'016.

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El sol traspasa mis pupilas cuando decido abrir los ojos. Lo primero que percibo es un azul pálido, muy pálido, seguido de una gentil brisa que recorre y me provoca un suave escalofrío en las piernas y los brazos. Aunque la piel se me pone de gallina, sonrío. La caja de aquella camioneta ya no es tan fría desde que le hemos puesto una cama de cartón, periódico y unas cuantas mantas que Taehyung y yo hemos encontrado en algún callejón de por ahí.

No es el mejor lugar para dormir, pero nos da una sensación de falsa seguridad. Se ha vuelto algo así como nuestro lugar, donde incluso si Yoongi no está, terminamos yendo cada tanto. A Tae le gusta golpear los autos y a mí me gusta mirar hacia arriba porque siento que desde aquí puedo ver las estrellas. Me siento, incluso, parte de ellas. Parece que estamos entre un limbo que no sé si pertenece a Seo, a Buk —o incluso si en realidad pertenece a este mundo— y me gusta que sea así.

Me gusta, además, cerrar los ojos con los pequeños gritos de victoria y alegría emanando de los labios de Taehyung; sentir de repente el calor de su cuerpo cuando se detiene y se acerca a abrazarme, a besarme las mejillas. Me gusta también sentarme en el frío de la noche a compartir el silencio con Yoongi. Siento que nos entendemos. Han pasado un par de semanas desde la primera vez que nos trajo aquí y desde entonces no ha vuelto a desaparecer. Las magulladuras en su rostro se han curado así como las de Taehyung; siento que también unas cuantas heridas en el alma de ambos han sanado o por lo menos ya no escuecen con tanta amargura como antes.

Una nueva brisa me susurra que deje de divagar entre mis pensamientos por lo que parpadeo con suavidad, disfrutando una última vez del descolorido azul que besa mis pupilas. Casi como una rutina me dispongo a girar la mirada hacia mis costados, percatándome de que me encuentro sola. Con pereza voy levantándome hasta quedar sentada en la caja de la furgoneta. Mi cabello cae desordenadamente por los costados por lo que paso una de mis manos para aplanar cualquier mechón rebelde, aunque sé que de esos habrá muchos y aquel torpe movimiento no es suficiente.

Me extraña ver que Taehyung está sentado sobre el techo de uno de los autos más alejados. Tiene las piernas estiradas hacia adelante y el cuerpo balanceado hacia atrás; sostiene su peso con una mano mientras que con la otra parece lanzar piedrillas al interior de los coches apilados ya sin ventanas. A pesar de que sólo puedo ver su espalda, su aura me transmite tristeza. Tengo miedo de que vuelva a caer en una espiral sin vacío por lo que, cuidadosamente, me bajo de la furgoneta escondiendo mis manos en el interior de mi abrigo. Cada día hace más frío. Estoy segura de que muy pronto no podremos dormir más aquí.

Camino con cautela en dirección a Taehyung. Una extraña sensación se acuna en mi estómago, hay algo que tira de mí desde mi costado derecho y sin explicarme qué es giro el rostro casi temerosa. Yoongi me observa dentro del extraño camioncillo de carga donde siempre esconde la mochila de los licores. Aún conserva los vidrios (o por lo menos un par de ellos) intactos a petición suya, porque Taehyung ha querido reventarlos varias veces y él no se lo ha permitido.

Me observa con los ojos entrecerrados y me extraña que esté ahí, pues repetidas veces se queda con nosotros de noche pero al amanecer no está y lo volvemos a ver hasta tarde en el billar o la tienda. Me hace una señal con una mano para que me acerque. Yo aprieto los labios, insegura. Él parece saber la razón por la que no me acerco y me sonríe de medio lado, insistiendo con el movimiento de su mano.

No estoy segura de cuál es el sentimiento que me cruza el pecho, pero lo defino como confusión. Giro la vista a Taehyung un segundo y luego vuelvo a verle a él. Sus ojos oscuros no se apartan de mi figura. Supongo que tiene algo que decirme por lo que decido acercarme.

Voy hacia la parte del copiloto pues él me abre la puerta desde adentro. El interior del vehículo es un desastre. La tapicería es muy vieja, está arrancada y huele a polvo, a óxido. El asiento del piloto —donde él está sentado— está literalmente quemado, por lo menos la mitad de él. En cuanto me acerco dispuesta a subirme un olor extraño me golpea en la cara. Es aquél aroma que despiden los pitillos blancos que le he visto fumar de vez en cuando, no huele a tabaco pero no evoco el olor como algo conocido.

brats » bts; kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora