Mis ojos pasean entre las luces, entre las personas que caminan y se mueven de salón en salón sin tener la mínima idea de que les estoy observando desde una esquina del lugar. Sonriente. Mordiendo el sorbete de la bebida que Taehyung me ha dado hace rato y que sabe tan dulce como miel que escurre por mis labios; en mi garganta. Calienta, refresca. Remueve.
Nadie nos conoce. Nadie sabe que nos hemos colado en esta fiesta y eso hace que estar aquí sea aún más divertido.
A lo lejos, Yoongi. A lo lejos, Taehyung. Sé que están tratando de venderle una buena dosis de pastillas a un tipo que, si todo sale bien, está a punto de desembolsar una fortuna con la que no tendremos que preocuparnos por lo que resta del mes.
Todo esto se siente distinto. Atractivo. Mejor. Por mucho tiempo todos me escondieron aquello que era salvajemente evidente y que, si lo pienso a profundidad, no alcanzo a comprender cuál era su ímpetu por no hacerme saber que llevan vendiendo hierba y pastillas desde que Yoongi volvió a Seúl como pan de cada día; como única, singular e ilegal fuente de ingresos.
¿Vergüenza, supongo? Pero poco entiendo de qué. Si a final de cuentas cada quien decide con qué veneno matarse y esas malditas pastillitas no hacen más que sembrar momentos de felicidad y euforia bajo la lengua de todos aquellos que las toman. Incluyéndome.
Incluyéndonos.
¿Cómo eso puede ser algo malo?
Cierro los ojos suavemente y me muerdo la boca, disfrutando el efecto fantasma de la hierba que hemos fumado hace horas, mucho antes de llegar a este lugar.
Siento la música en mis venas, en el retumbar de mis oídos. Aquellos pensamientos que rondaron mi cabeza en las juergas a las que hemos asistido durante meses atrás —miedo, ansiedad, incertidumbre. Odio, pavor, recelo— hoy sólo es un recuerdo amargo, una imagen borrosa que poco y nada importa, porque ahora soy yo quien elige si alguien puede o no acercarse a mí entre un lugar tan concurrido como este.
Yo y yo y sólo yo decido quién puede irse a la mierda y quién no. Quién tiene el derecho de siquiera dirigirme la palabra o quién no. Y eso me encanta.
—Hey, Sun.
Escucho la voz de Hobi llamándome y al abrir los ojos le veo sentarse a mi lado. Me giro a observarlo con una pequeña sonrisa, ladeando suavemente la cabeza para indicar que le escucho.
—¿Cómo va todo? ¿Le has visto?
Niego con un pequeño puchero. Mis dedos juegan con el frío plástico del vaso entre mis dedos antes de nuevamente probar el líquido en su interior, refrescándome, remojando mis labios de pronto resecos a falta más licor en mis venas.
—Si te soy sincera es difícil reconocerle entre tanta gente con tan sólo una foto de referencia, Hobi.
—Si de algo sirve, Dawon mencionó que se ha puesto el pelo rubio hace no mucho. Aunque la verdad yo tampoco le he visto.
—Y tal vez es mejor así —sonrío cómplice, dando otro sorbo a mi bebida—. Tal vez el destino sabe que no estás listo para verle sin meterle un puñetazo en la cara.
—Ah, tan sabio como siempre eso que llaman destino —ríe siseando un poco para ladear la cabeza luego de un chasquido de lengua. Río con él—. Supongo. Es una verdadera prueba para mi paciencia si te soy sincero. Desde que llegamos no me han dejado de temblar las manos pensando en que podemos toparnos con él y su jodido grupo y sé que me va a costar contenerme.
—¿Prefieres irte? —cuestiono volviendo a enarcar las cejas. Hobi niega torciendo la boca.
—Objetivamente todo esto vale la pena, Sun. Estoy harto de no saber nada de este tipo y no poder hacer algo para ayudar a mi hermana. Hablar con ella no sirve, créeme. Lo he intentado infinitas veces, pero diga lo que diga siempre termina sucumbiendo a volver a involucrarse con él.
ESTÁS LEYENDO
brats » bts; kth
FanfictionFuimos escoria olvidada hasta por la vida misma... pero si éramos un desperdicio, por lo menos lo éramos juntos. • heterosexual. • violencia, palabrotas y contenido adulto en general. • historia ganadora en la 4ta edición de los K-Pop Wattpad Awards...