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Las escaleras me parecen infinitas. Es normal cuando tenemos que recorrer siete pisos para llegar hasta la puerta de nuestros apartamentos, aunque sé que la verdadera razón nada tiene que ver con la cantidad de escalones que subimos. El sol empieza a reflejarse en las paredes carcomidas, llenando los espacios vacíos entre las grietas oscuras (que no son pocas); el panorama es un poco menos gris y sin embargo, contrario a toda especulación, no es reconfortante ni para él ni para mí.

Los párpados me pesan, pero el sentimiento no se compara con el martirio que me acecha cuando nos detenemos frente al apartamento que marca 712 escrito con aerosol en el concreto junto a la puerta.

Dan ganas de echarse a reír. Por fuera es tan miserable como por dentro.

Taehyung me mira atento mientras busco las llaves sigilosamente. Tiene los ojos enrojecidos y supongo que le cala el frío porque desde hace rato no deja de esconder las manos en las bolsas de su chaqueta. No lo culpo. La mañana está fresca y dudo mucho que la ropa que trae le cobije lo suficiente.

Doy con las llaves pero no abro aún. Pego la oreja a la puerta y me quedo en silencio, buscando reconocer algún sonido que para mi fortuna nunca llega. Todo está sumamente callado.

—Siguen dormidos.

Tae asiente. Me giro para encararlo y es como si nos cortaran las palabras y la respiración de pronto. Nos vemos incapaces de hablar, de despedirnos como la gente normal. Sabemos que en cuanto nos separemos las cosas volverán a ser una mierda y duele vivirlo sin su compañía. Sé que él piensa de la misma manera, por ello justifico que deje de verme a los ojos para alzar la cabeza al cielo, perdiéndose entre los cables y las nubes que empiezan a dispersarse para saludar de lleno al amanecer.

—¿Vas a hacer algo en la tarde? —me pregunta con la voz muy ronca todavía sin mirarme. De no haber pasado toda la noche en vela junto a él pensaría que acaba de levantarse.

Niego con la cabeza. Sé que me ha visto por el rabillo del ojo y no tarda en volver a afrontar mi mirada. Encuentro aquel brillo especial en sus orbes, ese destello de niño del que sólo he visto atisbos en sus momentos más sensibles. Gracias a eso sé que aún hay una pizca del Taehyung alegre que no he llegado a conocer del todo. Aún hay una pizca de esperanza.

—¿Puedes? —susurra a sabiendas de que sé a lo que se refiere. Da un paso hacia adelante y ésta vez soy yo quien asiente mientras pongo las manos en sus hombros.

Me paro de puntillas. Sin recibir una respuesta audible termina por juntar sus labios con los míos y yo escurro mis dedos hacia los cabellos de su nuca para aferrarme como si me faltara el aire; como hacemos cada mañana luego de vagar por toda la ciudad tomados de la mano. Nuestros labios se mueven en una cadencia húmeda casi temerosa, simulando que es la última vez que podemos hacer algo como esto.

Que es la última vez que nos vemos, que nos tocamos. La última vez que podemos ser libres.

Antes de finalizar escurre su lengua contra la mía y arrojo una pequeña risita que es recibida por un concluyente beso sobre la comisura de mis labios. Taehyung no sonríe pero sé que le sienta bien porque me mira a profundidad, detalla cada facción de mi rostro antes de separarse de mí por completo.

—Cuídate —ronroneo entre mi suave sonrisa depositando un beso en la punta de su nariz, en aquel lunar que tan bonito me parece.

—También cuídate, Sunie.

Asiento y de pronto todo está frío. Veo su espalda alejarse hasta atravesar el caminillo que conecta las dos partes del edificio —del cual, por cierto, nunca llego a comprender su extraña estructura; aquel hueco me parece irracional y disfuncional—. Aguardo hasta que Taehyung llega a su puerta justo frente a la mía y una vez se detiene ahí nos observamos una última vez antes de despedirnos con la mano.

brats » bts; kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora