'034.

4.3K 445 204
                                    


La pantalla cristalina no es lo único que me separa del entorno y mi realidad. El casi dulce sonido en los auriculares acaricia mis oídos con tal tranquilidad que, inevitablemente, me sorprendo sonriendo a la nada. Tal vez alguna de las figuras caminando en el exterior se adueña de mi sonrisa, pero en realidad no me molesta. Los días me han enseñado lo que es vivir en libertad, en una ciudad tan infinita como Seúl, y que puedo disfrutar de cada momento sin preocuparme por lo que esté ocurriendo a mi alrededor.

Llevo la pequeña taza blanca a mis labios, robando un largo y acogedor sorbo al té de menta con el que me he obsesionado últimamente. Aquella cafetería pequeña y casi vacía se ha vuelto uno de mis lugares favoritos gracias a Dawon, pues desde que me trajo por primera vez me ha resultado difícil no asistir por lo menos una vez a la semana. Además, esa bebida en particular me ha arrancado unos cuantos cientos de won de la bolsa y ni por asomo se me ha ocurrido arrepentirme.

El móvil vibra sobre la mesa e, inmersa en el refrescante trago de té frío, llevo mis dedos a colocar la contraseña en la pantalla de manera casi automática. No necesito mirarlo para saber que es un mensaje.

"Estoy llegando", dice. Ni siquiera me he percatado de la hora. El tiempo pasa demasiado rápido cuando me olvido de mirar el reloj.

—Hey, Bin.

Levanto la vista del aparato para encontrarme con los ojos afilados de Mino. Está un poco más bronceado que la última vez que le vi en Seúl, mes y medio atrás. Lleva una gorra que no tarda en retirarse a la par que se revuelve el cabello con su mano grande, de nudillos y venas marcadas.

—Hola —le sonrío con los labios apretados. Él hala la silla y se sienta frente a mí—. ¿Cómo fue el viaje?

—Pesado como no te imaginas. Tuve que hacer tres paradas antes de llegar a Seúl. Una maldita locura —arruga la nariz como si no quisiera recordar el tema largando un suspiro profundo—. ¿Te hice esperar mucho?

—No sé —encojo los hombros siendo totalmente honesta mientras estiro la taza para ofrecerle de mi bebida. Él niega—. No vi a qué hora llegué.

—Me sorprende que siendo así puedas vivir en Seúl, Bin. Un día de estos vas a perderte y terminarás en China.

No se me ocurre negar porque sé que tiene un poco de razón. Vuelvo a encoger los hombros con un gesto de "qué remedio" ante lo que él ríe mostrando sus dientes blancos. El chico que atiende la cafetería va a nuestra mesa a por la orden de Mino que no tarda en pedir un café frío. Hace mucho calor en estos días así que lo último que se antoja es una bebida caliente.

—¿Y? —enarca las cejas con un asentimiento corto—. ¿Cómo va todo? ¿Alguna novedad?

Apretujo los labios liberando un ronroneo bajo desde la garganta mientras recuerdo qué es lo último que le he contado a Mino por mensaje. Siendo sincera agradezco que su móvil apareciese entre mis mensajes antes de que cambiara y me deshiciera por completo de mi número de Daegu, justo tres días después de mi llegada a Seúl.

Han pasado tres meses desde entonces. Nos reunimos mes y medio atrás para que pudiese saldar mi deuda por aquellos won equivalentes a la gasolina que me fió y desde ese día hablamos con regularidad. Es un buen amigo; nos procuramos y no me pierde la pista por mucho tiempo. Supongo que no soy muy difícil de leer y con lo poco que hemos hablado sobre la verdadera razón por la que tenía la cara magullada el día en que nos conocimos, él ha sacado sus propias (y bien encajadas) deducciones que terminaron interesándole o preocupándole lo suficiente como para entablar una amistad conmigo.

—Estoy trabajando —murmuro luego de un trago al té. Mino enarca las cejas, interesado.

—¿En serio? —asiento—. ¿En qué?

brats » bts; kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora