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La noche es sumamente oscura. Mis pupilas danzan entre los negocios cerrados y algunas contadas casas que adornan la larga calle por la que Dawon y yo caminamos. Nos hemos alejado de Seongnae hace bastante rato, cuestión que me hace entender por qué muy a pesar de que buscamos durante semanas en la zona —hasta por debajo de las piedras—, nunca encontramos ni pizca de información sobre el novio de Dawon.

Cuando le pregunto dónde estamos, me responde sin mucho entusiasmo que en el centro del distrito de Gangdong. Entonces comprendo por qué el ambiente me resulta tan familiar: viejo, descuidado y un tanto lúgubre. Hace un tiempo estuve aquí en algunas fiestas con Taehyung, además de haber vivido en el distrito temporalmente con Namjoon.

Por esa misma razón me es fácil asumir que nos aproximamos hacia el lado este, un área en la que nunca he estado antes.

Después de algunos minutos de caminata silenciosa, Dawon nos lleva a doblar por una muy angosta calle justo en medio de dos negocios, adentrándonos en un territorio completamente escondido del ojo público. Da la impresión de ser una colonia casi abandonada. Sin embargo, hay una buena cantidad de tiendas y restaurantes que parecen negarse a la idea de perecer pues, muy a pesar de la hora, siguen abiertos y en funcionamiento.

Uno de ellos particularmente llama mi atención. Parece un pequeño mercado de comida callejera compuesto por varios módulos. Los adornos que cuelgan en la parte superior de los carritos dan un aire a los templos japoneses, y la luz amarilla que los ilumina hace que toda la comida en las parrillas se vea apetecible. Además, el olor es increíble. Los hombres que trabajan ahí conversan entre ellos en lo que supongo es japonés. Aunque nos miran mientras pasamos, vuelven rápidamente a sus quehaceres cuando alguna de las personas sentadas frente a sus carritos ordena algo más.

Al alejarnos de aquel negocio, la apariencia oscura y sombría de la calle regresa. Sin embargo, se corta a los pocos minutos gracias a un pequeño cartel neón con la figura de un dragón brillando en rojo que se alza algunos centímetros sobre nuestras cabezas.

Para mi sorpresa Dawon nos lleva a doblar ahí mismo, adentrándonos en un callejón largo y algo angosto. De inmediato me cuestiono en silencio a dónde llegaremos si no parece haber nada más que basura y chatarra apilada al fondo de la callejuela, pero empiezo a suponer un montón de cosas cuando vislumbro unas grandes... ¿láminas? Viejas y oxidadas recargadas sobre la pared.

—Odio venir aquí —susurra ella mientras toma mi brazo para enredarlo con el suyo—. No... te separes mucho de mí, ¿sí, Sun?

Cuando estoy a punto de preguntar dónde es "aquí", nuestros pies topan con una de las dichosas placas de metal. Y tan pronto como mis ojos se acostumbran a la oscuridad me percato de que justo a un costado, casi escondida y camuflada a la vista, hay una angosta puerta. Dawon suspira abrumada y levanta una de sus manos para dar cinco toquidos rítmicos sobre la misma. A pesar de hacerlo bajo, delicadamente, el metal bajo sus nudillos vibra con fuerza generando un sonido horroroso y molesto.

Una voz gruesa y apenas audible se escucha desde el otro lado.

—¿Hm?

—Yong —Dawon suelta con la cabeza gacha.

De la parte superior de la cancela se abre una ranura que deja ver unos ojos muy rasgados, de apariencia casi colérica. Parpadeo lento con sorpresa. Entonces Dawon irgue la mirada para observar aquellos ojos y con un pequeño puchero en la boca vuelve a hablar.

—Vengo a la reunión —las pequeñas pupilas se giran hacia mí—. Ella viene conmigo.

La ranura se cierra sin que el hombre diga una sola palabra más. Escucho muy por lo bajo unos cuantos clicks y con un sonido nuevamente molesto la puerta se abre, dejando ver un estrecho pasillo esperando por nosotras.

brats » bts; kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora