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Ese día no me he levantado de la cama.

Taehyung despierta tarde, muy tarde, con un dolor de cabeza tan o más terrible que el mío. Al verme hecha un ovillo entre las mantas, ensimismada y con los ojos hinchados, me abraza. Me besa las sienes y el pelo que, apenas me percato, me apesta a cigarrillo. Sus manos recorren mi espalda y me acarician la cara intentando animarme aún si no tiene idea aún de la causa de mi decaimiento.

Cuestiona, pero inicialmente no respondo. Me da tiempo a decírselo. Comienza a llover. Se levanta a cerrar la ventana que ni siquiera me molesto en mirar porque duele voltear hacia el espacio vacío tras de mí cuando la noche anterior estuvo ocupado por Yoongi. Cuando sus manos y sus labios calaron más allá de la superficie de mi piel, dejando una profunda marca en mí que, supongo, va a ser sumamente difícil de borrar.

Pero más complicado será ignorar su silencio.

Cuando Taehyung se entera de que Yoongi se ha ido su reacción no es muy diferente a la mía. Se enfada con él —tanto o más que yo—, sin embargo prefiere no decir nada, por lo menos durante ese día. Lo pasamos abrazados bajo las mantas, uno frente a otro, con nuestras respiraciones fundiéndose al punto de ser una y las gotas de lluvia tocando la ventana, pero no de manera agresiva. Es más bien reconfortante. Como si el universo entendiera nuestro dolor y, por primera vez, en lugar de potenciarlo, quisiera sanarlo.

Dormimos hasta que Hoseok toca la puerta de la habitación muchas horas después. Nos ofrece una caja de pizza entera para nosotros solos; Taehyung la acepta. Creo que no hemos sido muy educados con él y quiero disculparme apropiadamente, pero Hoseok entiende y no permite que nos agobiemos con el tema. Aún si apenas y le conocemos, algo muy en el fondo me dice que es paciente y nos dará nuestro espacio por lo menos hasta que las cosas mejoren.

A pesar de que hace horas sentía el estómago ardiendo en hambre ahora el apetito se me ha ido por completo. No obstante Tae me pide que coma y, como aquellas veces en el billar de Jeff, toma los pedazos de comida entre sus largos dedos y me los lleva a los labios, ofertándomelos con complicidad y delicadeza.

Sus yemas contra mis labios y los pequeños jugueteos que hace me provocan escalofríos, incluso sonrisas pequeñitas. Aquellos ojos oscuros brillan y centellean de vez en vez, revocándome inevitablemente a ciertos momentos de la noche en los que el fulgor y reflejo de su mirada profunda me han hecho estremecer. Y de pronto pienso en que, quizá, es en lo único por lo que debo preocuparme ahora. Por mí y por Taehyung.

Ambos tenemos algo de qué huir y cosas por las que ocuparnos que van más allá de nuestra relación —o falta de ella— con Yoongi.

Aún si me entristece pensarlo sé que es mi realidad.

—Tae —murmuro suavemente mientras acaricio su antebrazo con mis yemas temblorosas. Él se echa lo que queda de su trozo de pizza a la boca y me mira con las cejas levantadas, con un bulto de pan marcándose en el interior de su mejilla derecha—. ¿Qué haremos ahora?

Me mira. Un terso ronroneo desde su garganta me indica que está pensando. Sus dedos se entrelazan con los míos entre el silencio y el repicar de la lluvia contra la ventana.

—Esperar, tal vez. Y buscar un trabajo si tienes ganas —acaricia el dorso de mi mano con su pulgar—. Aunque con el dinero del auto supongo que tenemos suficiente para no preocuparnos por un tiempo.

Asiento. Tae asiente conmigo y opto por dejar de mordisquear el pedazo de pizza que resta para recostarme en su hombro. Si lo pienso con detenimiento creo que no debería sentirme triste ni angustiada. Estamos en Seúl, y aún si no vivimos el sueño de todo adolescente gracias a nuestras circunstancias ciertamente turbias, es una oportunidad para vivir mejor.

Sentirnos solos ahora no marca diferencia alguna pues de alguna forma siempre lo hemos estado. Siempre hemos sido él y yo. Sólo Taehyung y yo.

Tae me abraza y pasa sus dedos por mi espalda. Luego de dejar un sonoro beso sobre mi coronilla se estira y de la bolsa de su pantalón que sigue tirado en el suelo al lado de la cama saca un cigarrillo de hierba liado por él mismo. Está ya algo maltrecho y arrugado, pero es completamente fumable. Me lo muestra y sonríe con pillería, como un niño que ha hurtado una galleta del frasco prohibido en la alacena.

—Por lo menos no se ha ido inmune —susurra. Sé que se refiere a Yoongi y su comentario me hace sonreír de vuelta—. Está bien, Sunie. No lo necesitamos.

Su molestia es evidente pero procura escarcharla entre migajas de pan de pizza; sonrisas y miradas perdidas. Supongo que es un mecanismo de defensa que con el tiempo nos hemos dado cuenta que funciona bastante bien. No pensar, no poner atención en aquello que nos duele y llenar el vacío con cualquier otra cosa.

El mechero suena entre la lluvia. Las plantas secas se consumen y la boca me sabe a pizza carbonizada. La habitación se llena de una ligera cortina blanquecina entre la que no tardamos en reír y tontear acuclillados sobre la cama. Las sábanas terminan completamente revueltas y el dolor de cabeza de Taehyung pasa a ser historia.

Aún si las nubes han opacado al sol todo el día la luz comienza a ir en descenso y Taehyung y yo seguimos recostados en la cama mirando al techo, con nuestros dedos entrelazados y nuestras respiraciones abriéndose paso con la suficiente profundidad para no hacernos olvidar que estamos vivos. Parecemos detenidos en un punto vacío en el tiempo, aunque esta vez la tristeza no ha logrado atravesarnos con sus garras. Está soltándome poco a poco, liberándome cuando tanto ella como yo sabemos que no vale la pena que se aferre a mi espalda.

No la quiero en mi vida. No hoy. No ahora.

—Vamos afuera —pido a Tae en un susurro sin dejar de fijar la mirada en la vieja bombilla incrustada en el techo. Quiero liberar las cadenas que tiran de mi cuerpo hacia la cama, hacia ese espacio vacío a mi lado derecho que durante todo el día me ha susurrado que voltee a verlo cuando es lo último que quiero—. A la calle.

Tae gira la cabeza y me observa con los ojos enrojecidos, perdidos. Por un momento pienso que va a mencionar algo sobre el clima, pero cuando su sonrisa se ensancha al punto de casi mostrarme una porción de sus dientes, sé que mis suposiciones son completamente erróneas.

Podemos caminar hasta el fin del universo y sé que nuestras manos van a estar siempre unidas.

• •

Trac. Trac.

Uno, dos, tres.

Siento el asfalto duro bajo mis pies. El agua helada se cuela por las suelas desgastadas de las viejas zapatillas que alguna vez estuvieron en la estantería de un bazar en Seo. El cielo está cayéndose a pedazos; siento la tela adherida a mi cuerpo como si se tratase de una oscura y pesada capa de piel.

Pero no importa.

Trac.

No me importa.

Plop.

Estoy viviendo.

Trac.

Los pulmones queman cuando risas y vítores animosos fluyen desde mi garganta como vaho. Nuestros gritos; nuestra alegría desbordante se sobrepone a los truenos y las gotas que caen y caen sobre mi cabello empapado. El estruendo de una carcajada hace eco por toda la calle y con facilidad puedo asegurar que es la primera vez que le he escuchado reír de manera tan genuina. Taehyung. Su risa.

Su risa es preciosa.

Un grito. Un grito de euforia. De libertad, de realización.

Un grito de vida.

Y nuestras manos entrelazadas hasta desaparecer entre las calles de lo que a partir de hoy llamaríamos nuestro infinito, peligroso y desfigurado hogar.

  

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La canción de la playlist es "Sunset". Recuerda desactivar el aleatorio y dejo el link a la playlist en los comentarios de esta sección. ♥ 

brats » bts; kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora