Nos separamos tan lentamente como lo fue nuestro beso. Nuestras respiraciones forman una nube de vaho entre nuestras caras.
—Menos mal eres mi cuñado...
—Por mí no te contengas... —dice casi en un susurro y me entran ganas de besarlo de nuevo, pero sé que no puedo.
— ¿Por qué sales con mi hermana? —Querría continuar, pero no puedo "Por qué sales con mi hermana... y no conmigo?"
—Creí haberte dicho que no podía permitir que tu padre te tratase así... Y, no te lo tomes a mal, pero Ámber es demasiado fácil de conquistar, la forma perfecta de estar a tu lado sin levantar sospechas.
—Me halaga que quieras protegerme pero, por muy insoportable que sea mi hermana, no es justo que le hagas eso.
—Di más bien que no quieres compartirme con ella —Se ha levantado del columpio y se ha puesto frente a mí, agarrando ambas cadenas con las manos—. Dilo... —me levanto para estar a su altura y le rodeo con los brazos— Nath...
—Yo, te quiero solo para-
« Bip bip bip »
He apagado la alarma como buenamente he podido. Ha sido un sueño, un jodido sueño.
Ojalá eso hubiese sido lo que pasó, después del beso simplemente seguimos como si nada hubiese pasado. Me frustra. Quiero preguntarle si lo hace por jugar conmigo o si hay algo más, pero sé que eso es imposible. Primero porque me da miedo que me diga que es solo un juego y segundo porque no puedo tener relación alguna, menos con mi superior, del que se supone que solo debería sentir respeto.
Llevo ya varios días que no me lo puedo sacar de la cabeza. Tal vez ha llegado el momento de hablar con Sucrette, de contarle todo y que me ayude a ordenar un poco mi mente. Joder, ¡qué difícil es todo!
El año está por acabar y yo sigo rompiéndome la cabeza con unos problemas que no deberían existir. Foster ha dejado de venir a nuestra casa a los pocos días de la cena de Navidad, al parecer la relación con Ámber no ha seguido adelante. Ahora que lo pienso, él me dijo que no tenía ninguna familia, ¿pasará solo el año nuevo? Supongo que saldrá de fiesta con algunos amigos, es lo que se suele hacer, ¿no? Dejo caer el libro que me regaló mi hermana sobre mi cara y gruño, ¿por qué ya no puedo ni leer en paz?
Me levanto de la cama, dejando mi pereza a un lado. Llevo ya varios días sin hacer nada de deporte, luego sufriré las consecuencias al volver a la rutina. Saldré a correr un rato, pero antes tengo que hacer una llamada. Ni siquiera tengo su número, pero sé quién pueda conseguirlo.
«...»
—Te he dicho que no.
—Vamos, Ámber. No te cuesta nada.
Ella sigue pintándose los ojos como si nada mientras yo estoy apoyado en su tocador con luces de princesa. A veces pienso cómo es posible que comparta mis genes con alguien tan cabezahueca.
— ¿Para qué quieres su número? ¡Es solo un idiota!
—Solo dámelo y ya está.
Mi hermana sigue de mal humor por la ruptura. Al parecer la había dejado con excusas genéricas que no la habían convencido. La realidad es que él no había podido aguantar más su agotadora personalidad.
—Está bien, te lo daré. Pero tendrás que comprarme esta paleta de maquillaje.
Me extiende un papel de colores pastel. Es de la tienda de cosméticos del barrio. Miro al producto que me está apuntando con el dedo.
— ¡¿Doscientos dólares por una paleta?! —protesto.
— ¿Quieres el número o no?
—Está bien... —Accedo a comprarle su dichoso maquillaje. Sé que no va a dar su brazo a torcer y yo quiero ese número. Y salir de esa habitación rosada antes de que me dé un subidón de glucosa.
— ¡Genial! Creo que no abren por las tardes, tendrás que darte prisa si quieres llegar a tiempo —dice mirando el reloj, casi es medio día.
Suspiro y salgo de allí refunfuñando. Esto me costará gran parte de mis ahorros que había juntado para comprarme un set de escalada, ¡magnífico!
«...»
Al final Sucrette ha decidido acompañarme bajo el pretexto de que necesita una máscara de pestañas nueva, aunque más bien es para darme ánimos para dejar esa cantidad de dinero allí.
El dependiente de la tienda no tarda mucho en encontrar la paleta que le indico y cobrármela. Están a punto de cerrar y todos quieren irse a sus casas. Mi hermana paga lo suyo y volvemos caminando tranquilamente por los alrededores.
— ¡Eo, chicos!
Nos giramos al oírlas y vemos a dos de las antiguas compañeras de clase de mi hermana. Ella sale corriendo hacia las dos chicas para abrazarlas.
—Iris, Priya, ¡cuánto tiempo!
— ¿Qué tal va todo por la escuela militar? —pregunta una de las chicas. Es bajita, pelirroja y siempre tiene una amplia sonrisa.
—Mejor de lo esperado, aunque tenemos bastante poco tiempo libre.
— ¿Y hay muchos chicos guapos? —la otra chica enarca una ceja con interés. Ella es alta, con el pelo castaño largo y piel morena.
—Unos pocos, es una pena que no nos dejen salir con nadie...
¿Qué les pasa a estas niñas de ahora?
—Su, yo voy a ir volviendo a casa. Tengo que darle esto a Ámber —me despido levantando la bolsa que llevo en mi mano—. Hasta pronto, chicas.
Si hay algo que como hermano mayor no me interesa demasiado, es verme incluido en los cotilleos sobre chicos de mi hermana.
Cuando le entrego el maquillaje a Ámber, ella me da un papelito con un número de teléfono anotado. Por fin lo he conseguido. Espero no tener que volver a negociar nunca con ella.
Regreso a mi habitación y registro el número en la agenda de mi móvil. Me quedo mirándolo indeciso durante un rato hasta que finalmente presiono la tecla verde de llamar.
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Efímeros
RomancePrimer libro de la saga SOMOS. La vida cotidiana de Nathaniel termina el día en que se ve obligado a asistir a una escuela militar. Ni su cuerpo ni su mente están hechos para pertenecer a este lugar, pero él ya ha diseñado su plan de supervivencia:...