzamos a comer, parece que el día ajetreado de hoy nos ha abierto el apetito a todos.

     No mucho después el niño se une a nosotros, sentándose entre Castiel y yo, y cogiendo el último bocadillo que queda al que no mira con muy buenos ojos. En vez de eso, se dedica a mirar con rabia el que su tutor tiene en su mano.

     — ¿Ese era el qué querías? —pregunto mientras me inclino disimuladamente hacia él. Veo como asiente con aire enfurecido. No me sorprendería que haya escogido ese en concreto para hacerle rabiar.

     Estiro mi brazo sobre la cabeza del chico y le arrebato al pelirrojo lo que le queda del bocadillo para ofrecérselo al rubio. Veo como Castiel protesta ante mi gesto mientras ve al chico devorar el pedazo de pan que hasta hace unos segundos tenía entre sus manos.

     —Lo hago por ti, no te conviene comer demasiado —bromeo.

     —Pensaba que me querrías igual aunque estuviese gordo...

     No me esperaba que contestase eso en absoluto. Noto como mi paliducha piel se vuelve tan roja como su pelo tras ese pícaro comentario y como los demás nos miran. Creo que ellos tampoco se lo esperaban.

     —Es curioso lo bien que os lleváis... —observa el mayor, quien nos contempla con aire divertido.

━━━━━━━━━━ 🤍 ━━━━━━━━━━

EfímerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora