'038.

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Los rayos de la mañana me golpean directamente en la cara. Me remuevo con pereza entre las sábanas enmarañadas de la cama ajena y sonrío —casi riéndome de mí misma— al percibir que me hundo ligeramente cuando giro mi cuerpo para toparme con el lado más derruido del colchón. No sé si es mi mala suerte, pero me parece muy cómico que siempre que duermo aquí ocurre lo mismo.

Entreabro los ojos e inhalo aire para terminar de despertar, percibiendo un tenue olor a humedad que, he aprendido a suponer, proviene de las paredes y esquinas del viejo apartamento.

Irguiendo mi cuerpo sobre el colchón me restriego los ojos con una mano y miro a mi alrededor. No me sorprende percatarme de que estoy sola, acompañada únicamente por el conocido desorden de la habitación que, aunque no es poco, no me incomoda en lo absoluto. Por la puerta entreabierta ubicada frente a la cama alcanzo a ver que hay alguien ocupando la mesilla justo al lado de la entrada principal y mi primer pensamiento es desperezar mis torpes movimientos para dirigirme hacia allá.

La chaqueta de Taehyung resbala de mis hombros y se atora antes de llegar a mis codos cuando me levanto tambaleante de la cama, separando mis brazos como si fuese un avión para mantener el equilibrio pues me esfuerzo por no pisar ninguna de las prendas desperdigadas por el piso. Mis pies descalzos tocan el helado suelo enviando escalofríos por mi espalda que pasan completamente a segundo plano cuando noto cómo el rayo de sol que me ha despertado baña la habitación en su totalidad.

Su luz blanca resalta pequeños puntos de polvo que vuelan y se desplazan lentamente por el aire con la misma gracia con la que las estrellas adornan el cielo nocturno. Me muerdo el labio y levanto una de mis manos para intentar tocarlos, logrando sólo agitar su atmósfera. Les veo formar pequeños torbellinos que de pronto vuelven a desintegrarse, como si nada fuese capaz de turbarles por más de cortas fracciones de segundo.

Sonrío pensando en lo real que parece aquella situación si la comparo con mi vida actual. Cómo, a pesar de lo movida o salvaje que pueda ser una noche en las calles de Seúl, despertar es regresar a un estado neutro. No sé definirlo pero estoy segura de que no es paz ni tranquilidad. Es un sentimiento desconocido y, sin embargo, agradable.

Tal vez lo que más me gusta de ello es darme cuenta de que ahora tenemos un lugar a dónde volver. Siempre.

Un hogar.

Con aquel pensamiento que se siente tan cálido como el sol en mis dedos doy media vuelta para salir de la habitación. Cuidando mi andar para no pisar nada llego hasta la puerta, abriéndola silenciosamente. El casi inexistente pasillo que conecta con la sala es el único espacio que no parece completamente desordenado, pues contrario al recibidor (y la habitación) no hay latas de cerveza, botellas varias de licor ni basura de frituras por todas partes.

Al lado derecho hay un sillón marrón oscuro en el que Tae está recostado a sus anchas, profundamente dormido. Sonrío al verle con un brazo estirado por encima de su cabeza, los labios entreabiertos y la cabeza ladeada casi cayendo en el borde del brazo del sillón. La manta que trae encima le cubre hasta poco más abajo de las clavículas y por la posición tan aliñada sobre su cuerpo es fácil deducir que él no se la ha puesto, de lo contrario estaría envuelto como un rollito de gimbap.

Tras él está la reducida cocina apenas equipada para subsistir con lo necesario y del lado izquierdo, al fondo de la sala, sentado en la pequeña mesa de madera junto a la puerta de entrada (un lugar un tanto extraño para colocar una mesa según la opinión popular), está Namjoon.

Sus ojos se levantan del cuaderno en el que traza con ahínco, sosteniendo el papel con sus grandes manos. Le sonrío con suavidad mientras me aproximo sigilosa y él me observa con el atisbo de una sonrisa aguardando a que me acerque.

brats » bts; kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora