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( ! ):
capítulo muy largo.
  

El aire se siente más pesado, repentinamente más gélido. Me abrazo a mí misma con los ojos vidriosos, el corazón a mil por hora y mi vientre contrayéndose como si me hubiesen encajado un cuchillo en las entrañas. Sólo quiero encerrarme en el auto y llorar, llorar hasta quedarme dormida; hasta olvidar lo mucho que me hieren las ácidas palabras de Yoongi. Ni siquiera sé por qué me afecta tanto, pero no es mentira cuando digo que siento como si un pedazo del mundo cayera sobre mí, aplastándome hasta no permitirme respirar.

¿Qué le pasa? ¿Por qué de pronto se comporta de esa manera cuando las cosas entre nosotros estaban tan bien?

¿Por qué me aleja así?

Me absorbo la nariz intentando contener las lágrimas y salgo del sendero para volver al auto vacío, cerrado. Abro la puerta de los asientos traseros cuando siento una gota traicionera escapar por mi ojo izquierdo y la limpio con brusquedad con la manga de mi jersey holgado. Estoy demasiado ansiosa. Mi sensibilidad desborda al punto en que parece que voy a colapsar de la misma forma en que me rompí cuando escapamos de la casa de la mujer en Jeong-ri apenas hace día y medio.

No quiero hacerlo, no quiero quebrarme otra vez por algo tan pequeño. Con inquietud y recordando lo que vi entre las tantas veces que abrí los ojos entre sueños, me dirijo hacia el asiento del copiloto. Me fijo en el sillón y a sus costados, en el tablero, incluso en el asiento de Yoongi, pero no hay rastro de la cajilla de metal con hierba. Me muerdo el labio intranquila y abro la guantera como última esperanza de encontrar lo que busco.

Victoria.

Abro el contenedor. Tiene un pitillo a medio fumar. Lo tomo y vuelvo hacia mi mochila en busca del mechero de plástico para salir del auto. Ni siquiera sé si esto va a ayudarme, pero tengo la certeza de que por lo menos dejaré de darle vueltas al tema para desviarme por otros caminos; quizá dormir hasta que lleguemos a un poblado a descansar, comer o lo que sea que planeemos hacer en las próximas horas.

Cae otra gota por mi ojo izquierdo y esta vez la dejo resbalar hasta perderse entre mi ropa. Entretanto fumo. El denso humo me pica en la garganta, sin embargo no me detengo hasta dar por lo menos cinco caladas largas. Quiero, necesito perderme profundamente hasta olvidarme de la amargura que recorre mi sistema y se estaciona en mi pecho. Hasta el punto en que pueda mirar a Yoongi manejar el auto sin querer ponerme llorar; hasta el momento en que deje de doler darme cuenta de que una vez estemos en Seúl tendremos que olvidarnos de él.

Apago lo poco que queda del pitillo y vuelvo a poner todo en su lugar dispuesta a encerrarme en el interior del auto. Cuando voy a recostarme en el asiento trasero Taehyung llega de entre la maleza que precede el camino del lado del copiloto. Tiene una sonrisa grande y bobalicona en la cara y sus ojos están muy, muy rojos. Se da cuenta que estoy despierta y sonríe un tanto más amplio mientras se aproxima hasta recargarse sobre el marco de la ventana, moviendo la puerta torpemente para abrirla por completo.

Sus rodillas chocan con el costado de mis muslos cuando irgo mi cuerpo para mirarlo. Tae suelta un sonido gutural de gusto mientras se arquea hacia adelante para depositar un par de besos sobre la punta de mi nariz.

—Sunie —canturrea pasándose la lengua por los labios. Hace ademán de sentarse sobre mí pero frena al darse cuenta por sí mismo de lo absurdo que es, sonriendo hasta mostrar parte de sus dientes blancos—. Mh, ¿dormiste bien?

Asiento en silencio e intento sonreír pero el efecto de la hierba apenas está despegando, así que no lo consigo. Taehyung vuelve a soltar un diminuto gruñido gutural y se hace un huequito en el borde del asiento para sentarse a mi lado. Pasa sus dedos por mi pelo hasta que llega a mis hombros y, tomándome de ahí, me acerca a su pecho, abrazándome con torpeza.

brats » bts; kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora