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Sus ojos oscuros brillan bajo las luces que dejan de oscilar en tonos fríos y se vuelven calor, fuerza, fuego. El verde y el azul desaparecen y ahora el rojo y el rosado perfilan la enardecida silueta de Taehyung, que se muerde los labios con fervor entretanto sus manos viajan por mi cintura, colándose por sobre mis muslos.

Sentirle así bajo mi cuerpo me corta el aliento. No soy tan ingenua como para pensar que es la primera vez que le pasa algo por el estilo, pero sí es la primera que le siento de forma tan consciente. Está tan... duro. Con la pura mirada me suplica que no me levante ni me aleje de él, anexando a ello sus labios hinchados murmuran mi nombre de manera tan tersa y necesitada que me revuelve el estómago, no sólo con mariposas sino con una jauría entera de lobos.

Y están luchando con locura por desgarrar mis adentros, por salir.

Tengo que tragar saliva de forma consciente porque siento que se me ha acumulado un montón bajo la lengua. Tomo a Taehyung por los hombros y mientras los aprieto me inclino de nueva cuenta a besarle los labios, generando un poco de presión cuando junto mis rodillas con toda intención y me remuevo ligeramente sobre él, creando ese roce que de nuevo le arranca un gruñido ahogado que muere contra mis labios.

Siento... no sé qué siento. Tampoco sé lo que quiero, porque aunque una parte importante de mí desearía que estuviésemos solos en la enorme habitación para dar rienda suelta a nuestros más bajos instintos, otra se siente bien con la situación actual. Y aquella parte me susurra al oído con mi propia voz que apacigüe el calor que se anida en la base de mi estómago; que acalle los jadeos y suspiros continuos que mi boca deja escapar a reacción directa de sentir el cuerpo de Taehyung bajo el mío.

Que me detenga en general.

Me muerdo mi propio labio inferior al separarme escasos centímetros de sus belfos trepidantes y enredo mis dedos en los cabellos de su nuca. Tae me besa la mandíbula y se dispone a escurrir su boca por ella, dejando besos húmedos sobre mi cuello y mi garganta mientras sus manos terminan de posicionarse sobre mis piernas. Su tacto cálido resbala por el borde de mi vestido hasta que la punta de sus dedos me toca los muslos por debajo de la falda. Ahí aprieta con deseo, siseando contra mí como si el simple hecho de tocar mi piel le trajera placer.

—Mh... Sunie —jadea con anhelo, llegando a mi oído con un camino de besos húmedos que me estremecen y me hacen sonreír casi a escondidas—. ¿Podemos...?

No termina la pregunta. Sus dedos suben un poco más dentro de mi falda, escondiendo ahora casi todo el dorso de su mano debajo de la vaporosa tela amarilla. Vuelve a exhalar aire con la lengua pegada al paladar, generando ese sonido parecido a cuando se roza una herida punzante y sus piernas se remueven bajo las mías. No sé si es doloroso o agradable, pues la manera en la que arruga la nariz parece un gesto muy ambiguo.

Me relamo los labios mordiéndome el inferior a la par que bajo una de mis manos por su pecho, acariciando el costado de los músculos de su cuello, rozando una de sus clavículas en el trayecto. Mi vista recorre el camino de mis yemas casi perdidamente, pareciéndome inevitable poner atención en sus labios entreabiertos cuando otro suave y grave jadeo se escapa de ellos.

—¿Duele? —cuestiono en voz baja y ronca, subiendo la mirada hacia sus ojos fundidos en aquel destello rojizo que desde hace rato no deja de parpadear a nuestro alrededor.

Tae me observa. Su gesto es tan hipnotizante que me fundo en él sin importar si hay punto de retorno. Creo que la vida entera va a escaparse de mis manos si llego a perderme un solo pestañear de su parte. Veo cómo se muerde los labios luego de relamerlos y frunce sus pobladas cejas a la par que asiente de manera tan pero tan diminuta que, de no ser porque tiene mi completa atención, podría haber pasado desapercibida.