'040.

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Eco resuena entre las paredes fuera de la habitación. Ruido, voces; risas. Siseos. Pequeños golpes contra la madera hinchada de las puertas. Pero todo es distante, tan irreal. Tan borroso.

¿Estoy...?

¿Dónde?

Mi puño entumecido tiembla con tela fría enredada entre mis dedos mientras mis ojos se abren lentamente. En la oscuridad. Estás en la oscuridad. Sobre las sábanas. Y no hay más que figuras nebulosas y amorfas a las que aún si pretendo, no puedo ponerles atención.

Excepto una.

La poca iluminación que entra por la ventana tras de mí perfila su rostro magullado, estoico. Es tan azul que parece vacío por dentro y la palidez natural de su tez no ayuda a mejorarlo en lo absoluto. No hay rojo ni siquiera en los pequeños cortes en sus mejillas que con anterioridad resaltaron en aquella tonalidad frente a mis ojos.

Ahora no. Ahora es tan azul. Tan marchito.

Sus pupilas tiemblan mientras rebotan y rasgan cada milímetro de mi semblante inconsciente que ansía escapar del trance en el que me he sumergido desde que salimos del inmundo baño. Pero soy débil y no tengo las fuerzas para luchar contra él. No ahora. Ni siquiera sé discernir si estoy soñando, si estoy con los ojos abiertos o simplemente lo estoy imaginando todo.

Aunque el dolor en mi cuerpo y mi pecho me advierte lo contrario.

Yoongi.

Silencio.

¿Esto es real?

Silencio.

Yoongi me observa. Su mirada rota se clava por cada poro de mi piel y siento que su respiración forma remolinos en mi cabeza que, sin entender cómo, transportan mi ahora nula consciencia a tiempo atrás.

A mis peores pero a su vez mis mejores meses. En Daegu. En Seo.

A aquellos días en que le conocí; cuando sus manías agresivas me enseñaron una forma diferente de ver la vida. Cuando el fuego que irradiaba me llamaba para envolverme haciéndome entender que había un mundo más allá, sin paredes invisibles ni un pie aplastando mi cabeza. Cuando salimos a perdernos juntos; cuando nos compartió sus pasatiempos, sus hazañas, sus lugares favoritos. Cuando despertaba sintiendo su calor y el de Taehyung. Cuando dormía tomando mi mano y yo la suya.

Cuando pasar tiempo a su lado no me hacía sentir un agujero en el pecho y en el estómago incapaz de sanar.

Nos miramos sin hablar, casi sin respirar, y las yemas de mis dedos vuelven a picar como hace mucho no ocurría. Escuecen; tiemblan por el anhelo de tocar sus heridas visibles e invisibles, pero algo en mi interior llora en silencio repitiéndome que no lo haga. Que ya no puedo hacerlo. Porque lo que toque no será Yoongi, ni sus heridas; siquiera su piel. Es un vidrio resquebrajado que cada vez se hace más grueso pero al mismo tiempo se rompe en muchos más pedazos dispuestos a clavarse sobre mi carne y la suya.

Lastimándonos, fracturándonos. Acabándonos.

¿Por qué, Yoongi?

¿Por qué nos hemos roto de esta forma?

¿Por qué no podemos volver el tiempo atrás?

Cierro los ojos. No puedo, soy incapaz de verle. Mis dedos se hincan en mi propia palma por encima de las sábanas a las que me he aferrado con tanta fuerza y por un efímero momento le pido a todas las fuerzas del universo que me permitan desaparecer. Por un segundo, tan sólo un segundo, déjame creer que las cosas entre Sunbin y Yoongi están bien.

brats » bts; kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora