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'004.

La noche cae lentamente hasta absorber las tonalidades rojizas del ocaso, ahogándolas en una negrura total. Por alguna razón me encuentro pensando en una metáfora que alude a la violencia, a un moretón recién infligido que al avance de los días va volviéndose cada vez más oscuro hasta rozar el violeta intenso o el negro, la ausencia total de color y de luz que en estas circunstancias puede referir a la esperanza. El tono verdoso que las luces largas de tungsteno reflejan en las paredes dentro de la tienda me hace sentir enferma, pero logro acostumbrarme más pronto de lo que parece.

Puedo notar cómo de un momento a otro las luces parpadean como si estuvieran a punto de apagarse. No me extraña, en realidad, se ven tan viejas como los vidrios y el triplay carcomido del mostrador. Con un poco de mantenimiento seguro aquél lugar sería por lo menos un poco más agradable, pero logro comprender que no importa en lo absoluto cómo se perciba. Todo el mundo va y viene; nadie se detiene lo suficiente como para darse cuenta de que el mercadillo de paso en turno está en condiciones deplorables.

Y luego estamos nosotros, Taehyung y yo, estancados como si se tratara de una burla o analogía de la vida que nos termina inmiscuyendo en lugares de mierda aún si estamos fuera de casa.

Me paso la lengua por los labios y levanto la cara de entre el hueco de mis brazos recargados en el mostrador. Giro la cabeza hacia mi izquierda y noto que Taehyung está con la cabeza baja. Sus ojos cerrados, las manos entrelazadas apenas por debajo de su pecho y su respiración acompasada delatan que está durmiendo o intentando hacerlo. Tuerzo los labios con pena, con un pequeño escozor en la base del esófago porque eso delata que probablemente no pudo dormir nada por la mañana.

Preciso su perfil pacífico, saboreando cada una de sus facciones a detalle. Cuando le miro así pienso que es como un precioso ángel con las alas rotas. Un espíritu celeste obligado a vagar en la tierra hasta ser expiado de los pecados que no ha cometido o hasta ser absorbido por la esencia de un demonio lo suficientemente tentado por su hermosura y complejidad como para pelear con Dios hasta volverle su subordinado.

Contengo el aliento con los labios apretados. Tengo tantas ganas de besarle las pestañas y acariciar cada centímetro de su piel de canela hasta curar sus heridas invisibles —aunque yo soy capaz de verlas—. Abrazarle, arrullarle y encerrarle en una cajita de cristal para protegerlo de todo el tormento que se atreve a acecharlo. Porque, desgraciada o agraciadamente, sé de sobra que él lo pasa peor que yo.

Vuelvo la mirada a la pequeña televisión que no ha dejado de sonar desde que el hombre de la tarde se fue; ha estado prácticamente todo el día encendida y en ningún momento me ha dado por ponerle atención. El modelo es viejo, no sintoniza más canales de los que dan por la cadena nacional. Al verme sin mucho que hacer decido intentar atenderla. Están dando un programa de variedades (en retransmisión) con un grupo que acaba de debutar el año pasado, me parece. Nunca he sido muy afín a la música popular o a los idols; no es que me desagrade del todo, simplemente prefiero la música extranjera aún si no entiendo mucho el inglés.

Recargo el codo sobre el mostrador y la barbilla sobre mi puño, dirigiendo mi atención a los chicos que responden los cuestionamientos de los MC. No sé cuánto tiempo pasa y el grupo deja de hablar para prepararse para un performance. Hasta que la canción comienza es que siento que Taehyung levanta la cara casi bruscamente, como si hubiese estado a punto de caerse de la silla. Me observa confundido y yo le sonrío.

—Hola —murmuro—. ¿Dormiste bien?

No responde mi pregunta sino que estira los brazos a la vez que larga un enorme y profundo bostezo. Se talla los ojos y parpadea abriéndolos de manera exagerada para finalmente observarme.